Debutar como titular en una plaza como San Mamés, la víspera de cumplir la mayoría de edad, es una de esas señales que invitan a alimentar biografías asombrosas. Pero de Ferran Torres no se recordará su estreno por el envoltorio ambiental, ni por ser el primer jugador nacido en el año 2000 que es titular en la Liga. Jugó 75 minutos trascendentes, rebosantes de esa madurez precoz que se ve en los jugadores diferentes. En el desparpajo de Ferran hay algo de la irreverencia con la que se asomó a la elite Raúl González. No se le vio en ningún instante abrumado por el ambiente, que ayer en el Botxo llegó a ser histérico, con un rival necesitado y un ritmo de juego minado, con interrupciones constantes que cortan de raíz el posible lucimiento.

De esa fortaleza mental salió una de las mejores decisiones del partido. Balón a banda que llega a Ferran. Cuando todos, jugadores y espectadores, esperaban un centro bombeado, el jugador de l´Horta Nord dibujó un pase raso en horizontal de vuelta a Kondogbia. Con ese simple giro técnico, limpió toda oposición defensiva, permitió al centrocampista francés armar con comodidad la rosquita pegada al palo de Kepa. Un golazo de Kondo, otro más para la «rébellion», como define su fútbol en redes sociales.

Todo lo que hizo Ferran tuvo un sentido, con soluciones correctas y muchas veces al primer toque. La entrada en el tramo final de Rodrigo, Soler y Guedes no aumentó la difusión de ideas en el Valencia. Ahí está otro de los valores urgentes de Ferran. Es una bocanada de viento fresco en un equipo que, situado en una privilegiada posición, acusa desgaste físico y también mental. Ferran es un regalo en el esprint por la cuarta plaza.

El empate refuerza la solidez de la que hablaba Marcelino en la previa. El blanquinegro utiliza el «once» más joven de todo el campeonato, pero ha demostrado que soporta partidos cargados de tensión y disputados en esa delgada frontera de saber distinguir cómo intimidar a un rival. El Athletic Club lo lleva en su código genético y sabe cómo impregnar cada partido de esa influencia. Sabe cómo cortar el juego, cómo coleccionar faltas laterales peligrosas, cómo participar de la guerra de nervios en la que, anoche, Raúl García volvió a rozar el histrionismo, en cada reacción y sentimiento de un partido librado con mucha nobleza. Por momentos pareció que ese «otro» partido sí sabía jugarlo Parejo, que hizo de capitán no tanto por la batuta en el juego, faceta en la que Kondogbia estuvo más entero, sino por la batalla dialéctica que mantuvo con Aduriz.

No obstante, al Valencia le costó adaptarse a ese partido subterráneo. Zaza veía una tempranera tarjeta, el eterno castigo que altera su equilibrio motivacional, y Murillo cometía sobre Susaeta un penalti infantil, por levantar temerariamente el pie en una disputa dentro del área. Poca pericia.

El sabio Ochotorena

San Mamés siempre ofrece contiendas sabrosas en matices, y más en un duelo como el Athletic-Valencia, con unos precedentes que lo enmarcan como el otro gran clásico de la Liga. En un partido de tanta tradición, los consejos sabios de Ochotorena volvieron a ser valiosos. Neto Murara detuvo un penalti a Aduriz, crucial para el desarrollo de la tarde. Las estadísticas del Valencia desde los once metros, con «Ochoto» como instructor, no tienen parangón en Europa. Los guardametas blanquinegros han detenido 19 de 38 penaltis: Alves 12 de 26, Jaume 2 de 2, Guaita 2 de 2, Neto 2 de 5 y Maty Ryan 1 de 3.