Las voces que exigen el inicio de un diálogo que ponga fin al deterioro del Marítimo, son más numerosas cada día. Universidades, partidos políticos, asociaciones y ciudadanos reclaman que se actúe con urgencia sobre un entorno degradado, dividido y huérfano de atenciones y decisiones. Son ya demasiados años de incomprensible falta de entendimiento entre posturas enquistadas, provocando situaciones injustas que desembocan, demasiadas veces, en dramas personales.

El diálogo que se reclama es necesario y urgente. Pero no porque la adversa situación económica actual impida iniciar un proyecto demasiado controvertido, sino porque el Marítimo necesita de un programa que contemple todos sus problemas, que son muchos, para darles las soluciones pertinentes.

La triste actualidad del Marítimo no admite lecturas simplistas. La realidad es tan compleja como complejos son los problemas que sufren a diario unos vecinos, orgullosos de su barrio, cuya reclamación unánime es que se erradiquen las situaciones que carcomen la trama urbana y dinamitan la convivencia. Entre ellas, la suciedad, la falta de seguridad, la mendicidad, la marginación o la drogadicción. Y, para ello, únicamente se necesita voluntad.

Es opinión bastante generalizada, que el Marítimo es un barrio cuyas características lo convierten en la gran oportunidad para la ciudad… siempre y cuando ésta no le obligue a olvidar su origen: el mar. Así lo confirman los muchos valencianos que acuden al puerto y al Paseo Marítimo.

Pero son pocos los que se aventuran a pasear por sus calles. Las opiniones y los comentarios negativos han hecho mella en sus preferencias. Acuden a un sitio u otro, muy concretos, pero dudan en adentrarse en un barrio cuya presencia en los medios suele ser negativa y cuyas singularidades desconocen. Sin embargo, si lo hicieran, podrían escuchar las voces que les hablarían de la construcción de barcos, de la pesca que abasteció las mesas reales, de los barcos que llevaron nuestras naranjas y nuestros vinos por toda Europa... Pero también de interesantes posibilidades de futuro que esperan el entusiasmo de jóvenes emprendedores que intuyan que, a lo largo de la historia, el mar ha confirmado permanentemente su vocación de tradición y modernidad. Así ha sido en todas las épocas y en todos los lugares donde se ha sabido escuchar su voz para desentrañar oportunidades.

Es evidente que ese futuro no pude construirse con desencuentros, menosprecios o con trabas que impidan el normal desarrollo de la vida y de la convivencia.

La esperanza está en el diálogo. Por favor, que comience cuanto antes.