Mercedes Gómez siempre quiso tener un terrenito donde cultivar sus productos. Y eso que reconoce, entre risas, que ella, del campo, no tiene ni idea. Hasta ahora. Su sueño se ha cumplido gracias a la iniciativa de Adrià Esteve, un joven de 27 años que ha decidido darle una vueta de tuerca a la visión tradicional de la producción agraria.

El joven, ingeniero agrónomo, decididó reparcelar las 3,5 hectáreas de un campo que tiene su familia en Carpesa. Dividió la tierra en 30 parcelas de 50 metros cuadrados, acondicionó la zona común y la balsa de riego, repartió unos trípticos anunciando su proyecto y esperó a ver cómo funcionaba. La iniciativa comenzó en septiembre y, a día de hoy, sigue recibiendo llamadas de clientes dispuestos a alquilar un trocito de tierra por 30 euros al mes. Y es que, en la parcela de Adrià, más que a trabajar el campo (que también), se va a disfrutar. Del sol, de las amistades, del contacto directo con la tierra. Y a aprender. A qué distancia se deben plantar las semillas, cómo se hacen los caballones, cuándo se deben plantar los diferentes productos o cómo combatir las plagas.

Mercedes fue la primera clienta, pero no quería ser la única. Por ello, conveció a cuatro compañeros más del instituto de Meliana donde trabaja, y entre los cinco, arredarron la primera parcela. Hoy han decidido ampliar sus dominios al ver lo bien que a uno se le da cultivar un trocito de tierra cuando está bien asesorado. Y los consejos de Adrià deben ser buenos, porque las parcelas cultivadas tiene un aspecto inmejorable.

"Ayuda a mantenerte en forma"

A sus 15 años, Violeta se mueve entre la huerta como pez en el agua. Y confiesa: "En cuanto tengo un hueco me vengo con mi padre a la parcela, y le ayudo". Y es que asegura, con una seriedad impropia de su edad, que recuerda lo "ríquísma" que estaba la primera lechuga cultivada con sus manos que se comió. "Sabía especial", asegura. A su lado, Xose Pablo, de 27 años y de Casas de Bárcenas, afirma que a él, ir al centro de ocio agrario, le ayuda "a despejarse" y a "mantenerse en forma". "No te creas, que aquí no paras. Esto es mejor que ir al gimnasio", afirma.

Entre las diferentes parcelas dicurre el sistema de riego por goteo, que se cobra aparte por si alguien quiere usarlo. De momento, aún está por estrenar.

Adrià es joven pero sabe lo que hace. Colabora desde hace 10 años con un agricultor que cultiva verdura ecológica. El mercado tradicional funciona a duras penas, y aunque sabe que con esta iniciativa no va a hacerse rico, "al menos le saco rentabilidad a un campo que tenía en desuso".

Los usuarios del centro de ocio agrario de Carpesa están aprendiendo los misterios de la huerta, pero conocen las tradiciones, y como "buenos hombres de campo", son incapaces de despedir el reportaje sin ofrecer una lechuga. "La mejor que has probado en tu vida", auguran. Y acertaron.

El próximo proyecto, gallinas apadrinadas

Adrià Esteve es un joven con iniciativa. De momento, la parcela cuenta con un recinto vallado para seis gallinas aunque éstas campan a sus anchas por los alrededores de las parcelas alquiladas. Sin embargo cuando llegue la primavera, Adrià ampliará su proyecto con la posibilidad de "apadrinar gallinas". "Se trata de que los socios que quieran apadrinen una gallina y paguen una cuota, que aún no sé de qué cuantía será. Luego, cuando las gallinas pongan sus huevos, éstos se repartirán, a partes iguales, entre todos los socios", explica el joven agricultor.

Y es que en Carpesa se ha puesto en marcha una iniciativa que, hasta ahora, era casi exclusiva del sector público ya que eran los ayuntamientos -como el de Aldaia o Godella- o las asociaciones de vecinos (como la de Benimaclet) los que apostaban por huertos urbanos que sirvieran de oxigeno para los vecinos de la urbe. Ahora también tienen esta propuesta.