Dentro de aproximadamente año y medio la Finca Roja de Valencia, la más afamada casa de vecindad de la ciudad, recuperará su aspecto original, volverá a tener la lozanía de hace 80 años y estará lista para completar el nuevo siglo con todas las garantías para los vecinos. Después de años de trabajos parciales y desordenados, la rehabilitación global del edificio ya es una realidad. Los andamios han empezado a tapar sus fachadas y los albañiles, canteros, ceramistas o vidrieros se afanan en fabricar las piezas de la reforma, auténticas réplicas de las originales.

La Finca Roja ocupa una manzana completa delimitada por las calles Jesús, Albacete, Marvá y Maluquer. Su construcción se inició en1929 y terminó en 1933 bajo la dirección del arquitecto Enrique Viedma Vidal, que plasmó en el edificio sus influencias del expresionismo holandés y lo dejó a las puertas del racionalismo europeo. Amparada por la Ley de Casas Baratas de 1925 y construida en régimen de cooperativa para los trabajadores del Instituto de Previsión, recogía experiencias urbanas de la época consistentes en la cohabitación de decenas de viviendas de mediano tamaño con plantas bajas donde pudieran albergarse los servicios necesarios para el vecindario. El objetivo era rentabilizar al máximo el espacio y hacerlo autosuficiente.

El resultado fue una construcción global, de 14 patios y 378 viviendas, que se convirtió en símbolo del nuevo urbanismo local y que ha quedado grabada en la retina de los valencianos por los ladrillos rojos que le dan su nombre y la cerámica verde que cubre torres y miradores.

La intrahistoria

En sus casi ochenta años de historia ha sido testigo de la evolución social de Valencia y ha generado también su propia intrahistoria, llena de vida y de testimonios impagables. "Aquí se refugiaba la gente durante la guerra porque entre tanta casa pasaban más desapercibidos. Y cuando terminó el conflicto se puso aquí una cooperativa de consumo donde la gente venía a coger la comida de la cartilla de racionamiento", explica Miguel Yuste, que ha crecido en esta casa y que desde su ventana podía ver los bombardeos del Puerto.

Luego, ha albergado tiendas, ambulatorios, conventos, un parvulario y hasta un equipo de fútbol llamado "La Colmena" que aún juega en juvenil. Y todo ello sin incidentes de gravedad ni hechos luctuosos. "El único susto que nos dimos fue cuando vimos salir sangre por debajo de una planta baja, pero no es que hubieran matado a nadie, era el carnicero, que sacrificó un burro y se ve que no lo mató bien y vino a morirse junto a la puerta de la calle", relata Yuste.

Pero claro, después de 80 años de vida se hacía necesaria su rehabilitación, al menos, estructural. Como los vecinos habían ido haciendo arreglos, reformando los patios, quitando goteras o renovando las bajantes, nunca se habían planteado en serio una reforma estructural. Y ha sido el Plan Zapatero, concretamente el Plan Especial de Rehabilitación de Edificios y Viviendas, el que la ha hecho posible. A principios de año la Conselleria de Medio Ambiente, Urbanismo y Vivienda, depositaria de las ayudas, cayó en la cuenta de que este edificio, con protección patrimonial, podría beneficiarse de ese fondo, y lo puso en marcha. Los vecinos lo aprobaron y el despacho Vetges Tu, que también dirige la rehabilitación de la Plaza Redonda, ha sido el encargado de hacer el proyecto. La UTE Torremar-Bertolín lo ejecutará.

La obra costará 4.096.141 euros, de los cuales un 80% (3.276.913 millones) los pondrá el Gobierno y el resto los vecinos, a razón de 2.167 euros por vivienda.

Según Ezequiel Fornás, responsable de Vetges Tu, el trabajo se dividirá en cuatro fases de cuatro meses cada una. El objetivo es rehabilitar la fachada interior y exterior, reformar la cubierta, tanto la plana como la de teja, y reparar los trasteros de la planta superior. Será un trabajo minucioso, dijo, que devolverá la finca a su estado original. De hecho, explicó Fornás, los ladrillos, las tejas, la cerámica o los vidrios se están fabricando idénticas a los originales. Y la cubierta plana volverá a ser de baldosas.

Esta recuperación, además de resolver los problemas estructurales, renovará la riqueza arquitectónica del edificio. De hecho, en futuro Plan General de Ordenación Urbana tiene previsto catalogar la Finca Roja como Bien de Interés Local, lo que "la somete a ciertas obligaciones y también la beneficiará en próximas rehabilitaciones".

También la Conselleria de Cultura prepara un plan director para continuar, en un futuro proyecto, con la reparación de escaleras, puertas, ventanas, alumbrado etc. con arreglo a unos criterios previamente establecidos. En la actualidad se conservan muchas puertas originales que mantienen elementos propios de la época como timbres de mano, pero que no siempre reúnen los requisitos de seguridad aconsejables.

Pisos muy modernos

y muy baratos

Alrededor de 19.000 pesetas costaron los 378 pisos de la Finca Roja, la mayoría de 100 metros cuadrados y unos pocos, los de los chaflanes, de 140. Sus destinatarios eran los trabajadores del Instituto Nacional de Previsión, que ocupaban las viviendas voluntariamente por una cuota mensual de un chavo, de ahí que en un principio los valencianos bautizaran este edificio como la "finca del chavo".

Se trataba de pisos muy modernos para la época. Los 14 patios estaban dotados de ascensores y en todas las casas había gas ciudad, entonces gas lebón. También era novedosa la instalación de dos cuartos de baño, una opción que no se ha generalizado hasta los años noventa. Hasta chimenea tienen.

Ahora, ya en el siglo XXI, estos pisos han multiplicado por mucho su valor. Según dicen los vecinos, hace dos años se vendían por 50 millones, aunque ahora admiten que los han tenido que bajar a 40 y aún así es difícil venderlos. También hay muchas viviendas abandonadas que no tienen a nadie que responda por ellas, al menos para pagar.