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Plantilla

El retorno puntual del Valencia

El club de Mestalla se caracteriza por intercalar épocas gloriosas y grandes crisis con intervalos de 15 años - Restablecido el proyecto con Marcelino, la entidad blanquinegra se adentra en un ciclo de optimismo con un equipo joven y con futuro

Carlos Soler y Ferran Torres garantizan el plan de futuro del club. j. m. lópez / sd

El Valencia se adentra en un ciclo de optimismo, en un futuro esperanzador. Lo apuntan todos los indicadores deportivos. Una plantilla joven y con futuro, y un proyecto definido desde la experiencia de dos actores claves: Mateu Alemany en los despachos y Marcelino García Toral en el banquillo. Pero también lo determina un factor más intangible, como la cábala. Entidad movida entre épocas de aparente caos, en su historia moderna cumple etapas de éxito y depresión en intervalos de quince años.

La historia enseña una cadencia matemática, en el vuelo del murciélago. En 1971, el Valencia ganaba la cuarta Liga de su historia y remataba la década con la conquista de la Copa, Recopa y Supercopa en 1979 y 1980, con Mario Kempes de estandarte. Justo en ese instante, instalado en la cúspide, el Valencia empezaba a contagiarse de todos los problemas societarios que lo abocarían, quince años después del alirón de 1971, en el descenso de 1986: derroche financiero con fichajes caros y la remodelación de Mestalla para ser sede del Mundial 82, crisis deportiva y desafección social.

De aquel golpe histórico, el Valencia se levantó como un resorte. La catarsis vino con la austeridad directiva impulsada por Arturo Tuzón y un proyecto deportivo basado en canteranos como Fernando, Sempere, Voro, Arias, Sixto, Subirats y valores jóvenes como Quique, Arroyo y Alcañiz. El técnico que obró el retorno fue el mismo que había conquistado la Liga: Alfredo Di Stéfano. De esa base el Valencia no solo regresó a la máxima división a primeras de cambio, sino que instauró las bases del prestigio que recobraría en los años siguientes. El club regresó a Europa y esa generación llegaría a disputar una final de la Copa del Rey, en 1995, con derrota ante el Deportivo, y cosechó dos subcampeonatos de Copa. El crecimiento seguirá con la consecución de la Copa del Rey de 1999, frente al Atlético, y llega en 2001 a su clímax. Quince años después del descenso, el Valencia disputaba su segunda final consecutiva de la Liga de Campeones. Rafa Benítez perfeccionó los proyectos de Claudio Ranieri y Héctor Cúper para llevar al equipo hasta el doblete de 2004, con la Liga y la Copa de la UEFA.

La hazaña no sirvió como punto de partida para consolidar un modelo alternativo a Madrid y Barcelona. De nuevo, el club incubaría todos los errores del pasado con proyectos deportivos erráticos y caros, con una política financiera temeraria. Si en los 80 fue la renovación de Mestalla, en esta ocasión el símbolo fallido fue, y sigue siendo, el nuevo estadio de Corts Valencianes, con las obras paradas desde 2009 por falta de financiación. El equipo se rehizo del casi descenso de 2008, pero las dignas temporadas deportivas chocaron con el colapso societario que obligó a la venta a Peter Lim. La política deportiva frívola del magnate singapurés llevó al club a su momento más bajo entre 2016 y 2017, cumpliéndose la dinámica de los tres lustros desde las finales de Champions. Superado ese trance, ahora aguarda una era de esperanza.

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