Esta ciudad tiene verdadera obsesión por las prolongaciones. En nuestra historia reciente tenemos varios intentos de alargar vías siguiendo la venerable línea recta como si fuera la única geometría posible aunque, es sabido, que la distancia más corta entre dos puntos en la ciudad no es la más recta, sino la más hermosa.

Quisieron alargar la calle de la Paz, dejando a Santa Catalina en una isleta; quisieron prolongar la avenida del Oeste a través del centro histórico, y llevamos años con que el paseo de Blasco Ibáñez llegue al mar atravesando, eso sí, al maltrecho Cabanyal.

¿Saben? Cuando se proyectó esa avenida, hace más de cien años, tenían otros criterios. Llamaban patrimonio sólo a los castillos, los palacios y las catedrales, y la trama urbana les resultaba irrelevante. La sociedad era otra, y seguir a pie juntillas lo que dibujaron entonces, no parece que sea de sentido común; al menos no lo hacemos en otras disciplinas. Parece más razonable someter cualquier idea de ayer a nuestra cultura urbana de hoy, más cercana al respeto de las casas y las gentes que a la línea recta. Parece más relevante prestar atención a un barrio con interés manifiesto que venerar un dibujo sobre el papel.

Otra cosa es afirmar que aunque el paseo no estuviera dibujado, habría que inventarlo porque es lo mejor para el Cabanyal. Es decir, que el barrio, para subsistir, necesita a gritos un paseo que le atraviese el alma. Eso, como comprenderán, es más que discutible. El Cabanyal no necesita ningún paseo, y la ciudad tiene otras maneras de llegar al mar.

Esta es una ciudad cuyos cambios recientes más trascendentales se han producido gracias a los ciudadanos y ciudadanas y en contra del poder, que tenía otros planes para nosotros. No habría Jardín en el Turia ni parque natural de la Albufera de no ser por esa ciudadanía que, sin inversiones inmobiliarias que defender, cambió la ciudad y la hizo más habitable.

Ahora es otro momento histórico para defender lo nuestro. Las gentes de Salvem el Cabanyal, año tras año y con una creatividad asombrosa, nos lo explican allí, en el mismo barrio y nos dan la oportunidad de visitarlo, de descubrirlo, de quererlo.

No les demos la espalda, no nos dejemos engañar por las prolongaciones ni por las grandes avenidas. Y no permitamos que el poder destroce a la vez el pasado histórico y el futuro esperanzador de un barrio emblemático, lleno de vida, sin el cual la ciudad será menos ciudad.