Ser la ciudad mejor iluminada de Europa no sale gratis. El Ayuntamiento de Valencia ha presupuestado, y gastado, desde 1992 hasta 2010 la friolera de 160,1 millones de euros para instalar farolas, mantenerlas y conservarlas (unos 26.640 millones de pesetas). El cómputo se inicia en 1992 porque es el primer año con un presupuesto municipal aprobado por el PP, entonces en coalición con UV. Aparte habría que añadir la factura eléctrica, que en 1994 (primer año del que ofrece datos el anuario estadístico) ascendía a 2,5 millones de euros y en 2008 (último año con datos) supuso 8,3 millones de euros para las arcas públicas. 70,5 millones de euros más que añadir al coste del alumbrado.

A excepción de esta última cifra, que aparece en el Anuario Estadístico de Valencia, el resto de cantidades son inéditas. Nunca hasta ahora se había realizado la suma del gasto en farolas, extraída del presupuesto municipal. Levante-EMV ha ido informando puntualmente de los excesos lumínicos cometidos en el "cap i casal". Como el bosque de farolas que se plantó en la avenida del Cid en 2000, con 133 báculos (a 863.000 pesetas la unidad) con cuatro luminarias cada uno y una treintena de faroles de pared. En total, 744 puntos de luz en 900 metros lineales y 63.000 cuadrados que generan tanta luz que cuesta ver hasta los semáforos. O el tercer brazo añadido a las 288 farolas de la avenida del Puerto que disparó un 50% la potencia lumínica de esta calle cuando se remodeló con motivo de la Copa del América. O las 450 farolas del Jardín del Turia, de Campanar a Montolivet, que ya costaron 800.000 euros en 2003.

La tarea para calcular el gasto global en farolas es ardua. Las cifras salen de sumar el capítulo 6 de inversiones de las cuentas municipales más el capítulo 2 de gasto corriente. La iluminación se adjudica en dos zonas, la norte y la sur que divide el viejo cauce del río Túria. Además hay que añadir un "vicio" adquirido desde 1997 -cuando las contratas actuales resultaron adjudicatarias por primera vez de la contrata del alumbrado público de Valencia- por el que el gasto final en instalar nuevas farolas, mantenerlas y conservarlas sufre desviaciones que en algún año ha llegado al 87% de lo presupuestado inicialmente (ver el gráfico resumen que encabeza esta información).

Desde 1992 hasta ahora, el año que más inversión se ha destinado a farolas es, curiosamente, 2009, con 8,2 millones de euros, con la crisis ya desatada y agobiando las arcas públicas. En 2003, año electoral, la inversión en báculos ascendió a 7,7 millones. Entre 1992 y 1994 el capítulo seis del presupuesto destinado a farolas fue el mismo durante las tres anualidades (601.012 euros cada año), a los que habría que añadir otros dos millones anuales en conservación.

Aunque lo más sorprendente es comprobar las desviaciones de presupuesto desde 2001 y la abultada diferencia entre lo que se presupuesta y lo que finalmente se gasta. El año 2008 batió todos los récords. La partida en conservación y reparación del alumbrado público se presupuestó en 5,2 millones de euros pero el gasto final fue de 9,8 millones de euros, una desviación del 82%. En la última década la desviación media en conservación y reparación del alumbrado público ha sido del 51,22%.

El grupo municipal socialista reclama desde hace años que se elabore una auditoria energética y un plan de ahorro energético, además de instalar bombillas ecológicas. Esta última actuación sólo se ha realizado con cargo a los 8 millones del Plan Zapatero que se ha gastado el Ayuntamiento de Valencia en renovar bombillas contaminantes por luminarias de bajo consumo.

Sólo la crisis y la necesidad de reducir el gasto público ha frenado esta sobredosis lumínica. El Plan de Austeridad, que pretende reducir un 15% el consumo en electricidad, ya se deja notar en la ciudad porque se encienden farolas de forma alterna y ha provocado un primer efecto: el apagón permite avistar astros antes ocultos.

Las contratas repiten desde 1997

Desde 1997, dos empresas se encargan del alumbrado de Valencia: Etralux, SA, para la zona norte y IMES, SA (después Imesapi), para la sur, delimitadas por el antiguo cauce del río Túria. La Intervención General del Ayuntamiento de Valencia ya advertía, en la auditoría elaborada en 2003, del "total automatismo en el encargo a las contratas de las obras de inversión en el alumbrado público de la ciudad", una posibilidad prevista en el pliego de condiciones pero que no plantea "obligación ni exclusividad". De hecho, los interventores detectaron que para iluminar avenidas como la de Ausiàs March (seis proyectos por 1,3 millones), el tramo Ronda Sur-Gaspar Aguilar (nueve proyectos por 1,4 millones que ejecutaron las dos contratas), el Jardín del Turia (seis proyectos por 800.059 euros) o la avenida del Cid, "se aprobaron proyectos contiguos y de realización casi simultánea que no sobrepasaba en ningún caso los 300.000 euros", es decir, que se trocearon para evitar salir a concurso pese a que si hubieran unido "podría haber reportado economías de escala u otro tipo de ventajas". Además, la auditoría lamenta que el aumento del gasto no ha ido acompañado de un crecimiento de las previsiones presupuestarias lo que ha provocado "desde el año 2000" que se traslade porcentajes de gasto del año anterior a los nuevos presupuestos, lo que lastra las cuentas.