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El caso de Elena Vicedo es distinto. Ella vive desde hace años con la intranquilidad de saber que su casa es una de las 1.700 que van a derribar para la prolongación de Blasco Ibáñez, pero de momento no le han hecho una oferta por su vivienda, ni le han mandado la carta de expropiación ni siente la presión de las excavadoras como en la cercana calle San Pedro. Lo suyo es incertidumbre, desasosiego, intranquilidad, preocupación y también miedo, porque si un día tiene que irse no sabe qué haría.

Elena lleva en esta casa quince años. Cuando la compró estaba completamente destruida y la rehabilitó por dentro, conservando íntegramente la fachada, de más de 200 años. "Es curioso que no me dejaran cambiar ni un ladrillo porque estaba protegida y tres años después me dijeran que la iban a derribar", recuerda.

Diez años esperando

Con la presentación del Plan del Cabanyal supo que su casa es de las amenazadas, que será derribada para hacer calle y fincas, aunque sorprendentemente diez años después no ha tenido noticias de nadie, extremo que atribuye a dos circunstancias: Por un lado la movilización de los vecinos, que "han sabido seguir la legalidad frente a las maniobras del Ayuntamiento". Y por otro la falta de presupuesto del consistorio.

"Cabanyal 2010 está descapitalizado. Con el presupuesto que tenía no cubría ni la cuarta parte de las expropiaciones y ahora mucho menos", dice Elena, quien está convencida de que "esto no lo hacen porque no tienen dinero y porque tampoco esperaban que nos moviéramos tanto".

De todas formas eso no impide que la gente esté "asustada", que se sienta amenazada. "A nosotros nos afecta en nuestra calidad de vida. Aquí tenemos la ventaja de vivir en la ciudad, con la playa al lado y con la tranquilidad de un barrio, pero sufrimos un acoso agobiante, nos meten gentuza en las viviendas de al lado, la Policía Local tienen órdenes de no aparecer por aquí y ni siquiera nos recogen la basura", explica. "Yo he visto pasar la barredora por la calle llena de suciedad e ir con los discos levantados", afirma.

Su petición, por tanto, es clara. No quiere demoras, ni dilaciones. Quiere que le digan de una vez por todas que no le van a tirar su vivienda y poder vivir tranquila. "Probablemente este plan nunca lo hagan, pero que lo digan. No podemos vivir eternamente en esta situación", dice.