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El reloj no ha llegado todavía a marcar las doce y el Puerto de Valencia recibe la llegada de decenas de taxis y autobuses. En pocos minutos la estación marítima será como un hormiguero en su momento de máxima actividad. Las dos casetas de empresas turísticas situadas dentro del edificio que hasta entonces dormían vacías y a oscuras alzan sus persianas.

Varias personas empiezan a asomar del crucero Ocean Pearl que porta 1.200 pasajeros. Enseguida uno de los miembros de personal de la estación le dice a su compañera "mira ya ha llegado el segundo". Tras los cristales se observa otra nave, el Costa Mágica, de más de 270 metros de eslora atracando en el puerto con 3.470 persona. Valencia recibe de golpe entre ambas embarcaciones la llegada de 4.670 personas, unas cifras que cada día van a ser más habituales.

Y es que el número de clientes de cruceros que llegaron a Valencia en el primer semestre creció un 31% respecto al año pasado y las previsiones hablan de 450.000 cruceristas para 2011, el doble de lo esperado para este año. El AVE, que llega en diciembre, será el gran responsable de este cambio, que posibilitará apostar por ejemplo por los cruceros de invierno.

Rumbo al centro de la ciudad

A la salida de la terminal, algunos de los pasajeros son recibidos por sus familiares para volver a casa, otros se marchan en un bus hacia Cuenca o cogen otro barco y muchos tienen el centro de Valencia como próximo destino. En unas cinco horas tendrán que hacerse una idea de cómo es la ciudad, su gente y su patrimonio artístico-cultural. Los autobuses cargan a los clientes del crucero. Hay alguna pareja joven, incluso carritos de bebé, pero la mayoría de los turistas están ya disfrutando del tiempo libre que ofrece la jubilación. En los barcos viajan ingleses, franceses e italianos. Hablamos con las guías que llevarán los clientes del Costa Mágica y nos comentan donde están previstas algunas de las visitas: La Lonja, la Catedral, Ciudad de las Artes y las Ciencias y el Museo Fallero.

En la Lonja

Son las 13.30 horas. Las calles de la ciudad están abarrotadas. No cabe un alma en las aceras. Varios de los autobuses descargan justo en la puerta de la Lonja. Los visitantes son organizados en grupos de unas 30 personas, que siguen un cartelito numerado que llevan los guías.

Uno de los guías señala que la empresa para la que trabaja tiene desplegados en ese momento unos 18 compañeros, es decir que están prestando este servicio aproximadamente a más de 500 personas. Mientras unos conocen el casco histórico, el resto están en otros puntos de la ciudad. No hay tiempo para comer, las visitas serán relámpago. Ya habrá tiempo en el barco de hacerse con un sandwich según explica uno de los turistas, Marco, que viene de Milán. Este italiano nos explica que la próxima parada del crucero será Barcelona. La sala principal de la Lonja es lo único que visitan. El jardín y el resto de salas quedan en el olvido.

De compras antes de la Seo

La próxima parada es la Catedral. De camino Bruna explica que "nos habían hablado muy bien de Valencia pero no me lo esperaba así. Me encantan los colores de las casas y el puerto que está muy limpio". Su marido, Guido, se queda dice con "las zonas verdes de las ciudad" y con "lo limpio y ordenado que está todo". El guía se para junto a la Iglesia de Santa Catalina y avisa que todos tienen 15 minutos de tiempo libre antes de ir a la Catedral.Los visitantes no se alejan mucho, la mayoría se mete en la tienda de souvenirs que hay a dos metros. El establecimiento queda colapsado por la marabunta. Miran sobre todo los pequeños detalles: platitos de cerámica de cuatro o cinco euros, postales, algún libro turístico. Le preguntamos a María José, la propietaria del negocio, qué tal le sienta la llegada del crucero. Nos señala que "¿cuántas postales de treinta y cinco céntimos hay que vender para pagar un alquiler en el centro de Valencia? Hoy el nivel es bajo, los cruceros buenos venían hace cinco años. Ahora esos están en Málaga".

Dejamos el grupo de turistas número ocho comprando, por el seis que ya marchan al templo. Son las 14 horas. La Catedral abre sus puertas a las visitas guiadas.

En pocos minutos se forma una larga fila india en la puerta porque acaba de llegar otro de los grupos, el cinco. Previo paso por caja los clientes del crucero se hacen con unos auriculares para escuchar mejor a la guía que lleva un micrófono. El grupo pasa a ver el Santo Cáliz y luego al altar. A la salida de la Seo y poco antes de salir hacia la Ciudad de la Artes, Luca y Paola, que están celebrando su luna de miel, nos trasladan la idea de Valencia que han asimilado en pocas horas. "No sabía que aquí estaba el Santo Cáliz, ha sido una bonita sorpresa", dice ella mientras que su marido explica que "es una ciudad muy bella a nivel artístico y eso que yo soy de Roma. Me gusta el contraste de la nueva y la vieja arquitectura que conviven unidas".