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"Esto es un Gran Hermano marino". De este modo definía Fernando Perelló su experiencia al entrar en el submarino "Tramontana" (S-74), atracado en el puerto de Valencia. "Debe ser difícil pasar tantos días sin salir a la superficie y compartir un espacio tan pequeño entre tanta gente, que te aguante o no", apostillaba este vecino después de conocer que dento del estrecho sumergible conviven más de 60 personas durante largas travesías.

Al igual que Fernando, cientos de ciudadanos se acercaron ayer hasta el Espigón Turia Norte para visitar el interior del submarino de la Armada. El Ministerio de Defensa ofreció la posibilidad de descubrir esta mole de 67 metros de eslora y los valencianos respondieron con una larga cola a la entrada del recinto portuario. Tal fue el interés que al final de la mañana ya no se permitía entrar al submarino, sino sólo verlo desde el muelle.

Durante el sábado y el domingo, una 500 personas (300 el último día), en grupos de 20 a 25, han visitado el "Tramontana", que se encuentra de paso en Valencia mientras realiza diversas maniobras que tiene programadas en el Mediterráneo.

Una escotilla en la cubierta recibía a padres y niños. Nada más acceder al submarino lo que más sorprendía a la gente eran las pequeñas dimensiones del pasillo y cada uno de los habitáculos. Los hombros se quedaban a pocos centímetros de las paredes y el techo era todo una maraña de tubos y metal.

Un miembro de la tripulación era el encargado de dirigir una breve visita guiada donde descubrir baños en los que cabe una persona a duras penas, cocinas de escasos metros cuadrados y cuartos en los que hay espacio para poco más que una litera. Es un ejemplo de aprovechamiento al máximo del espacio donde no queda nada para la improvisación.

"Cuanto botoncito", decía uno de los visitantes al entrar a la sala de mando donde aguarda el periscopio y otros instrumentos de navegación, y que fue una de loss compartimentos que mas gustó a los presentes. El recorrido finalizaba en la cámara de proa, donde discurría un estrecho paso entre dos altos muros de literas en las que duermen parte de la tripulación. La gente quedó sorprendida al observar que justo debajo de las camas inferiores, como si de maletas se tratasen, residen almacenados los torpedos, y a pocos metros los cañones.

"Te sientes encajonada"

"Hay mucha estrechez, te sientes encajonada", comentaba Rosario Montoliu, una de las visitantes. Para Isabel Chuliá, lo más destacado es que "no hay un espacio libre, todo está muy bien ubicado y los baños son exageradamente pequeños", y añadía que lo que más le había gustado era ver una mujer a bordo: "Es un avance en la igualdad". Para Javier Ferrer, el submarino era "espectacular".

"Me ha sorprendido la cantidad de cosas que pueden caber en tan poco sitio". "Yo no aguantaría abordo, es muy claustrofóbico y eso de tener que ducharte cada tres días...¿dónde me plancharía yo el pelo?", bromeaba Sara Panadero.