S?????ueca quiso adquirir el lago en 1926 y se ofreció a pagar hasta el doble que Valencia por la propiedad de la Albufera y la Devesa. Un año después se consumó la ley de 1911 por la cual el Estado cedió la propiedad a la ciudad de Valencia. El rey Alfonso XIII la entregó formalmente en una visita al "cap i casal" el 3 de junio de 1927. Ocho días antes quedaban definidos los límites a través de un acta de amojonamiento. El delegado de Hacienda y el ayuntamiento valenciano habían llegado a un acuerdo al respecto en agosto del año anterior.

En el mismo paquete entraba el monte de la Devesa del Saler. El valor de ambas se tasó en 1.062.980,40 pesetas, según la documentación de la época. Se fijó la superficie del lago en 3.114 hectáreas, 25 áreas, 56 centiáreas, equivalente a 37.476 hanegadas.

La regla había sido promulgada el 23 de junio de 1911, siendo ministro de Hacienda Tirso Rodrigáñez. Levantó los recelos de todas las poblaciones limítrofes con el lago a pesar de que la entrega "no podía entenderse en perjuicio de los derechos de los propietarios ni de los ayuntamientos fronterizos, respetándose las servidumbres legalmente adquiridas; la infracción de las condiciones de la cesión motivaría por parte del Estado la declaración de caducidad", según escribe Francisco de P. Momblanch en su "Historia de la Albufera de Valencia".

El primero en desenterrar el hacha de guerra fue el senador carlista por Valencia Manuel Polo y Peyrolón (Cañete, Cuenca, 1846-Valencia, 1918). Fue llamado al orden por el presidente del Senado en la sesión del 29 de marzo de 1911, tan sólo seis días después de hacerse pública la ley. Polo, "haciéndose eco de las aspiraciones de los pueblos ribereños de la Albufera", pide que se modifique el proyecto de cesión aprobado por el Congreso. Por parte de la presidencia no se consideró "pertinente ocuparse de un asunto que acaba de llegar a la Cámara y que aún no ha sido sometido a la comisión de peticiones", según relató el periódico ABC de la época.

La ley establecía las condiciones económicas de lo que algunos historiadores han calificado como venta encubierta, así como la prohibición de secar el lago, talar árboles o revender terrenos. "No podrá tener otra ocupación o destino agrícola más que el de monte", decía en su artículo cuarto. Además, exigía el respeto a los derechos adquiridos en materia de riego, transporte, agrícolas o aguas de los pueblos limítrofes: Albal, Alfafar, Catarroja, Massanassa, Silla, Sollana y Sueca. Las tierras, marismas originales o ganadas por aterramiento al lago, se destinaban al cultivo del arroz.

"No podrá ejercitar el Ayuntamiento de Valencia el dominio, tanto directo como útil que por esta ley se le cede, sin que se practique antes un deslinde oficial de la dehesa y el lago de la Albufera con intervención de los propietarios colindante y de los representantes de los ayuntamientos que tienen jurisdicción sobre los términos limítrofes al lago y dehesa", se exigía en el artículo séptimo.

Un franciscano combativo

Valencia había solicitado cerrar la operación en reiteradas ocasiones. Una de ellas, en julio de 1922, el alcalde de Valencia pidió de nuevo la cesión y el ministro de Hacienda le respondió con la siguiente misiva: "En contestación a su telegrama, le participo que según el artículo séptimo de la ley de 23 de junio de 1911, no podrá ser entregada la Albufera a ese Ayuntamiento, hasta que se halle terminado el deslinde".

Ello demuestra que hasta esa fecha los tira y afloja por demarcar los términos municipales estaban en plena efervescencia. Sueca también se interesó ante el Gobierno del Estado y la respuesta fue prácticamente la misma.

Un personaje suecano tiene especial importancia dentro del procedimiento. Se trata de Félix Francisco Burguera Serrano, el padre Amado de Cristo (Sueca, 1872-1960). Cronista oficial e historiador "sui generis" de la época. En noviembre de 1923 necesitó de dos sesiones del Pleno del Ayuntamiento de su ciudad natal para exponer su alegación sobre los deslindes que tituló "Derechos legítimos de Sueca a las tierras limítrofes a la Albufera, lindantes con su término municipal, detentadas por Valencia; y consecuencias lógicas que de tales derechos derivan". La propuesta fue elevada al estamento Directorio Militar, sin que fuera tomada en consideración.

