¿En qué situación se encuentra el movimiento vecinal?

El movimiento vecinal luchó por la Democracia en la clandestinidad. Tras la Constitución muchos de los líderes se sumaron a los partidos políticos. En los 80 se queda un poco sin sentido pero en los 90 recupera su potencia con un cariz reivindicativo que reclama el bienestar para los ciudadanos. Este movimiento es muy diferente en cada barrio y pueblo ya que cada zona tiene sus peculiaridades. Desde asociaciones latentes que resurgen cuando tienen un problema a otras que participan activamente en las fiestas populares y hasta ofrecen servicios que la administración no da. Valencia en la actualidad tiene 80 colectivos de este tipo que tienen un lema: «de la protesta a la propuesta».

¿Por qué cree que la relación entre el Ayuntamiento de Valencia y las asociaciones no es todo lo buena que debería ser?

Por su propia ideología. El Gobierno municipal es conservador y las asociaciones son en su mayoría reivindicativas. En el consistorio creen que estas peticiones pueden generar disfunciones y ellos creen que mandan y ordenan. Nosotros no queremos suplantar la democracia representativa pero si fomentar la participación ciudadana. Desde el ayuntamiento se ha intentado apagar el impulso de estas asociaciones para no tener problemas. El vecino está luchando por el barrio y cuando se agota la vía del diálogo sólo nos queda salir a la calle para reivindicar nuestros derechos. La actitud autoritaria del PP hace que se rompa el diálogo.

Desde los vecinos se ha criticado que se haya olvidado a los barrios en favor de la «política de escaparate» de los grandes eventos. ¿Todavía defienden esta tesis?

Así es, y así se ha defendido desde los barrios. La ciudad está inacabada. Ha sufrido una gran expansión y no se ha completado. En este barrio había huerta y se urbanizó en plena burbuja inmobiliaria. No ha habido inversión pública para dotaciones ya que la inversión fue privada. Cuando vengan las 3.200 viviendas prometidas en Patraix no habrá las infraestructuras necesarias.

¿Qué reto tiene el asociacionismo en este contexto de crisis?

La gente debe cambiar de perspectiva y dejar el individualismo de lado. Se debe trabajar en conjunto en algunos temas, como por ejemplo son los huertos urbanos de Benimaclet. Hay que pensar que en grupo las cosas salen mejor, pero esto es un trabajo a largo plazo. Barberá se mofó del movimiento vecinal porque reivindicaba inversiones al ayuntamiento. La Federación de Vecinos recogimos las peticiones y se las llevamos. Dijo que se ha invertido mucho pero la realidad es que ha sido la iniciativa privada y el Gobierno central el que ha dotado los barrios que en algunos casos no se han puesto en marcha por falta de capital municipal.

¿Cree que hay asociaciones que le hacen el juego al Ayuntamiento de Valencia?

La gente que participa en una asociación de vecinos es libre de pertenecer a cualquier partido o sindicato. La misión es trabajar por el barrio y por la ciudad de manera voluntaria. Hay asociaciones en espacios municipales y otras que se tienen que quedar latentes porque no lo tienen y buscarse la vida por su cuenta. Incluso hay algunas que desaparecen.

¿Ha servido el 15-M para revitalizar la lucha vecinal y de los barrios?

Tenemos que convivir con ellos y trabajar juntos pero su planteamiento de cara a nosotros debe ser el respeto. Somos entidades con nuestra historia y legalmente reconocidas y muchas veces no podemos actuar de manera tan alegre. Somos una iniciativa más lenta pero más segura en el tiempo. Desde el 15-M hay contacto, compartimos mucho pero la estructura de representación no es la misma y muchas veces genera disfunciones. Tenemos una relación de colaboración en la reivindicación de los barrios. Aquí en Patraix llevamos muchos años luchando y a muchos de los indignados nunca los he visto.

Pero eso puede estar bien porque suma a la reivindicación social a nuevas personas...

Lo que veo es que surge un planteamiento por una situación puntual. Compartimos lo que dicen pero nos tienen que respetar porque se ha hecho mucho. Compartimos su frescura y planteamientos pero se deben tender puentes y no destruir lo que ya había. En algunas ciudades ha habido problemas por que han ido a saco contra los vecinos.

Dé una visión global de lo que necesita la ciudad.

Valencia tiene unas características social y climatológica espectacular. Hace falta tener una visión estratégica global para que los recursos se aprovechen en favor de la integración. La ciudad debe ser integradora, no puede vivir de espaldas a los barrios y sus ciudadanos. La ciudad será conjunta cuando tenga los barrios acabados. Es decir, que en todos se disponga de la misma calidad de vida. Valencia está inacabada en dotaciones y se ha hecho una ciudad más para el exterior que para el interior. Además, debe estar viva y explotar su situación geográfica. Hemos propuesto a la administración que se recupere el barrio obrero (Ramón de Castro) para que sea polo de atracción de actividad artesanal y comercial. Se trata de fomentar lo que ya hay.