"¡Viva la Escuela Moderna!" Fue lo último que gritó Francesc Ferrer i Guàrdia antes de que el pelotón de fusilamiento acabara con su vida el 13 de octubre de 1909 en los fosos del Castillo de Montjuic. La derecha autoritaria y conservadora que dirigía aquella España de la Restauración borbónica lo había elegido como cabeza de turco de la Semana Trágica de Barcelona. Fue acusado de instigar aquella revuelta popular de julio de 1909 contra las levas masivas de soldados para la guerra de Marruecos e incluso de la quema de un convento que nunca ardió.

La historia de la Escuela Moderna de Valencia, que pervivió durante más de dos décadas en el número 1 de la Plaza de Pellicers del barrio del Carme, arranca en 1906 tras el cierre del ensayo racionalista de Ferrer en Barcelona, que apenas duró cinco años.

La escuela racionalista que ideó Ferrer i Guàrdia caló en la Comunitat Valenciana, donde llegaron a existir según el catedrático de Historia de la Educación de la Universitat de València, Miguel Lázaro Lorente "una docena, básicamente en la provincia de Valencia, entre las que sobresalen las de la capital, Buñol y Xàtiva". La primera, que incluso abrió una sucursal en el Camí al Grau, llegó a tener en 1911 más de 400 niños y niñas estudiando codo con codo en un país donde la enseñanza estaba segregada por sexos.

Apoyo blasquista

La razón de este éxito radica en el apoyo que encontraron las tesis del pensador catalan entre los partidos republicanos valencianos, básicamente del blasquismo, que apoyó las escuelas con subvenciones municipales Este amparo hizo que "los maestros racionalistas mejor preparados, Samuel Torner y José Casasola, dos de los principales discípulos de Ferrer i Guàrdia en Barcelona", recalaran en el Cap i Casal.

La existencia de la Escuela Moderna valenciana no fue fácil, pues enfrente se encontraron con la "hostilidad sistemática de los grupos ultraconservadores, especialmente de la Iglesia", relata el profesor. En su tesis "La Escuela Moderna de Valencia", el catedrático recoge el manifiesto del diario "La Voz de Valencia", órgano oficioso del arzobispado, exigiendo la clausura de lo que consideraba una "fábrica de anarquistas" por ser una escuela "bisexual, ácrata, revolucionaria, anarquista, antisocial y antimilitarista". En este clima, "era casi un hábito del Gobernador civil, cerrar la escuela cada vez que había disturbios o huelgas", añade.

El gobernador "periodista"

Así, en agosto de 1909, tras los sucesos de Barcelona, que apenas tuvieron repercusión en Valencia, se ordena la clausura de la escuela porque su director, Samuel Torner, tenía en su casa una alegoría revolucionaria de la Anarquía, una pintura que se hizo famosa al ocupar toda la portada del diario nacional ABC del 15 de septiembre de 1909.

El gobernador Jenaro Pérez Moso envió él mismo la imagen del cuadro a Madrid, y justificó el cierre y el destierro del director, que se exilió en Argentina, al asegurar que los niños veían la pintura desde las clases. La vivienda del maestro, sin embargo, estaba separada y tenía una entrada diferente.

Pese a estos problemas, Lázaro Lorente revela que Ferrer i Guàrdia, que junto a su compañera Soledad Villafranca visitó la aulas de la plaza Pellicers en febrero de 1909, vio en la experiencia valenciana "la más digna e interesante continuación a la iniciada por él en 1901, por lo que proyectó financiar la adquisición de un local en propiedad, plan que frustró su ejecución".

El bibliotecario que quiso matar al rey

La escuela ferreriana de Barcelona sería clausurada después de que su bibliotecario, el anarquista Mateo Morral, intentara asesinar a Alfonso XIII. El 1 de Mayo de 1906, día de la boda del rey, cuando la comitiva nupcial pasaba por la calle Mayor de Madrid, el joven libertario sabadellense lanzó una bomba desde la ventana de una pensión que mató a 23 personas. Las cuerdas de las banderolas que colgaban de los balcones desviaron el artefacto. Dos días más tarde era arrestado Ferrer i Guàrdia como director de la Escuela Moderna. Fue acusado de complicidad y pasó un año en prisión, pero no pudieron probar ningún cargo. Su detención desató una campaña de protestas fuera y dentro España, donde sus principales focos fueron Cataluña y Valencia.