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Análisis

Catarsis en Mestalla tras 14 años de locura institucional

Hoy, día de la cremà, los simbolismos se agolpan en este Valencia CF tan dado a los excesos y que ahora vive una paz espiritual. Hay una base sobre la que construir otra vez un futuro brillante después de tres lustros de inestabilidad

Catarsis en Mestalla tras 14 años de locura institucional

Hoy, día de la cremà y con los 99 tacos recién cumplidos, los simbolismos se agolpan en el Valencia CF, un club «Tomemos unos minutos para respirar, pensar y disfrutar de esta especie de paz espiritual que vive Mestalla, como se palpó el sábado en la victoria ante el Alavés (3-1), después de casi tres lustros de enfrentamientos, esperpentos y tendencias autodestructivas.

Es un momento, en efecto, para el optimismo. Hay un proyecto, dos figuras fiables al mando (Marcelino y Mateu Alemany) y una base de futbolistas sobre las que seguir creciendo. La prueba es que los jugadores de fuera quieren venir y los de dentro no quieren marcharse. Guedes estaría encantado de prorrogar un año más su cesión habida cuenta de que el fichaje pretendido por Peter Lim al PSG podría salir demasiado caro. Y qué decir de Zaza: pese a estar en la rampa de salida para ser traspasado por la acuciante necesidad de vender por 45 millones, el italiano se ha identificado como pocos con el sentir de Mestalla (y es mejor delantero de lo que pudieran pensar en el propio vestuario, no es un simple rematador). También los canteranos han rechazado ofertas de otros paraísos para seguir en la terreta: Carlos Soler, Lato y Ferran Torres podrían haber querido probar en otras ligas u otros clubes más poderosos económicamente, pero se sienten muy orgullosos (ellos y sus familias) de triunfar en su casa.

Mestalla ha aprendido a tener paciencia, como se percibió en el arranque de la vigente segunda vuelta, cuando el VCF acumuló tres derrotas seguidas ante el Las Palmas, el Real Madrid y el Atlético. La hinchada se ha dado cuenta de que está en buenas manos y confía en su entrenador y en su director general después de haber sobrevivido a tiburones y botarates de todos los pelajes.

Es necesario recordar de dónde viene el VCF para entender su actual situación en poder de un millonario de Singapur. Para empezar, no hay que olvidar los millones millones de euros, diez, que se embolsó de la entidad de Mestalla el «emprendedor» Juan Villalonga en julio de 2008 por dos semanas de trabajo como gestor de la entidad: más de 700.000 euros al día, más de lo que puedan cobrar Messi, Neymar o Cristiano Ronaldo. ¿Su mérito? Haber aparecido misteriosamente, de la mano del exdirigente Vicente Soriano, prometiendo la entrada de suculentas inversores para el club, en un momento de máxima indefensión ante la incapacidad del presidente de entonces, Juan Soler. Villalonga no solo no trajo ni un solo euro sino que se llevó 10 millones, aduciendo, eso sí, un rescoldo valencianista en algún lejano familiar.

Juan Soler se embarcó en tres pelotazos inmobiliarios y los tres resultaron un fiasco: la recalificación del viejo Mestalla sin encontrar un comprador fiable en estos 14 años; la construcción de un nuevo estadio iniciada en 2007 e interrumpida dos años después por la falta de liquidez para terminarlo (ni ganas tampoco por parte de Lim de acabar con esa ignonima para València); y esa ciudad deportiva de Riba-roja también fallida, una mera operación especuladora de Soler rechazada por el Tribunal Supremo y empantanada en un proceso judicial. En medio de ese desastre económico, Soler contrató en cuatro años a media docena de entrenadores y a otros tantos directores deportivos. El «solerismo» pereció con el oasis de un título apenas celebrado, la Copa del Rey de 2008 ante el Getafe en el Calderón, con un VCF plagado de estrellas: unas que venía del equipo campeón de Rafa Benítez (Marchena y Baraja), otros emergentes (Silva y Mata) y algún formidable fichaje

de Javier Subirats como David Villa, permitiéndose el técnico, Ronald Koeman, haber apartado antes a tres de los jugadores más emblemáticos (Cañizares, Albelda y Angulo, los tres en las lonas de la fachada de Mestalla).

Llorente vendió a cinco grandes

Manuel Llorente volvió en 2009 para poner orden, abrazado por el princial acreedor, Bancaja, y dispuesto a venderlo todo (ingresó más de 100 millones por los traspasos de Albiol, Silva, Villa, Mata y Jordi Alba). Logró estabilidad deportiva con Emery (se clasificó para tres Champions), pero le falló la macrooperación inmobiliaria impulsada con Bancaja al ser intervenido el banco por el Estado en 2012. La ampliación de capital del VCF, de 94 millones, trasvasó el poder accionarial de Soler-Soriano hacia la Fundación, aunque la Comisión Europea la sancionó con 24 millones por el trato beneficioso de la Generalitat a la entidad de Mestalla al avalar el Consell ese préstamo de 74 millones de Bankia a la Fundación valencianista.

La estancia de Amadeo Salvo fue breve, apenas un año (2013), pero clave tras enfrentarse al banco acreedor y, cuando este le obligó a vender el VCF, hacerlo a quien él quiso: Peter Lim. Al magnate asiático le acompañó la fortuna el primer curso: funcionó la mezcla entre los fichajes de Rufete (Otamendi y Mustafi) y los de Lim (André Gomes, Rodrigo y Cancelo). En la segunda temporada se destapó la incompetencia de Nuno cuando fue vendido Otamendi. Y, en la tercera, Pako Ayestarán quedó a los pies de los caballos tras traspasarle a traición a Alcácer, André y Mustafi.

Voro, por fin, salvó al club de los «garinevilles y prandellis» antes de que Marcelino pusiera rumbo a un futuro esperanzador.

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