A Santiago Grisolía se le escapó de las manos el último y más significativo detalle del ambicioso proyecto de crear en Valencia un deslumbrante centro de investigación, cuando el expresidente la Generalitat, José Luis Olivas, recomendó al conseller de Sanidad, Vicente Rambla, el nombre de Rubén Moreno para llevar el timón de la espectacular nave. Esta fue la manera de compensarle por todo lo que había hecho por la política de Castelló, que era sinónino de decir por Carlos Fabra, el virrey indiscutible.

Pero Rubén Moreno no era la persona en quien pensaba Grisolía para poner en marcha la ambiciosa máquina de la ciencia de la Generalitat Valenciana. El discípulo de Severo Ochoa tenía en mente un científico de fuera de Valencia que nunca pudo coger las riendas del centro de investigación, aunque ahora, tras la dimisión de Carlos Simón, sí podría llevarlas.

La orden de Olivas se ejecutó y cuando a finales de 2004, Moreno trasladó los enseres de su despacho de dirección del angosto Instituto Valenciano de Investigaciones Citológicas para tomar posesión de los 32.612 metros cuadrados del acristalado edificio, que el arquitecto Ramón Esteve recreó junto al Oceanográfico, aplicó a rajatabla la divisa que anunciaba a los investigadores cada vez que se tropezaba con ellos por las estrechas dependencias: «Cuando estemos allí no me vais a ver». Dicho y hecho.

En sus primeros meses al frente de la institución, Moreno comenzó a blindarse de personal de confianza y de abogados para que le manejaran los asuntos y a alejarse de los verdaderos protagonistas. Y ahí nacieron las primeras grietas.

En los primeros años, el equipo directivo se acostumbró a disparar con pólvora de rey, no en vano se había pasado de un presupuesto de 600.000 euros anuales en el Citológico a manejar los 9,7 millones, que aportó la conselleria hasta 2009.

El primer golpe de efecto de Moreno fue fichar al investigador Miodrag Stojkovick, especializado en la clonación de embriones humanos, a quien nombró subdirector y le asignó un sueldo de 80.000 euros, pese a que apenas pisaba el centro.

Algunos miembros del patronato que gestiona la institución reconocieron a este periódico que jamás pudieron saludarlo porque en los cinco años jamás se lo encontraron. Moreno empleó a la esposa de Stojkovick y a 20 de sus colaboradores.

Investigadores consultados por este periódico manifestaron que en los primeros años el centro se convirtió en una «oficina de colocación». Los puestos clave de la Junta de Contratación de la entidad estaban copados por el equipo de confianza de Moreno y algunas de las adjudicaciones, como los 180.000 euros para una agencia de viajes, llegaron a ser muy controvertidas.

El relumbre mediático que se vendía desde la Conselleria de Sanidad no coincidía con el asombro de los investigadores, conocedores de que algunas de las contrataciones millonarias se realizaban al margen de criterios científicos. Las grietas crecían.

En 2009 la situación se hizo insostenible. Trece de los 25 laboratorios punteros con los que el centro comenzó su andadura desaparecieron, algunos directores de laboratorio decidieron marcharse en disconformidad con Moreno, otros fueron invitados a trabajar fuera y tres fueron despedidos.

Los primeros despidos terminaron de agrietar la imagen de tan magno proyecto y las aguas se revolvieron. Veintiún científicos se quejaron por escrito al presidente y vicepresidente del patronato —conseller y Santiago Grisolía, respectivamente—, de la gestión politizada del director y entre líneas pidieron su relevo. «El centro funciona de manera arbitraria, la ciencia es incompatible con el hostigamiento», declaró uno de los firmantes.

A Moreno se le dio la patada hacia arriba, nombrándole director general, y fue relevado por Carlos Simón que quiso reflotar la institución pero que al cabo de dos años tampoco ha podido conseguirlo.

Al principio, porque el equipo-espía del primer director que permaneció unos meses en sus puestos de trabajo bloqueó el acceso a la documentación y, después, porque Simón, que ha maridado su actividad pública con sus intereses privados en la Fundación Instituto Valenciano de Infertilidad, no terminó de cuajar entre los investigadores, entre otras cosas por acatar los sucesivos recortes presupuestarios impuestos por la conselleria con carácter retroactivo, que ha descapitalizado la institución, y por haber aceptado a un gerente con sueldo millonario que ha disparado la metralleta del recorte de gastos sin criterios científicos y ha acelerado la política de despidos.

El comité científico dimitió el martes para forzarle a presentar la renuncia, de la que no pudo escapar. La versión oficial fue el recorte de 1,7 millones del ministerio, pero tras ese ficticio telón está la asfixia financiera de la conselleria, que va a convertir a la preciada joya de la investigación valenciana en una sucursal de fundaciones y empresas.

Moreno pidió que le incluyeran como investigador principal

En el Centro de Investigación Príncipe Felipe (CIPF) se teme que detrás de la dimisión del director científico del centro, Carlos Simón, esté la mano oculta de Rubén Moreno y que éste aspire de nuevo a hacerse con el control del centro.

En el primer año al frente de la institución, Moreno remitió a once investigadores vinculados con Medicina Regenerativa un correo electrónico, fechado el 14 de septiembre de 2005, en el que les indicaba que al rellenar la encuesta de la Conselleria de Sanidad y del Instituto de Salud Carlos III pusieran su nombre si en el cuestionario se pedía agregar a un investigador principal o coordinador.

El programa de Medicina Regenerativa se financió con fondos del Instituto de Salud Carlos III, dependiente del ministerio, y de la Conselleria de Sanidad. El presupuesto para tres años era de 18 millones.

Al parecer la normativa del CIPF heredó una cláusula del antiguo instituto de Investigaciones Citológicas (su precedente) por la que se «premiaba» al investigador principal con el 2 % de los fondos que él mismo había recabado en la industria u otras fuentes de financiación, que se planteó para estimular la captación de ayudas. Por otra parte hay que recordar que dos adversarios como Moreno y Simón se pusieron de acuerdo en 2007 para explotar conjuntamente una patente internacional del CIPF y el IVI. p.g. b. valencia