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Lo que empezó como una festa al carrer se convirtió en un fenómeno de masas y acabó como un problema de orden público. Pero este año echa el cierre. Un retraso a la hora de chapar la verbena de la falla Blanquerías del año pasado, con la consiguiente sanción municipal (no poder organizarla al ejercicio siguiente), ha sido el detonante para que, hasta nueva orden, la comisión del barrio del Carmen cancele su verbena.

Acaban así casi 30 años de fiesta. Una manifestación lúdica que se señalaba con trazo grueso co?mo una de las grandes alternativas al programa oficial. Pero que en los últimos años era fuente de conflicto. Desde zarandear ambu?lancias a todo un catálogo de vandalismo: vidrios rotos, jardines destrozados, peleas, abuso de alcohol y demás calamidades.

La comisión lo acepta

El presidente de la comisión, José Antonio Calvo, se muestra apesadumbrado sobre todo por un motivo: que el festejo haya degenerado. "Sinceramente, pienso que la gente no ha sabido disfrutar. La verbena de Blanquerías nunca ha?bía sido un problema. Lo empe?zó a ser hace unos cinco años. Es cuando empezaron los problemas: los cohetes borrachos, el botellón, los orines, los incidentes... para la comisión era una inyección económica importante, pero llega un momento en que no acababa de compensar. Si ahora no hay verbena, la responsabilidad hay que buscarla en los propios asistentes a la misma. Se les daba todo para pasarlo bien y no han sabido divertirse".

Desde hace tiempo se decía que la verbena de Blanquerías era un gigante que había acabado por engullir cuanto encontraba a su paso. La concentración huma?na se veía, además, acentuada por aquellos que buscaban más marcha tras los conciertos del cauce, a lo que hay que añadir la moda de lanzar cohetes borrachos en la zona del cauce colindante con la calle. Acabar pasadas las cinco de la mañana el año pasado ha sido el pretexto perfecto pa?ra que el ayuntamiento la suspen?diera, y no parece que la comisión lo llore demasiado. "Hay un momento en el que la verbena era más un problema que una solución. Hemos pasado noches en comisaría por incidentes que ni siquiera eran competencia nuestra. Los falleros apenas salían un poco cerca de la barra y volvían al casal... salir para ir a casa era otra odisea. Yo vivo en la calle Sagunt y tenía que cruzar por el puente de San José". Su diagnóstico es que "era un festejo que empezó siendo sano y bonito, pero que en los últimos años se había desmadrado".

La comisión obtenía recursos económicos por la explotación de la barra. "En esta última época la llevaban unos falleros y nos repartíamos los beneficios. En su momento, todos hacíamos turnos de barra, pero entonces teníamos veinte años menos."

Comida dudosa alrededor

El control de las verbenas es una prioridad municipal en los últimos años, aunque en la comisión le ven algunos peros.

"A nosotros nos han controlado absolutamente todo. Nos han requisado bebida. Hasta se nos han llevado la música. Luego llegó la reducción de los metros de barra, que en nuestro caso es especialmente significativo: nos quitan puesto de venta y, a pocos metros, tenías docenas y docenas de puestos de venta ambulante ilegal. Pero igual botes de bebida que bocadillos de dudosa procedencia. Las comisiones siempre nos hemos preocupado por ofrecer alimen?tos en condiciones, tanto en una barra como en las churrerías, y ahí veías bocadillos con salsa que... en fin, mejor ni pensarlo. Y a eso no le ponían ningún control."

La desaparición de la verbena es un alivio para el barrio del Carmen, pero, aparentemente, sólo por unos días. "No nos engañemos: la falla son cuatro días. En el Carmen hay botellón las 52 sema?nas del año. La solución no está sólo en cerrar nuestra verbena."

La verbena de Blanquerías empezó en el año 1983 en lo que era una auténtica rareza por aquel tiempo: sacar la fiesta a la calle. "Era una semana entera de verbenas -rememora Juan Antonio Calvo-. Era darle a la gente una alternativa porque, por entonces, cuando se disparaba el castillo prácticamente ya no había nada en la calle. Hasta abríamos los servicios de nuestro casal. Aquello era una maravilla. Aun ahora tenemos relatos de matrimonios que se conocieron en la verbena Blanquerías. Era una fiesta diferente, sana, y que duraba hasta las tantas, pero sin dar problemas."

Cuando fue elegida fallera mayor de Valencia de 2008, Gloria Martínez Amigó reconocía en una entrevista a este diario que "para los falleros no es fácil salir a la verbena. A mí más de una vez me han empujado y he acabado en el suelo".

Decenas de miles de personas se han llegado a concentrar por las noches, taponando totalmente la calle del mismo nombre, hasta el punto de convertirse en un problema de seguridad y una fuente de conflicto. "Había tanta gente, que se solapaba todo el barrio y hasta nos han llegado multas de verbenas que no eran nuestras, pero que nos atri?buían a nosotros".

Aparte de la aglomeración humana, Blanquerías se ha distinguido en su última época por ofrecer unos monumentos falleros de carácter alternativo, que le han dado una personalidad propia.

¿Qué hará ahora la comisión? ?Están gestionando que haya unos puestos de venta de artesanía, a imagen y semejanza de Na Jordana (incluso lo gestiona el mismo empresario). "Ahora tendremos más sitio para nosotros."