Que en un juzgado de Quart de Poblet se esté tramitando un expediente para matricular un avión de origen militar llamado Jungmeister y fabricado en los años cuarenta, sólo puede tener detrás a un grupo: los aerotrastornados. Así se conocen entre ellos mismos los nueve patronos de la Fundación Aérea de la Comunitat Valenciana, un organismo sin ánimo de lucro que se dedica desde 2003 a comprar, restaurar y poner en vuelo viejos aviones históricos. Ahora mismo tienen seis aeroplanos en funcionamiento fabricados entre 1949 y 1971, y otra media docenade aviones en proceso de restauración. Sólo sus nombres ya hacen volar la imaginación: Bücker Jungmann, Aisa I-11B, Dornier Do-27, Texan T-6, Súper-SaetaÉ Pero más ensoñadores todavía son las aventuras que rodean a algunos de ellos.

Por ejemplo, el avión ruso Antonov An-2, el mayor biplano construido en el mundo. Abandonado en el aeródromo mallorquín de Son Bonet por una compañía ucraniana, AENA lo subastó y la fundación aérea valenciana lo adquirió. Por una fortuna, se imaginaría uno. "Por 1.200 euros", desmiente Rafael Jiménez, presidente de la fundación. "Porque era un amasijo de hierros. Lo que cuesta en este tipo de aviones históricos es su restauración. Con el Antonov, por ejemplo, hemos pagado 6.000 euros a AENA por el estacionamiento; la reparación mecánica, hecha por especialistas polacos, ha costado 50.000 euros; y de pintarlo y embellecerlo nosotros mismos en ratos libres nos costará otros 4.000 euros", explica. En total, unos 60.000 euros para hacer volar otra vez el mítico biplano ruso.

¿Y todo eso, para qué? "Además de satisfacer una afición, nuestro objetivo es recuperar el patrimonio histórico de la aviación en España. O hay aerotrastornados como nosotros, o esto se pierde porque ningún organismo puede mantener y volar periódicamente los aviones, como hacemos nosotros ", explica Rafael Jiménez. Así es. Entre semana, y especialmente los sábados y domingos, los miembros de la fundación aérea valenciana van a su hangar de Manises o a la nave que ocupan en Quart de Poblet para embellecer sus viejos aviones o hacer volar los ya restaurados. También organizan una conferencia mensual de aviación histórica en el aeropuerto de Manises, acuden con sus aeroplanos a festivales aéreos y sueñan con montar un museo de aviación antigua en la Comunitat Valenciana.

Pero de momento, afirma el presidente de la fundación, se conforman con divulgar la historia aeronáutica entre los valencianos. Como cuando, en 2006, acudieron a Agres (el Comtat) y tuvieron que explicarle al alcalde del pueblo que se cumplía el centenario de Robert Castelló: un desconocido en la localidad pero que fue uno de los más importantes diseñadores aeronáuticos de Europa, padre del emblemático birreactor francés Fouga CM-170 Magister (se construyeron más de 900 unidades) y nombrado en 1949 Oficial de la Orden de la Legión de Honor francesa.

La fundación aérea, que nació tras desgajarse del Club Acrobático Mediterráneo, está especialmente orgullosa de haber construido una réplica del mítico Bleriot XI, el primer avión que cruzó el Canal de la Mancha. El proyecto le costó a la fundación tres años y unos 70.000 euros. Pero los miembros de la fundación aérea cumplieron un sueño.

Sin embargo, igual que un avión, el ánimo de la fundación tiene subidas y bajadas. Y hace tres meses tocó suelo cuando un velero de mitad siglo que habían comprado y restaurado, se incendió en un accidente en la República Checa cuando era transportado por un camión después de salir del taller de reparación y puesta a punto. De estos vuelos son las aventuras de los aerotrastornados, un grupo de valencianos, casi todos ex pilotos civiles ya jubilados, que lucha por hacer despegar la vieja aeronáutica.