Décimo Junio Bruto, además de la denominación oficial de una desmemoriada plaza del cap i casal, aún sin rótulo metálico reglamentario, de diseño giboso, que muy pocos del vecindario sabrían ubicar realmente junto a la medieval de la Almoina, de nada recomendable traducción al valenciano, es el nombre del cónsul de la hispana provincia Ulterior, que en el año 138 a. C. fundó contra todo pronóstico en la distante demarcación Citerior la ciudad de Valentia, en el corazón del ancestral territorio ibérico, para asentar en ella a los soldados licenciados de las guerras sertorianas —mejor olvide el lector el peplum televisivo Hispania—, según relata el famoso historiador Tito Livio y reproduce grabada a cincel en la piedra desnuda, la ahora maltrecha losa conmemorativa fundacional de la Plaza de la Virgen, revival barroco postrero del arquitecto municipal Emilio Rieta: «D. Ivnivs Brutus cos. in Hispania, is qui sub Viriatho militaverant agros et oppidum dedit, quod vocatum est Valentia».

Hito originario al que en estas mismas páginas ya dedicamos el artículo «Dos mil ciento cincuenta años (MMCL) de Valencia» (Levante-EMV, 17-04-2010), animando en la medida de nuestras posibilidades a las fuerzas vivas valencianistas a la celebración comunitaria de tan fausto evento en el próximo año olímpico 2012. Horizonte en el que encajaría como anillo al dedo la superproducción gallega a protagonizar por Luis Tosar, precisamente encarnando a este mismo magistrado romano, que para sorpresa de muchos valencianos de a pie portaba como sobrenombre latino el de «Galaico», por sus victorias sobre los celtas «gallaeci», después de vadear el mitológico río del olvido Lethes (hoy Limia) en su expedición a los confines del mundo entonces conocido.

Sin embargo la Valencia de los edetanos no es la única urbe cuyo nacimiento se relaciona con Junio Bruto, pues también se le asocia con el origen de Brutobriga, probablemente en el lejano Cerro de la Botija de Villanueva de la Serena (Badajoz). Problemática histórica en la que no conviene olvidar las lecciones de la profesora Mª. José Pena, sobre el hecho de que las emblemáticas acuñaciones monetales valentinas, con el cuerno de Amaltea y los rayos jupiterinos, parecen inspiradas en la iconografía de un célebre denario de Quinto Fabio Máximo Eburneo del año 127 a.C., por lo que finalmente la puesta en marcha de la colonia latina fundada a orillas del Turia pudo ser en realidad una «cosa de familia», en este caso de la familia (gens) Fabia y los veteranos de los ejércitos sustentados económicamente por sus aristocráticos miembros, en cumplimiento de los designios del cónsul «Gallaecus».

Por todo ello y ahora que los hornos de fundición vuelven a echar chispas para conformar la figura en bronce de Juan Pablo II, nos atrevemos a recuperar la idea de la escultura del romano fundador de nuestra urbe, acompañado de la icónica groma de agrimensor, por qué no a falta de mejores rasgos conocidos, con los del noble actor gallego de «Los lunes al sol».