El personaje, a quien Joan Fuster (Sueca, 1922-1992) define en el libro L'Albufera de València como "franciscano exclaustrado, rico y proveído de una fantasía clamorosa, consumió su vida en ocupaciones admirablemente extrañas". Del autor de una historia local y otros volúmenes de carácter religioso, asegura que "también practicaba las relaciones sobrenaturales, y dicen que se le aparecía la Mare de Déu o Nostre Senyor; como mínimo, patrocinó los videntes de Ezquioga, allá por lo años 30; incluso fundó una subsecta religiosa". Aún así, el autor de "Nosaltres el valencians", le reconoce el mérito de haberse interesado y defendido activamente la causa suecana en el litigio de los lindes del lago.

"Probablemente, la actitud del padre Amado debió de ser considerada como una extravagancia más de las suyas", escribió Fuster. "En realidad, el problema administrativo era bastante tenue, y no llegaba a apasionar al vecindario", matizó. Fuster también recuerda que el destinatario del alegato del franciscano era el general Primo de Rivera que acababa de tomar el poder "y seguramente no estaba para cuentos".

El padre Amado escribía en su exposición que "a últimos de marzo, el alcalde de Valencia (hijo de Sueca) fue, con una comisión a Madrid a gestionar el asunto de la cesión". A raíz del viaje, la prensa de 1923 ya daba por hecho que la cesión iba a hacerse efectiva en breve. "Y entonces, tendríamos que ver con pasmo y dolor cómo un hijo de Sueca, haciéndose intérprete de los deseos de Valencia, olvidaba los derechos de su patria chica", añade. El personaje en cuestión era el abogado y político Juan Artal Ortells (Sueca, 1888-Valencia, 1976).

Burguera recuerda antes de las conclusiones que Valencia le arrebata a Sueca 7.000 hanegadas de tierra entre las que se incluye el municipio del Palmar. Así reclama, por privilegios y derechos históricos que el término municipal de Sueca "no sólo llega hasta el Perelló, según se le reconoce hoy, sino hasta el Perellonet-Dehesa, Sequiota, por medio, inclusive con sus aguas; y subiendo en línea recta, hasta la posesión de Torre en Torre, también inclusive, encerrando al Palmar, así mismo con sus aguas".

Por último, el padre Amado apelaba al derecho de Sueca sobre los terrenos resultantes en el hipotético caso de que se secara la Albufera "natural o artificialmente. Las tierras enjutas de ella con sus aguas, que lindasen con el término de Sueca" corresponderían al término municipal, según reclamaba.

Como que de aquellos polvos vinieron estos lodos, en la memoria colectiva de muchos suecanos y suecanas persiste el imaginario de que algún día l'Albufera, o parte de ella, fue suya o que Valencia le ha ido arrebatando paulatinamente parte del término municipal. De hecho, a mediados de los años noventa, siendo concejal del Ayuntamiento de Valencia Manuel Tarancón (Burriana,1954-Valencia, 2004), este municipio volvió a colocar señales delimitadoras de su término, en los alrededores del lago, sobre tierra firme del de Sueca. Ni que decir tiene que los suecanos las hicieron desaparecer en cuestión de horas.

La última de las anécdotas que han sido utilizadas como argumento para rememorar, con sorna tertuliana, aquel pasado histórico reciente, se remonta al pasado mes de abril. En este caso fueron los responsables del Parque Natural de la Albufera quienes ubicaron un cartel indicador unos metros fuera de sus límites, junto a la carretera de les Palmeres.

Este verano también se cumplen 25 años del reconocimiento oficial de la Albufera como parque natural por parte de la Generalitat, el primer entorno protegido de la Comunitat Valenciana. Abarca 21.120 hectáreas, 14.000 de las cuales están destinadas al cultivo del arroz.????