El Museo de Historia de Valencia vivió ayer un día de total normalidad después de que el Ayuntamiento de Valencia decidiera abrir expediente al funcionario que denunció a través de este periódico algunas deficiencias del edificio y de los sistemas audiovisuales que dan soporte a sus contenidos. Y normalidad en este museo significa escaso público y algunas máquinas averiadas, pocas, eso sí, porque al perecer en el último mes y más aceleradamente desde la publicación del artículo el 4 de octubre, se han reparado la mayoría de las que estaban fuera de servicio.

La denuncia de Javier López Cavero, técnico de gestión del museo, hacía mención básicamente a las deficiencias de construcción -goteras, filtraciones y una rampa que se utiliza como almacén-, de funcionamiento -la mitad de los carísimos sistemas audiovisuales han estado averiados cerca de dos años-, y de ubicación -el edificio está en el límite con Mislata y desconectado del cercano Parque de Cabecera por una torre de viviendas que minimiza su presencia urbana-. Aún así, elogiaba el edificio e invitaba a visitarlo.

El Ayuntamiento, no obstante, ha entendido que esa denuncia vulnera el deber de "fidelidad, custodia y secreto" de todo funcionario y le ha abierto diligencias informativas previas a un expediente disciplinario. Ademas, ha hecho público un informe de la dirección del museo con la idea de contrarrestar la denuncia del funcionario, aunque en realidad no hace mención a los hechos concretos señalados.

Persisten los problemas

Y es que la realidad es tozuda. Las goteras y filtraciones se producen cuando llueve, según han reconocido personas conocedoras del complejo; la rampa no sirve como tal; y hay máquinas averiadas.

Según las fuentes, la mayoría de los sistemas audiovisuales que estaban fuera de servicio han sido reparados en las últimas semanas y de forma más acelerada a raíz de la publicación del artículo de Jesús López. Aún así, ayer seguían averiadas al menos dos de las 4 "máquinas del tiempo", uno de los grandes atractivos de la sala. En una de ellas podía leerse un cartel con el aviso de "no funciona".

Por lo que se refiere a la ubicación del museo, basta con acercarse hasta el mismo para comprobarlo. Está en el límite con Mislata, acomodado en un depósito de agua por debajo del nivel del suelo, con una carretera por delante sin tan siquiera un paso de peatones y con una torre de pisos de reciente construcción que estrangula cualquier posible conexión con el Parque de cabecera o el Bioparc, los que estaba llamados a ser los grandes aliados de este complejo en el aporte de visitantes.

De hecho, en la actualidad el número de visitas anuales está en torno a los 40.000, cuando la cifra óptima para un museo de estas características debe superar los 100.000. La mayoría, además, pertenecen a colegios de la ciudad que tienen el Museo de Historia de Valencia como referente didáctico. Son muy pocas las personas que acuden al museo por iniciativa propia, dicen las fuentes, que aseguran que a mediodía de ayer apenas habían entrado diez personas.

"Es un ataque gravísimo a la libertad de expresión de los empleados públicos"

Javier López Cavero no quiso ayer hacer declaraciones a este periódico, pero según fuentes próximas a él, recibió numerosas muestras de apoyo de compañeros, sindicatos y personas vinculadas de una forma u otra al museo. En la propia edición digital de este periódico podían leerse algunas de estas muestras de adhesión. Y también el Grupo Municipal Socialista ha querido dar su opinión al respecto. Ayer emitió un comunicado en el que muestra su "sorpresa y estupor" por la apertura de diligencias informativas contra el funcionario, una noticia que, a su juicio, es "un ataque gravísimo a la libertad de expresión de los empleados públicos que es reconocida en nuestro estado de derecho". Según el Grupo Socialista, este expediente "es un intento de acallar cualquier crítica a la gestión realizada por el concejal Vicente Igual y supondría, además, un grave atentado a las libertades públicas". "En una Democracia plenamente consolidada -dicen- los poderes públicos deben aceptar las críticas que provienen de la sociedad civil, integrada por los ciudadanos, incluidos los trabajadores públicos". Para los socialistas, de todas formas, resulta "inaceptable" que en vez de hablar de las deficiencias del museo, se centre la atención en "el mensajero". Propone, por tanto, resituar el debate y para ello pregunta al Ayuntamiento "qué piensa hacer para solucionar las deficiencias denunciadas y que son fácilmente visibles por cualquier visitante".