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l largo otoño, el crudo invierno y su copiosa lluvia han traído el agua al cauce nuevo del Turia. Un río virtual que gracias a los excedentes de los embalses ha mostrado su esplendor a miles de ciudadanos que lo observan desde las cercana V-30, mientras bordean la ciudad; o de forma más directa a aquellos que gustan de pasear a pie o en bicicleta y han recorrido el parque natural del Turia atraídos por la espléndida senda peatonal y las pequeñas pasarelas que desde el parque de cabecera llegan a Quart de Poblet y entroncan con el corazón del parque del Turia hasta Vilamarxant.

Valencia, fundada por los romanos en torno a su río allá por el 138 a.C, se rindió y claudicó en los años 80 a la idea de perder un eje vertebrador. Así, el cauce es hoy un bello jardín para todos los valencianos y un emblema de la ciudad. Todo habría ido bien si nunca hubiéramos contemplado de lo que es capaz la naturaleza con apenas unos metros cúbicos de agua y en apenas unos meses É

Las aguas que no han podido almacenarse en los embalses de la cuenca del Turia han derivado al cauce nuevo y generado un experimento natural que ha ofrecido interesantes resultados. La fauna ornítica de la cercana costa y de la Albufera ha visitado con frecuencia los límites de la ciudad, adentrándose hasta Mislata, Quart de Poblet, Manises e incluso río arriba; las pozas y remansos que se han creado ofrecen oportunidades de alimentarse a varias especies de gaviotas y golondrinas de mar, ardeidas, anátidas, cormoranes pero también golondrinas y vencejos, que surcan por miles el aire. La naturaleza campa de nuevo en un espacio olvidado y un tanto anodino de enormes dimensiones, unas 168 hectáreas, que abrazan a la ciudad de Valencia por el sur.

Todo ello pone de manifiesto que hemos renunciado a la esencia de nuestra ciudad de Valencia, su río Turia. Bien podríamos recuperar el símbolo que constituye y no sólo como icono inalcanzable sino para un uso público para todos los valencianos: la exitosa experiencia del parque natural del Turia, aunque inconclusa al no conectar con otros espacios naturales valiosos, es un hito que augura lo mejor para esta propuesta.

La recuperación de dicha conexión con el mar -la definitiva conexión del río con el mar y con la Albufera- da una razón de ser a ambos parques (Albufera y parque del Turia) restableciendo sus conexiones naturales, y generando un área de gran valor ambiental y paisajístico: una suerte de segunda oportunidad para el Turia, una vuelta a las raíces de la ciudad.

Pero, ¿qué sería del río Turia sin agua? El espejismo de un caudal ecológico para el Turia que hemos tenido durante estos meses terminará abruptamente en unas semanas, cuando los remanentes bajen y nuestras presas sean capaces de almacenar los excedentes. Otras alternativas son posibles para recuperar el caudal y ya se están usando con éxito para regenerar la calidad de las aguas de la Albufera. Así, el bombeo de aguas depuradas en Pinedo que en la actualidad se vierten al mar a través del emisario, sumado al aprovechamiento de las aguas residuales tratadas junto al propio cauce en la depuradora de Quart-Benager, podrían conformar, entre otros, ese caudal ecológico para el río.

Las infranqueables barreras que constituyen las escarpadas paredes de hormigón deberían ser parcialmente alteradas para su tránsito a pie o en bicicleta sin perder la garantía de que en caso de necesidad, eviten inundaciones, permitiendo un uso público limitado similar al ya existente en el parque natural del Turia.

El actual río y sus vetustas pilastras acogen ya hoy cierta diversidad de fauna, pero sería necesario además restablecer poblaciones piscícolas y de otros grupos (anfibios, reptiles, mamíferos) semejantes a las que un día tuvo el río original y también, cómo no, vegetación acuática y de ribera. Para las poblaciones limítrofes al cauce nuevo, muy numerosas y densamente pobladas, cualquier mejora de salubridad será bienvenida, pues se cuentan por millones los mosquitos y por centenares los casos de población afectada por procesos alérgicos derivados de las, en ocasiones, enojosas picaduras. Pero eso último es tan sólo una anécdota, pues la mejora de la movilidad sostenible y la conectividad de todas esas poblaciones de l'Horta Sud entre sí, con el mar y con la Albufera, junto con un seguro efecto microclimático no desdeñable, constituyen otro de los alicientes de esta propuesta.

Así las cosas, ¿por qué no actuamos ya?

Las experiencias de conectividad entre espacios naturales, tan de moda ahora en conservación, pueden y deben aprovecharse al máximo para dotar a las personas de espacios donde disfrutar del medio, por muy urbano que este sea, mejorar su calidad de vida y su movilidad sostenible y, de paso, conectar espacios naturales muy valiosos, mejorar la calidad paisajística de una superficie equivalente a 170 campos de futbol y recuperar el emblema y la idea, algo platónica si se me permite, de un río que nunca debió desaparecer del paisaje de la ciudad del Turia.