El tiempo que media entre los siglos XIII y XVII puede calificarse de edad de oro del cristianismo en Europa. Por su influencia en todos los ámbitos de la cultura, no solo religiosa sino hasta funeraria, ya que la totalidad de los cementerios eran parroquiales. En Valencia, la entonces alquería de Benimaclet era excepción; pues consta tuvo uno independiente en 1479 para enterrar a sus muertos, el "Fossar de Benimaclet", ubicado en el perímetro hoy de las calles: Altar de San Vicente, Bonaire y Garrofa. Pero en 1594 el arzobispo San Juan de Ribera decidió crear una iglesia parroquial en lo que se había convertido en Señorío de Benimaclet, propiedad del cabildo catedralicio; elevando a esta categoría la pequeña ermita de la huerta en la que los labradores festejaban a sus patronos, los santos Abdón y Senén. Y sepultaban también a los fallecidos de su cofradía en un panteón denominado "Vas dels Sants" (vaso de los santos). A esta parroquia el arzobispo fijó una demarcación territorial que segregó de San Esteban, dio el título de Ntra. Sra. de la Asunción y nombró su primer cura, Miquel J. Guillermo de Moix (1595-1606), que le erigió el cementerio y donó el "Fossar" a la parroquia de Santo Tomás que no tenía. Así completó Valencia la tradición de los cementerios parroquiales.

La historia de lugares y pueblos va ligada a la de sus iglesias y curas que las gobernaron. Por este motivo importa cuidar los archivos parroquiales.

Y en la iglesia de Benimaclet los mima su experto colaborador, Pedro Gómez Anaya, que ha reunido en un meritorio libro la historia de los 25 párrocos que la administraron. Por él sabemos que el cura 21 de orden en la sucesión, Francisco Catalá (1886-99), obediente a la cédula real 3 abril 1787 de Carlos III ordenando el traslado de todos los cementerios parroquiales de España a zonas despobladas -porque habían originado una peste que en Valencia se expandió con mayor virulencia- compró a su feligrés José Fco. Ciurana un campo de 6 hg. en plena huerta, al que trasladó el suyo. No le imitó el resto de párrocos ante el anuncio de la autoridad municipal de erigir un cementerio general a la ciudad. Cementerio que abrió sus puertas y bendijo el arzobispo Joaquín Company el 6 de junio de 1807. Quedó sólo parroquial el de la Asunción de Benimaclet.

Pero poseer cementerio no resulta rentable a una iglesia parroquial. Por la necesidad de fijar más caros sus servicios para mantenerlo con el personal suficiente y asumir además las pérdidas que origina. No puede competir con el municipal. Sirve de ejemplo el mismo de Benimaclet cuyos gastos mensuales no cubren muchas veces los enterramientos que atiende en ese tiempo. Sin embargo, también en este aspecto la iglesia de Benimaclet ha tenido el providencial regalo de contar en su historia con el párroco 25, Juan Luis Orquín, recientemente jubilado.

Por sus dos grandes virtudes que marcan los 37 años que ha figurado responsable de ella: su hobby por la construcción y afecto por Benimaclet que le movieron a emprender grandes reformas en su templo y también cementerio que ha ampliado. Y al que, aún sin terminar, ha reconvertido en un elegante recinto alabado por los habitantes del hoy distrito de la ciudad que lo consideran "nuestro cementerio". Muchos desconociendo que es parroquial, propiedad de Ntra. Sra. De la Asunción, goza de total autonomía y se rige por sus propios estatutos.