Veinticinco años después de que el Ayuntamiento y el Puerto de Valencia firmaran un convenio para la ampliación de este hacia el sur puede decirse que se han confirmado los peores temores del barrio de Nazaret, el gran damnificado de aquella firma. Como se preveía, el puerto ha multiplicado su capacidad operativa, se ha convertido en la quinta terminal de Europa en tráfico de contenedores y la 28 del mundo. Sólo el año pasado movió el equivalente a 4,2 millones de contenedores. Pero los vecinos de Nazaret no han dado el salto cualitativo que se les prometió como compensación a la pérdida de su bien más preciado, el mar. Muy al contrario, han retrocedido respecto a otros barrios de la ciudad y ahora sólo pueden aspirar a una playa artificial que nunca llega.

Desde su origen, Nazaret fue un barrio peculiar, aislado de Valencia y condenado a la autosuficiencia. Su origen hay que buscarlo en el año 1720 cuando los dirigentes de la ciudad decidieron trasladar de Monteolivete a esta apartado punto de la costa el lazareto, término con el que la Real Academia de la Lengua define en su primera acepción al «establecimiento sanitario para aislar a los infectados o sospechosos de enfermedades contagiosas»; y en su segunda al «hospital de leprosos».

Al parecer, un grupo de pescadores y trabajadores del puerto se instalaron en torno a este hospital y terminó creándose un barrio, que en al año 1877, junto con el de Russafa, pasó a formar parte del término municipal de Valencia.

Esta unión, sin embargo, no supuso su conexión con la ciudad, ni en sentido estrictamente físico ni emocional. Ni el puente de Astilleros (1931) ni el tren acercaron ambos pueblos, de manera que Nazaret tuvo que sobrevivir casi por su cuenta y acogiéndose a sus propios símbolos. Uno de ellos es la parroquia dedicada a la Virgen de los Desamparados, construida en 1942 y reconstruida después de que la riada de 1957 acabara con ella. El otro era su playa, la que los valencianos hicieron suya desde finales del siglo XIX y disfrutaron hasta principios de los años 80.

Pero, curiosamente, ese privilegio le supuso la mayor de las agresiones sufridas por el barrio en toda su historia, una pérdida que sobre el papel debía ser ampliamente recompensada, pero que en la práctica no les ha sacado de su aislamiento. Nada les impide sentirse maltratados.

El convenio

El 19 de mayo de 1986 —se han cumplido 25 años hace tres días— el Ayuntamiento de Valencia y la ahora denominada Autoridad Portuaria firmaron un convenio que permitía la ampliación del Puerto de Valencia por el sur, es decir, extendiendo sus construcciones de hormigón sobre la arena, las casetas y las aguas de Nazaret.

A cambio, y debido a las intensas protestas del vecindario, los firmantes se comprometieron a introducir importantes mejoras en el barrio, como una enorme franja ajardinada que ablandara la dureza de la carretera que une el puerto con la circunvalación sur; la integración del canal de desembocadura del río en el Jardín del Turia; varios equipamientos públicos donde antes había fábricas abandonadas...

Pero 25 años después aquellas promesas se han convertido mayoritariamente en incumplimientos y además se han producido nuevas agresiones sobre el barrio que lo mantienen anclado en los últimos puestos de la ciudad en lo que a indicadores sociales se refiere, entre ellos renta y empleo.

Julio Moltó, portavoz de la Asociación de Vecinos de Nazaret, recuerda que a finales de los años noventa se puso en marcha la Zona de Actividades Logísticas (ZAL) del puerto, que «acabó con la mayor parte de su huerta»; que en el año 2004 se urbanizó la desembocadura del río sin adecentar su cauce y provocando inundaciones; y que hace cuatro años se construyó un circuito de Fórmula 1 que da cobertura a una «competición efímera» y que, sin embargo, ha condicionado la urbanización de este último tramo del cauce (el ilusionante PAI del Grao), llamada a unir el barrio con el núcleo urbano.

La esperanza del PAI

Es verdad, admite Moltó, que se han creado muchos servicios básicos para el vecindario, como uno de los mejores polideportivos de Valencia, el centro de servicios sociales, un centro de mayores, una biblioteca, el centro de salud y un centro juvenil, pero eso no ha compensado las pérdidas anteriores ni ha evitado que Nazaret siga siendo la «periferia urbana y social» de la ciudad. En estas circunstancias, sólo uno de los grandes proyectos del Ayuntamiento de Valencia puede resarcir al barrio de gran parte de sus agravios históricos. Se trata del PAI del Grao, que, aunque condicionado, como se ha dicho, por el circuito de Fórmula 1, prevé, entre otras cosas, la urbanización del espacio que separa el barrio de la ciudad y la creación de esa playa artificial que ha de devolverles el mar.

Ese conglomerado de arena, agua salada y sol debe emerger entre el Puente de Astilleros y el que se construirá frente a la calle Mayor. Y tendrá un canal de agua de mar abastecido por estaciones de bombeo. De hacerse realidad, sería como retroceder en el tiempo para saltar hacia el futuro, un futuro siempre incierto cuando se trata de Nazaret.

Los vecinos reclaman un convenio más exigente

Del 25 aniversario de la firma del convenio entre el Puerto de Valencia y el ayuntamiento quienes primero se han acordado han sido los vecinos, sobre todo porque aquel convenio tiene fecha de caducidad, que son precisamente 25 años. Es decir, el acuerdo expiró hace tres días y, por tanto, la colaboración de la Autoridad Portuaria y el consistorio debe revisarse en lo que a Nazaret se refiere.

Según consta en un escrito oficial de la Asociación de Vecinos de Nazaret, en estos 25 años ha habido incumplimientos de ambas partes. Al puerto le achacan no hacer cedido para zonas verdes municipales el antiguo aparcamiento de Moyresa, ni la parcela que ahora ocupa la empresa Arlesa (Bunge Ibérica), que, según el convenio, pasaría a dominio municipal si cesara su actividad, como ha así ha ocurrido, afirman.

Tampoco ha integrado la desembocadura del río en el Jardín del Turia. Más bien ha modificado esa desembocadura construyendo una rotonda y tapando el viejo cauce, obras que además sirvieron para inundar el barrio en septiembre de 2004.

Por su parte, al Ayuntamiento de Valencia le recuerdan que aún no se ha construido el equipamiento público de Marazul, el descuido del Paseo Levante y, en general, el incumplimiento de «su deber de defender los intereses de los vecinos». Así pues, piden que en la renovación del convenio se comprometan a cubrir estos incumplimientos y también a la cesión gratuita al Ayuntamiento del parque nuevo de Nazaret, el balneario Marazul, Benimar y el suelo de la antigua fábrica de aceite.

Exigen, por último, que se destape el cauce y que se construya un gran parque de la desembocadura que dé continuidad al Jardín del Turia.