«No vamos a renunciar a nada». Rodrigo Moreno lanzaba un mensaje lleno de ambición una vez consumada la séptima victoria en ocho partidos. Con el objetivo prioritario del regreso a la Liga de Campeones a solo seis puntos de distancia, la mira del Valencia se sitúa en poder luchar por la segunda plaza. Un reto con más simbolismo que provecho real, con el título más que sentenciado a favor del FC Barcelona, pero muy ilusionante en Mestalla. Mientras que para Madrid y Atlético no reviste emoción, sí daría más lustre al regreso por todo lo alto del Valencia a Europa.

En el valencianismo se respira el aire feliz de la institución que está de regreso. Un aroma parecido al de aquel 6 de mayo de 1990, cuando el 4-0 cosechado en la última jornada contra el Logroñés, con triplete de Enric Cuxart, representaba el asalto a la segunda plaza, por primera vez en décadas. Por mucho que el Real Madrid de Butragueño y Hugo Sánchez hubiese conquistado el campeonato de calle, aquel objetivo fue festejado en el estadio con algarabía, con la retirada de Subirats subido a hombros al grito de «torero». Zurdi, ahora fisioterapeuta del cuerpo técnico de Marcelino, jugó aquel encuentro y detectará la atmósfera reencontrada que ahora se extiende por Mestalla.

Después de dos años nefastos, de una lenta pero imparable decadencia societaria iniciada desde el doblete de 2004, la lucha por el subcampeonato no es un asunto menor. A expensas de lo que pase en las siete jornadas restantes, a estas alturas del torneo ya se aprecia la envergadura de la obra conseguida por Marcelino. Instalado en una dinámica ganadora, con 22 puntos de los últimos 24, el equipo está a solo doce puntos de igualar las 77 unidades logradas por Rafa Benítez en la mejor temporada de la historia.

La identidad se ha recobrado con la verticalidad y eficacia atacantes, pero ha tomado cuerpo con el mayor vigor defensivo de la segunda puerta. En una entrevista con Levante-EMV, a los dos días de llegar a València, Marcelino se tapaba los ojos cuando se le recordaban los 65 goles que recién había encajado su nuevo conjunto en el curso anterior. «Quiero por lo menos la mitad», suspiraba el técnico asturiano. El equipo está en ese camino, con las 31 dianas recibidas.

El partido de ayer fue un nuevo ejercicio de sacrificio grupal, que es como este bloque ha recuperado la grandeza. Los destellos individuales corrieron a cargo de Kondogbia y Guedes, al que solo le falta reencontrarse con el gol, un aliciente que sin embargo sería dañino en las aspiraciones de la entidad para ficharle, al disparar su cotización. Rodrigo Moreno volvió a acaparar protagonismo con otro gol, el sexto seguido en once remates. Ya lleva 15 en total. Las reflexiones del delantero hispano-brasileño siempre hay que escucharlas. A la obligada ambición de la lucha por la segunda plaza, añadió autocrítica. «Nos ha faltado atrevimiento. No tenemos que recular tanto si marcamos un gol. Somos un equipo capaz». Una frase llena de clarividencia que no solo apuntaba al desarrollo del duelo contra el Espanyol sino que apuntaba las claves por las que deberá evolucionar el proyecto del club el año próximo, con la Champions de vuelta.