Como en todos los grandes espectáculos, las bambalinas de los circos son bien distintas de lo que se ve sobre las pistas. Las luces, las lentejuelas, la música y los payasos se convierten en cables, chándales, ladridos de perros y caravanas silenciosas. Y ahí, en ese mundo gris que es la primera hora de la mañana del Circ del Nadal, que engloba al Circo Alegría y el Berlin Zirkus, una decena de chavales de entre cuatro y quince años vivía el pasado jueves e su último día de clase antes de las vacaciones de Navidad. Sus profesores, la castellanoleonesa Sonsoles Bustamante y el extremeño Francisco Javier Casares, organizaron un desayuno antes de la proyección de una película para despedir el primer trimestre €el día 21 se dieron las notas€.

La dinámica de trabajo en un circo es, por obligación, distinta a la de un aula normal. «En las clases hay alumnos de todas las edades y niveles, y trabajamos independientemente con cada uno de ellos, a la antigua usanza», explica Bustamante, que indica que, además, se añade el problema de las nacionalidades: «Aunque todos son nacidos en España, sus familias son extranjeras». Los jóvenes de edades superiores, aquellos que están en la ESO, reciben ejercicios por internet de otros profesores y Bustamante y Casares se dedican a hacer los exámenes y ayudarles con las tareas. La mayoría de trabajadores del circo, sean estos artistas u operarios de montaje, son de un nivel socioeconómico «tirando a bajo», como explica Bustamante, y ello provoca que las familias de los chavales «no estén concienciadas sobre la importancia de sacarse algo más que el graduado».

De hecho, varios de los alumnos más mayores ya están aprendiendo los oficios de sus padres. «Saben que tienen el trabajo asegurado en el circo», indica Bustamante. Anthony es malabarista, «un auténtico espectáculo», como explica la profesora, y Anne Lore es domadora de camellos y elefantes. Ellos pertenecen a la clase de Casares, que enseña en el Berlin Zirkus, y que asegura estar «aprendiendo mucho» de Bustamante en durante estas navidades, cuando ambos circos están unidos. «No sabemos a dónde iremos en enero porque en este mundo es todo muy secreto porque hay mucha competencia», señala la maestra.

El mundo cerrado del circo

Sea como sea, lo cierto es que para Bustamante el mundo del circo es «muy cerrado». La profesora lleva desde septiembre con el Circo Alegría, y ya ha pasado por diez plazas €las distintas ciudades donde actúa€. Y las que quedan. Durante todo ese tiempo, tal como explica esta castellanoleonesa, la relación que se establece con el resto de integrantes de la caravana es especial. «Todos me llaman de «usted», y muchas veces acabas haciendo tutorías a las once de la noche», relata la profesora: «A veces, es incluso terapia de pareja lo que tienes que hacer, y cuando te vienen los niños durante las horas de función porque se aburren tienes que cuidarlos y hablar con ellos».

«Se trata de un mundo muy cerrado. Si alguien entra a la comunidad lo tratarán bien, pero por norma general les cuesta aceptar a la gente que viene de fuera», explica. De hecho, «a veces a los chavales les cuesta relacionarse con el mundo exterior» porque están acostumbrados al pequeño universo que es la trastienda de un gran circo y porque, en muchas ocasiones, proceden de familias «desestructuradas o con problemas». Para los niños no es nada raro ver animales salvajes en sus jaulas y, mientras otros infantes se quedan maravillados con elefantes o tigres, los hijos del circo lo ven como algo habitual.

Bustamante fue seleccionada por el Ministerio de Educación entre 250 aspirantes €fue uno de los 25 elegidos que tenían que presentar un proyecto didáctico para un año€ y, aunque no cree que vuelva a pedir ser profesora de circo porque tiene una vida en Castilla y León, reconoce que esta experiencia le ha cambiado «por completo».