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La catedral de Valencia presentó ayer la reforma de la capilla de San Jaime, cuyos elementos más destacados son los dos sarcófagos medievales rescatados de la propia capilla para la exposición organizada el año pasado con motivo del 800 aniversario el nacimiento del rey Jaime I.

Uno de los sarcófagos, el de mayor tamaño, contiene los restos del tercer obispo de Valencia tras la reconquista, Fray Andrés de Albalat, responsable de la colocación de la primera piedra de la catedral en 1262. Se trata de un cubo de piedra, de unos 600 kilos de peso, de estilo gótico, que hasta el año pasado estuvo colocado en el exterior de la capilla, en la parte trasera de la girola (nave circular que rodea el altar mayor). En su interior hay una caja de madera policromada dentro de la cual está el cuerpo momificado y plegado del obispo.

Según Carmen Pérez, directora del Instituto Valenciano de Restauración y Conservación (Ivacor),el sarcófago estaba troceado y ha sido necesario consolidar la piedra, limpiarla de las numerosas capas de cal que presentaba y salvar parte de su policromía original. Por su parte, la caja mortuoria ha sido tratada contra las plagas y restaurada hasta sacar su color verde original y el escudo de armas del obispo Albalat.

Por lo que respecta al segundo sarcófago, catalogado, no sin dudas, como neogótico del siglo XIV, contiene los restos de dos niños casi recién nacidos, concretamente de Jaume, hijo de Joan I; y Alfons, primogénito de Pere III. Esta pieza permaneció en San Vicente de la Roqueta hasta la desamortización de la misma en el siglo XIX y cuando fue trasladada a la catedral se incrustó en una hornacina de la capilla que se rellenó por completo de cal y argamasa. Para recuperarla ha sido necesario retirar todo ese material y recuperar la caja en su integridad, muy bien conservada y de una gran riqueza. El exterior es de oro de 24 quilates con los dos escudos reales en pigmento rojizo.

En el interior de esta pequeña pieza funeraria estaban los huesos de los dos niños mezclados, y ahora, gracias al trabajo del forense oficial, se han separado y se han depositado en dos cajitas de madera.

Integración en la capilla

Una vez recuperados los sarcófagos, la dificultad estaba en integrarlos en un entorno neoclásico como la capilla de San Jaime. Tal como explicó el arquitecto de la catedral, Salvador Vila, para el más pequeño la solución ha sido dejarlo en la hornacina donde estaba y recuperar la parte del arco exterior del siglo XIII que estaba destruida. Para el grande se ha optado por ubicarlo al otro lado de la capilla, elevado a unos dos metros de altura sobre una plataforma de nueva construcción que acompaña a la pieza en sus trazas. Su decoración con motivos arquitectónicos ha facilitado esa integración.

El último elemento presentado ayer fue un reproducción de la primera piedra de la catedral. Esta lápida no se conservaba y ha sido necesario recurrir a transcripciones fieles de la misma para reproducirlas con técnicas fotográficas. La nueva piedra ha sido colocada junto al sarcófago pequeño, colgada en la pared.

La reforma de la capilla concluirá cuando se termine la limpieza y restauración del retablo de plata que la preside.

La reforma neoclásica de la catedral de Valencia escondió elementos de un gran valor artístico e histórico que han ido saliendo con el paso del tiempo y sucesivas restauraciones. Prueba de ello ha sido el descubrimiento de estos dos sarcófagos. Ambos estaban completamente ocultos. Sólo se veía una cara de los mismos y sobre ellos había hasta siete capas de distintas pinturas, cal sobre todo. Para el visitante eran elementos imperceptibles y para los expertos, joyas ocultas que ahora han visto la luz.

Roberto Amador, restaurador de la piedra, destaca, por ejemplo, la calidad del oro del sarcófago donde están enterrados los infantes. Alguna de sus partes, exactamente las hojas de acanto que lo decoran en la parte frontal, han sido ralladas con un cuchillo u otro objeto similar, lo que se entiende como un intento de expolio.

Estas piezas también encierran claves para la historia. Una de las sorpresas al restaurar la caja mortuoria del sarcófago del obispo Albalat fue, según su restauradora, Teresa Halcón, descubrir que la madera tenía golpes debajo de la policromía. Al parecer, el obispo murió en Roma y sus restos fueron trasladados a Valencia precipitadamente, por lo que usaron tableros de pino de "los que tenían por allí".