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­Con la rigurosidad de un bibliófilo que ha construido una biblioteca de 10.000 volúmenes, Rafael Solaz , retrata en La Valencia del más allá (Ed. Carena, 2010) las creencias, supersticiones y hechos paranormales que se han vivido en la ciudad desde el medievo hasta ahora. Milagros para unos y supercherías para otros, Solaz presenta su nuevo libro hoy a las 19 horas en El Corte Inglés de Colón.

¿Valencia es supersticiosa?

Lo fue, y bastante, a pesar de su carácter abierto, festivo y luminoso. Quizá heredamos esta superstición tan arraigada de los musulmanes. Muchos de los viajeros extranjeros, en sus crónicas, dejaron constancia de las costumbres más supersticiosas. Por ejemplo: a principios del siglo XIX el literato alemán Augusto Fischer, dedicó un extenso capítulo a la superstición valenciana en su libro de impresiones sobre la visita a Valencia.

¿Y qué nos asustaba más?

Quizás sea el mal de ojo, que estuvo muy arraigado y que ya venía de la Valencia musulmana. Fischer decía que le llamaba poderosamente la atención que casi todos los ciudadanos se valían de las "nóminas" y de las manecillas protectoras contra el mal de ojo que llevaban colgadas en su vestimenta. También las bolsas con oraciones elaboradas por los santeros, e incluso santificadas por curas.

¿Cómo nos protegíamos?

A los niños nada más nacer se les dejaba unas horas en total oscuridad, porque decían que en las primeras horas de vida estaba expuestos a ser cautivados por algún ser maligno. Era una protección que seguía con la propia vestimenta y los sonajeros y lazos que preservaban de los malos espíritus. Esas creencias marcaron incluso la forma de vestir a los bebes, y de ahí el origen de los «bolquers», las capuchas que les tapaban la cabeza, cuya primera misión fue proteger a los niños del mal de ojo.

Cuenta que los amuletos más codiciados estaban relacionados con los ejecutados.

En torno a la horca, que estaba en el Mercado Central, había siempre quien se dedicaba a coger cualquier prenda de los ahorcados. También iba mucha gente al barranco del Carraixet, que era donde estaba el cementerio de los ajusticiados. Allí, antes de enterrarlos, permanecían colgados durante mucho tiempo, hasta que los huesos caían al suelo y la gente se aprovechaba de ello. Creían que los restos de los ajusticiados tenían poderes extraordinarios. Incluso en los años 30 del pasado siglo era muy famosa la Tía Toneta, que afirmaba poseer el rosario de Manolet, el último verdugo de Valencia, un amuleto muy requerido por las embarazadas para tener un buen parto.

El espiritismo también caló.

Fue por influencia francesa. A finales del XVIII y principios del XIX se publicaron en Valencia muchos libros dedicados al espiritismo en los que se explicaba cómo invocar a los muertos. Esta creencia tuvo muchos practicantes y seguidores en la ciudad, de hecho he localizado varios anuncios de sesiones de espiritismo en la calle Ribera y alrededor de la Estación del Norte.

La religión no escapa a lo sobrenatural, son innumerables los casos de levitaciones que cuenta.

Estos casos formaban parte de los procesos de canonización. Ahí hay un montón de historias sobrenaturales, no sólo levitaciones, sino también éxtasis, adivinaciones y traslaciones del cuerpo a otra dimensión. Resulta paradójico que, mientras se ponderaban estos casos extraordinarios ocurridos a religiosos, en el siglo XVII, por otros hechos sobrenaturales se condenaba a la hoguera a aquellos ciudadanos que realizaban prácticas consideradas de hechicería, encantamientos o de adivinación astrológica. Era la diferencia entre el pensamiento religioso y el pagano.

Antes de que Hollywood pusiera de moda los fenómenos extraños con "Poltergeist", Valencia también tuvo casos de película.

Fueron muchas las viviendas que "se sentían" o sea, las que producían ruidos y otros hechos que, según algunos, procedían del más allá. Uno muy famoso tiene poco más de 100 años. En una casa se oían ruidos extraños, caían cosas... Estos fenómenos, que fueron motivo de una canción muy popular, tuvo gran repercusión en los diarios de la época, incluso había mucha gente que afirmaba haber escuchado dichos ruidos. Todo el revuelo que se armó obligó a intervenir a las autoridades municipales. Dicho edificio, que aún existe en la plaza del Esparto, fue rebautizado como la "Casa de tócame Roque".

¿Qué queda de aquello?

Quizás un poco más diluida, pero la creencia en el mal de ojo sigue viva. Además, ahora, se ha visto potenciada con la llegada de nuevas culturas. Así, he visto en algunos niños sudamericanos la presencia de lacitos de colores cuyo fin es preservarlos de las fuerzas consideradas como malignas. También, hay muchos africanos que se anuncian como profesores de alta magia, incluyendo algunos rituales basados en el vudú o la santería. Por otro lado, también vemos bastante publicidad de tiradores de cartas o solucionador de problemas y la gente confía en ellos. Es decir, que si existen es porque hay demanda.

Tal vez esto vaya ligado a la falta de cultura ...

Más que a la falta de cultura yo pienso que va unido a la necesidad, casi universal, del hombre en creer en el más allá. Siempre hemos tenido que aferrarnos a algo que nos protegiese, a un ser o una fuerza superior de las que nosotros podemos ver o tocar. Por ejemplo, ahora me comentan de casos de entierros en el Cementerio General en los que dejan dentro del ataúd un teléfono móvil encendido con la batería a tope... Y eso está relacionado con la reencarnación o la creencia en la vida tras la muerte.