La huerta de Valencia es una garantía de futuro para el área metropolitana del Cap i Casal. El plan de protección de estas 12.000 hectáreas de cultivos prevé asegurar la producción hortofrutícola de calidad y, por lo tanto, la supervivencia de los agricultores que trabajan de sol a sol para alimentar a buena parte de la tercera ciudad más poblada del Estado. Para ello el plan, que en estos momentos se encuentra en exposición pública, aboga por un ambicioso proyecto de competitividad y rentabilidad para la huerta, que pasa por la formación continua y avanzada de los agricultores en un centro de formación profesional.

El coste de este complejo formativo para labradores estaría en los 300.000 euros por curso en los dos primeros años de vigencia del plan. La idea es que los productores conozcan el funcionamiento del mercado y los precios para afrontar con garantías un proceso de modernización necesario para el sector de l'Horta, que agoniza por la competencia de otros países (presión urbanística al margen). Sólo hay que recordar el reciente ejemplo de este año, con la bajada continuada de los precios de la chufa por la irrupción en el mercado del tubérculo africano, mucho más barato.

El futuro está en la calidad y los beneficios de consumir un fruto o hortaliza que será ecológico y diferente, exclusivo en el mercado. De ahí a que se busque comercializar la producción bajo un sello de calidad el de "Horta de València" para diferenciarlo de sus competidores. La marca tendrá el incentivo de ser de agricultura ecológica e integrada o con la racionalización del uso de fertilizantes y fitosanitarios.

Los cursos y acciones publicitarias se consensuarán con los agentes implicados como las cooperativas agrícolas, los centros de investigación, las universidades, los consejos agrarios, las ONG. Y todo ello con una alta presencia en los medios de comunicación.

En peligro de extinción

Si los clientes de los diferentes mercados se han dado cuenta de algo, es que cada vez es más difícil encontrar las variedades de tomates, patatas, pimientos o cebollas que había antaño. Por ello el PAT -el plan de protección de la huerta- prevé recuperar las variedades locales de frutas y verduras como una oportunidad para la introducción de nuevos productos en el mercado. Para ello, el documento recoge una partida anual de 100.000 euros para reintroducir las variedades históricas de l'Horta que se han perdido.

Además, como valor añadido, se difunde el concepto de "km 0". El eslogan "de la huerta a la mesa" no pude ser más adecuado si se aplicara para los productos en cuestión. Sin apenas transporte la gran ciudad y el área metropolitana absorberían la producción en buena medida, lo que abarataría los costes para el consumidor puesto que los tomates, las alcachofas o las lechugas no viajarían y por lo tanto no contaminarían en su transporte (camiones). El movimiento "slow food" de comida sana, ecológica y cercana puede tener su futuro asegurado en este plan de protección.

Sólo hay que dar una vuelta por las grandes cadenas de alimentos que ofrecen frutas y hortalizas ecológicas. La mayoría de productos procede de Cataluña, Francia o Italia. La marca "Horta de València" podría suministrar a ese mercado en auge. Sólo faltará que la promoción sea la adecuada, que la concienciación de los consistorios implicados, cooperativas agrícolas y labradores sea la buena y que, fundamentalmente, se apruebe el plan de protección y se aplique con dotación presupuestaria suficiente.