La exposición en sí misma ya merecería una visita: más de 500 originales de cómic de los mejores dibujantes españoles desde los años setenta hasta la actualidad capitaneados por Gallardo, Max y el premio nacional Paco Roca. Pero de esta historia lo que importa no son las viñetas, sino el tebeo que las contiene. La muestra, comisariada por el grafista y diseñador MacDiego, no se expone en ningún museo. Está exhibida en el interior de 24 casas típicas del barrio valenciano del Cabanyal, cuyos dueños abrirán sus puertas de par en par durante tres fines de semana (6, 7, 13, 14, 20 y 21 de noviembre). El objetivo, goce artístico al margen, es que los visitantes puedan recorrer las callejuelas de este barrio amenazado desde 1998 -por el proyecto municipal de prolongar la avenida Blasco Ibáñez hasta el mar- y descubran, de la mano de sus vecinos, esta forma de vida en peligro de extinción.

De este modo, el visitante topará en el número 195 de la calle Escalante con el arte de Gallardo, creador del emblemático personaje underground Makoki. Pero sobre todo, allí disfrutará de la compañía de Vicent Cuenca, un hombre de 65 años que habita esta casa centenaria desde hace veinte años. Si pregunta, le oirá contar -en valenciano, siempre en valenciano- que él ya sufrió una expropiación en el Camí de Vera hace unos cuarenta años. "Aquella era l'alqueria més bonica del món, però la tiraren!", lamenta. También escuchará que su abuelo Pepe era contrabandista y vivía en el Cabanyal, y que a su abuela Teresa la tiraron al suelo y la patearon cuando el día 30 de marzo de 1939 -"fíjate bien el día que era"- pidió, en valenciano, un billete de tren en la estación de Pont de Fusta. "Aunque se lo pidieron, ella nunca habló en castellano. ¡Qué orgulloso estoy de ella!", añade. De su abuela parece haber heredado la combatividad. En el balcón de casa cuelga una pancarta con el lema: "Espoli? No". Y sobre el futuro del Cabanyal, lanza desafiante: "Yo nací en una casa con corral y quiero morirme en una casa con corral".

El visitante de esta muestra alternativa también podrá entrar al número 68 de la calle Sant Pere y, entre cómics de Sento Llovell y de Reinoso colgados de la pared, que compiten con una impoluta y tradicional baldosa hidráulica en el piso, escuchará al propietario del inmueble, Francesc Aledón, señalar una de las grandezas del Cabanyal: "Este barrio te hace sentir más persona. En otras partes de Valencia eres un objeto que bajas de la finca, trabajas y te vuelves a esconder en el bloque. Aquí, la relación entre la gente es diferente, y la huerta, el mar y la luz lo hacen todo especial". Y así, hasta 24 casas con sus propietarios y sus respectivas historias que pretenden concienciar a la población sobre la "injusticia social" que sufre el barrio, según defiende Salvem el Cabanyal.

Una "fuerza visual" compartida

Así es Cabanyal Portes Obertes, un proyecto reivindicativo que llega a su duodécima edición y que arranca el próximo sábado. Un día antes, el viernes, el humorista Xavi Castillo actuará a las siete de la tarde en la plaza Lorenzo la Flor como prolegómeno a la muestra. MacDiego, que ha comisariado la exposición, destacó en la presentación de ayer que nunca antes se había visto en Valencia una selección de cómic nacional tan extensa y de tanta calidad. Por su parte, el valenciano Paco Roca subrayó "la fuerza visual" que comparten el cómic y el Cabanyal. Pero no es sólo fuerza estética. En este antiguo barrio marinero, antes llamado "Poble Nou de la Mar", destaca, sobre todo, la fuerza de un movimiento humano que busca preservar las viñetas más auténticas de este viejo e ingrato cómic que es Valencia.

Faustino Villora: "Mi padre ha podido morirse en su casa por nuestra lucha"

?Faustino Villora fue presidente de Salvem el Cabanyal durante diez años y es hijo de Faustino Villora Maestro, que murió anteayer a los cien años de edad después de toda una vida vivida y trabajada en el Cabanyal.

Su padre ha muerto sin ver asegurado el futuro del que siempre fue su barrio.

Sí, pero me da mucha satisfacción que haya podido morirse en su casa. Él siempre vivió en la calle Sant Pere del Cabanyal. Y estoy seguro de que sin la lucha de tanta gente, mi padre no hubiera podido morirse en su casa de toda la vida.

Su padre, fallecido a los 100 años, y su madre, que aún vive con 94, son símbolos silenciosos de la vida en el Cabanyal.

No, a ninguno de los dos les hubiera gustado ser considerados símbolos de nada. Vivieron siempre en Sant Pere y ahí tuvieron su horno. Igual que hizo en las anteriores protestas y caceroladas, mi padre todavía participó en la manifestación de mayo sentado en una silla de ruedas, y mi madre leyó el manifiesto de Salvem el Cabanyal en el Ayuntamiento de Valencia en el famoso pleno de 2001. Ambos asumieron su compromiso para que su barrio fuera rehabilitado y los vecinos no estuvieran enfrentados entre ellos. Eso querían los dos.