Los barrios de Valencia tienen un color propio, resultado de la estética típica al siglo en el que se construyeron las casas que lo conforman. Es más, el colorido de los barrios antiguos es fruto de la luz, del clima de la zona y del terreno autóctono ya que la propia tierra de la ciudad ofrecía los pigmentos necesarios para colorear las construcciones.

La Universidad Politécnica inició hace años un estudio para sacar a la luz las auténticas tonalidades de los barrios. Comenzaron con el Carmen y Velluters, pero el equipo formado por Ángela García Codoñer, Jorge Llopis, Jose Vicente Masiá, Ana Torres y Ramón Villaplana, dio un paso más. En la actualidad, el equipo de expertos está a punto de editar «El color de Valencia» donde explican, negro sobre blanco, todas sus investigaciones sobre la base cromática del centro histórico de la capital del Túria.

Tras las dos primeras publicaciones, el ayuntamiento salió en defensa de los colores de la ciudad y planteó que la rehabilitación de las fachadas de los edificios se llevara a cabo utilizando la variedad de colores recomendada en el documento. Ahora bien, las conclusiones del estudio no son de obligado cumplimiento, y a escasos meses de que se publique el nuevo estudio, los investigadores se echan las manos a la cabeza al contemplar las «aberraciones» cromáticas que se están llevando a cabo en el centro histórico.

Según explica la catedrática de Expresión Gráfica Arquitectónica de la Universidad Politécnica de Valencia, Ángela García Codoñer, «cada tipo de casa tiene una gama de color adherida, fiel reflejo de la estética típica del siglo en la que se construyó». Por ello, el trabajo realizado por el quipo de la Politécnica ha consistido en identificar las casas históricas, extraer muestras de las diferentes capas de pintura y materiales de la fachada, dibujar la misma y confeccionar una carta de color, que recopila las variedades cromáticas que se dan en cada zona. Y es que no es lo mismo una casa d´Obrador (de las que el taller se ubica en la planta baja) que un palacio señorial o una vivienda clásica del siglo XIX. Cada edificación analizada por los expertos cuenta con una ficha que refleja las características históricas de la fachada analizada, el análisis actual de la misma y la propuesta cromática global para su rehabilitación, que no es poca.

La gama cromática en el caso de la ciudad antigua es amplia. Los colores protagonistas, sin duda son los ocres, en toda su gama de claroscuros, brillos, intensidades o tonos. En segundo lugar, se sitúan los almagras y aquellas tonalidades que recuerdan a la tierra o al óxido de hierro. El uso de colores más fuertes —en verde o el azul— se concibe en pequeñas áreas ornamentales para dar más vistosidad a las fachadas, aunque siempre hay excepciones.

Carta de colores de consulta

Durante muchos años las rehabilitaciones se han llevado a cabo sin tener en cuenta los análisis técnicos para definir el color tradicional de las fincas y se han cometido no pocos errores. Sin embargo, con las cartas de color encima de la mesa y los estudios realizados, García Codoñer califica de «barbaridad» algunas de las últimas restauraciones que se han llevado a cabo en algunos edificios del caso histórico de la ciudad, principalmente aquellos que se están pintando de gris (en todas sus tonalidades), un color que, al parecer, está en auge. «¿Un edificio del siglo XIX pintado de gris? Esto es una aberración. Directamente. Están secuestrando el color de Valencia, una ciudad muy barroca», explica la catedrática. Y añade: «La carta de colores está ahí. La tiene el ayuntamiento y la dirección general de Patrimonio de la Conselleria de Cultura. Es importante respetarla porque las posibilidades de elección son múltiples, y las rehabilitaciones en gris que se están llevando a cabo, un crimen».

Y es que no basta con pintar las paredes de un color que no desentone. La elección de los materiales también resulta clave. Por ello, el estudio incluye listas de acabados y tintas y establece que se deberán utilizar, en la mayoría de casos, pinturas a la cal o al silicato —sal compuesta de ácido silícico y una base, de composición y estructura muy variada—, o material similar. Los autores de los dos primeros estudios —el del barrio del Carmen y Velluters—, y de un tercero a punto de editarse sobre todo el caso histórico también entran en balcones, molduras, puertas y rejas, así como en las técnicas a aplicar en todos estos elementos.

Caso aparte son las nuevas construcciones o aquellas que fueron levantadas en una fase posterior donde abunda el ladrillo caravista o que que no respetan los ornamentos tradicionales. Y es que las investigaciones se centran en las llamadas casas «obrador» —como las que conforman la plaza redonda— y que tenían unos matices particulares.

Estudio cromático con el sistema Munsell

El atlas Munsell dispone de una colección reducida de 279 tonos, y comprende, principalmente, los tonos requeridos por los cromatismos de los territorios. Esta parte viene a representar un quinto de la gama general, que tiene cerca de 1.500 colores. Esta colección es idónea para el campo de la restauración. La difusión de las tierras y óxidos como elemento del panorama cromático ambiental, que precede a la introducción de los pigmentos sintéticos, hace que esta colección sea particularmente productiva para la obtención de las preexistencias cromáticas y las hipótesis para su restauración. m. ros valencia