El inicio de las obras del nuevo Pont de Fusta aproxima la ciudad de Valencia a la veintena de puentes, pasos sobre el cauce con carácter histórico y moderno, funcionales o exagerados, necesarios y hasta inoportunos. Cinco de ellos tienen la catalogación de históricos, otros tantos llegaron trescientos años después con el ensanche de la ciudad y el resto, siete, nacieron ya con la democracia y el progreso. Cuando se haga el Pont de Fusta serán 18 los puentes sobre el viejo cauce y sólo faltará por construir, de momento, el paso que sobrevolará el PAI del Grao a la altura de Nazaret y el circuito de la Fórmula 1. En total, 19 en apenas siete kilómetros de río.

En realidad, desde su nacimiento Valencia estaba llamada a ser una ciudad de puentes. Las primeras cabañas clavadas en el año 138 antes de Cristo estaban en el centro de una pequeña isla del río Turia. Y luego, cuando uno de los brazos se desecó por la acción del hombre, se construyó una muralla que enfrentaba la ciudad con el cauce. Cualquier acceso por el norte requería de estos pasos elevados.

El primero, el gótico Puente de la Trinidad, data del año 1402, y después vinieron los de San José, Serranos, del Real y del Mar. Todos se construyeron en los siglos XV y XVI para dar entrada a los viajeros que llegaban de las comarcas, y se hicieron en piedra para resistir a las muchas riadas que se producían en aquella época. De hecho, el Puente de Serranos se levantó, según algunos historiadores, sobre otro puente de madera destruido por las aguas, lo mismo que los del Real, que sustituía a una pasarela de madera del año 1321; y del Mar, que es el único peatonal y ocupó el lugar de una pasarela destruida diez años antes.

Vacío de trescientos años

Precisamente estos dos puentes son los últimos de esta serie, ambos de finales del siglo XVI. A partir de ahí tuvieron que pasar más de trescientos años para que Valencia inaugurara un nuevo paso sobre las aguas del Turia. No es que las autoridades de la época fueran más aficionadas a estas construcciones que sus antecesores, es que Valencia derribó su muralla en la segunda mitad del siglo XIX y con el ensanche se crearon nuevas necesidades urbanas, nuevas conexiones pensadas ya para el tráfico rodado.

Esta segunda serie de puentes la encabezan los de Aragón, de 1927, y de Astilleros, de 1929, a los que siguieron los de Campanar, Ademuz y del Ángel Custodio, que data de 1967. Se trata de construcciones que alternan la piedra, el hormigón y el hierro, muestra de la nueva era industrial en la que se levantaron. Son, además, puentes muy funcionales, donde prima claramente el servicio sobre la monumentalidad. De estilo racionalista, el único destacable en este sentido es el de Aragón, llamado así porque estaba junto a la desaparecida estación de la que salían los trenes para aquella tierra.

La tercera y última etapa por lo que a puentes se refiere hay que situarla ya en la Democracia (con Franco sólo se hicieron dos), después de que se construyera el cauce nuevo y los puentes dejaran de sortear un río de agua para sortear la hendidura de un cauce convertido en el gran pulmón verde de la ciudad. En apenas veinte años se han construido siete puentes y se han iniciado las obras de un octavo. Se trata, además, de construcciones de alto valor paisajístico y arquitectónico entre las que sobresale el nombre de Santiago Calatrava, autor de cuatro de ellos.

Aparece Calatrava

El primero de la época y del hoy afamado arquitecto valenciano es el de 9 d´Octubre, fechado a finales de los años ochenta. Se trata de una obra propia de un artista en ciernes que aún debería alcanzar su propio estilo, plasmado años después en los puentes de la Exposición (Peineta), Monteolivete y l´Assut de l´Or, ambos en la Ciudad de las Artes y las Ciencias, su obra cumbre en Valencia.

Los otros tres puentes de esta etapa son los de las Artes, construido junto al IVAM; del Reino, característico por sus gárgolas; y de las Flores, levantado como p0ntón provisional para sustituir al de la Exposición mientras éste tomaba forma.

El siguiente ya es el nuevo Pont de Fusta, que hace el número 18 y que inicia una nueva etapa sobria en cuanto a la cantidad y la calidad de las construcciones. Los dispendios de los últimos años no casan con los nuevos tiempos de austeridad y así lo ha entendido el Ayuntamiento de Valencia, que ha tenido que dedicar a esta obra la mayor parte de su esfuerzo inversor para 2011.

El nuevo Pont de Fusta se construirá sobre la actual pasarela del mismo nombre con la intención de canalizar el tráfico que se quitará del histórico Puente de Serranos, que pasará a ser peatonal dentro de este mismo proyecto. Serán en realidad dos plataformas paralelas, una de tres carriles para vehículos y otra de madera para peatones, conservando así el espíritu de un paso concebido para unir la estación de ferrocarril con el centro histórico de la ciudad.

El diseño es de los arquitectos José María Tomás, Juan Francisco Moyá e Ignacio Company y tendrá un presupuesto inicial superior a los diez millones de euros, seis veces menos que el puente de l´Assut de l´Or, que se presupuestó en 2004 por 23 millones de euros, que en 2008 iba ya por los 34 y que al final la Sindicatura de Comptes fijó en 59,9 millones de euros.

Cuando se termine, dentro de un año, el cupo de puentes para Valencia, al menos en el viejo cauce, estará prácticamente agotado. Sólo quedará por ejecutar el paso que debe sortear el río a la altura de Nazaret, aguas arriba del puente de Astilleros, integrado dentro del PAI del Grao.

Este puente figura en la Revisión del Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) propuesto por el actual equipo de gobierno municipal, que, como todos estos planes, tiene como horizonte una generación.

Por saturación y por economía, puede decirse que hemos entrado en un tiempo nuevo para los puentes de Valencia después de su época más dorada.

La mayor defensa fluvial de España

Los puentes sobre el cauce del Turia han encontrado siempre un aliado monumental, que son los pretiles, una defensa fluvial, con carácter también histórico, que no tiene parangón en España. Se trata de más de 13 kilómetros (siete por cada lado) de muralla, construida al tiempo que ha crecido la ciudad y el río amenazaba sus barrios.

El primer tramo se terminó a finales del siglo XVI, lógicamente en el frente más urbano, el que unía los puentes de la Trinidad y del Real. Y luego vinieron la zona del Puente del Mar y el tramo entre Mislata y el puente de San José. La gran riada de 1589 marcó un antes y un después en la protección de la ciudad y estos pretiles fueron la primera solución hasta que se construyó el nuevo cauce y las aguas dejaron de fluir por el centro de Valencia.

Aunque se trata de una obra sobria, en algunos tramos históricos pueden apreciarse detalles de gran valor artístico, fundamentalmente en el actual Paseo de la Petxina. También son dignas de resaltar las rampas, los bancos de piedra o las tallas. Por todo ello cualquier obra sobre el cauce, siempre en la zona histórica, necesita un informe favorable de la Dirección General de Patrimonio de la Generalitat Valenciana. Para el nuevo Pont de Fusta, por ejemplo, se retirará el pretil piedra a piedra para reponerlo después.