Fiel retrato de Marcelino, el Valencia acentuó ayer su perfil en el Sánchez Pizjuán y se aseguró prácticamente la Champions (a 11 puntos queda su principal rival, el Sevilla). Es decir, dominó las áreas. Esa una de las aportaciones de Marcelino a este equipo, la jerarquía en las zonas decisivas. El Valencia había naufragado dos años seguidos sin personalidad alguna: un conjunto blandito que aspiraba a ser protagonista sin medios para ello.

El técnico le cambió la cara desde el minuto 1. Apuntaló la portería, los centrales y los mediocentros. A partir de ahí, dio alas a los extremos. No engañó a nadie. La posesión del balón le interesa poco (ayer, un 39%); prefiere la verticalidad y la pegada. Así lo defendió en la época dorada del tiki-taka, cuando España y el Barcelona impusieron su hegemonía. Así lo implantó ayer en el Sánchez Pizjuán. Su mérito es haber recuperado a un puñado de chicos abatidos por dos cursos aciagos (Garay, Parejo y Rodrigo) y haberlos mezclado con futbolistas hambrientos de gloria (Neto, Kondogbia, Coquelin, Murillo y Guedes).

El VCF no necesita gobernar el juego para ganar. Le basta sufrir y atacar. Aguantar y golpear. Mandar en la propia área, a partir de la agilidad de Neto, así como la contundencia y oficio de los centrales, Garay y Murillo. Y en la ajena, con la conexión Kondogbia-Rodrigo. Pocas veces un mediocentro defensivo y un delantero causaron tantos estragos en el adversario. Arrancaba Kondogbia e iba despejando rivales hasta ver a Rodrigo. El hispano-brasileño, entonces, resolvía con clase. Dos veces.

Los jugadores saborearon el triunfo como un título. La recompensa a muchos esfuerzos y sufrimientos, sobre todo para quienes estuvieron aquí los dos temporadas anteriores. Los Garay, Parejo, Gayà, Rodrigo, Zaza, Gayà y Lato era dignos futbolistas ensombrecidos por compañeros y técnicos deficientes; alumbrados ahora por un entrenador y unos fichajes de primera.

El Valencia salió ayer a aguantar en Sevilla, pero Kondogbia tenía otra intención. El mediocentro francés se apoderó del encuentro a la mínima ocasión. Atrapó el balón en su campo en el minuto 24, avistó el horizonte y vio un pase cruzado de 30 metros a la entrada de Rodrigo. El hispanobrasileño se cruzó a Escudero, controló con el exterior y definió con el interior antes de que Sergio Rico pudiera darse cuenta.

Golazo antológico

El Sevilla se topó primero contra la pareja de centrales y después contra un portero inspirado. Neto, rapidísimo, rechazó el remate a bocajarro de Sarabia. La apuesta de Gabriel Paulista como lateral derecho tampoco salió del todo mal. Banega cometió un penalti sobre Guedes que no vio el árbitro: le pisó por detrás dentro del área. Una «Banegada» de la que no se enteró Burgos Bengoetxea. La exhibición de Rodrigo en la segunda parte dio paso a varias intervenciones de Sergio Rico.

Kondogbia, esa fuerza de la naturaleza, hizo una de las jugadas de la temporada. Se fue de tres: Correa, N´Zonzi y Banega. Los tres trataron de tumbarlo sin éxito en la medular. Y sirvió con delizadeza a Rodrigo, que eligió el palo para batir a Sergio Rico. La superioridad de Rodrigo sobre los rivales casi resultó insultante. Quedó tiempo para concederles minutos de calidad y exigencia a Ferran y a Lato. Todos cuentan. Es el Marcelino Club de Fútbol.