?

?Cristina del Valle, presidenta de la Plataforma de Mujeres Artistas Contra la Violencia de Género, se encuentra estos días en Valencia y Castelló con motivo de los nuevos proyectos que está preparando junto a la Fundación Isonomía para la Igualdad de Oportunidades, entre los que destaca el viaje a Palestina que realizará la Plataforma el próximo mes de diciembre.

Como activista feminista, ¿qué opinión tiene sobre la nueva Ley del aborto?

La apoyo plenamente. Además, pienso que es una práctica que debería realizarse en centros de salud pública y que tendría que estar financiada por la Seguridad Social. El aborto significa el derecho a la libertad de elegir sobre tu propio cuerpo, sobre tu vida. Es algo que no se le debería negar a ninguna mujer. Nuestras jóvenes no se tienen que sentir presionadas a la hora de decidir sobre ellas mismas.

Otra polémica que ha estado y sigue estando vigente es la del burka. ¿Qué piensa sobre esta cuestión?

Este tema es absolutamente perverso. Tanto la extrema izquierda como la extrema derecha plantean posiciones puramente racistas. Se debe separar la cultura de la religión. El principal problema es que se trata de un debate desinformado, descontextualizado. Los partidos políticos no saben de lo que hablan. No son profesionales en el tema y lo están regulando desde la prohibición: lo que no te prohíba tu marido que lo haga el Estado.

Sin embargo, nos centramos en este burka de países árabes, y aquí, en España, no somos capaces de ver los múltiples burkas que tenemos aquí en Occidente.

¿Qué burkas son esos?

Uno de los más graves es el de la prostitución. España es uno de los países que más comercio sexual consume y a nadie parece importarle esos clubes de alterne en los que la mayoría de las mujeres se han visto obligadas a ejercer la prostitución y a vivir en régimen de absoluta esclavitud, dominadas por la violencia.

Por otro lado, no es normal que a las chicas jóvenes se les presente como un premio las operaciones de estética. Se les convence para que cambien su cuerpo buscando un prototipo de belleza que no es real. Aquí entran también los trastornos alimenticios. Nadie se conciencia ni se preocupa de estos temas.

¿Qué cree que hace falta en nuestra sociedad para acabar con esta desigualdad y violencia hacia la mujer?

A la sociedad le falta voluntad. Faltan ganas de querer cambiar estos aspectos de los que estamos hablando. Los hombres deben replantearse el rol de masculinidad desde el primer escalón, desde el ámbito de la educación. El sistema patriarcal se basa en la idea de que cada vez que las mujeres dan un paso hacia delante, los privilegios de los hombres disminuyen. Este pensamiento es totalmente falso. Cuando las mujeres avanzan, avanzamos todos. Esto es lo que hay que inculcar en la sociedad. Los hombres deben perder ese miedo que tienen a que nosotras subamos peldaños. Buscamos la igualdad, no la dominación.

¿Cuál cree que es el camino para cambiar esa idea en la sociedad?

La educación, sin duda. La educación es vital, pero no sólo para visibilizar y concienciar del problema a la sociedad. También es imprescindible para las mujeres que lo sufren. Se les debe poner nombres y apellidos a estas cuestiones. Yo llevo a cabo un recorrido por todo el Estado español ofreciendo conferencias sobre la labor de la Plataforma, e intentando dar pautas a otras mujeres que lo necesiten para que se conciencien de lo que tienen a su alrededor. La educación es el primer paso para cambiar la concepción de la violencia de género.

¿Qué proyectos tiene previstos la Plataforma?

En primer lugar, yo me voy esta semana a Asturias, mi tierra natal, para sacar adelante la maravillosa campaña que ha realizado el Gobierno para la sensibilización de la violencia de género.

En segundo lugar, estamos preparando el viaje que realizaremos a Palestina en diciembre de este año, con el fin de seguir pidiendo la paz en este país, donde las mujeres son invisibles.

Tenemos pendiente seguir trabajando en Latinoamérica, en ciudades como Guatemala, donde el poder judicial está comprado, y las mujeres son las que más sufren la corrupción, y Méjico, donde el índice de asesinatos a mujeres es altísimo. El Sahara también es un territorio que nos preocupa especialmente por la invisibilidad y las condiciones en las que viven las mujeres.