El indulto infantil también tiene su miga, porque lo que debería ser más o menos lógico -un voto infantil que se embelesa con algún personaje conocido de su mundo- se convierte en una subasta de perfección técnica y emoción. Y pasa lo que pasa: Julio Monterrubio no tiene ninguna figura indultada ni en mayores ni donde compite en los últimos años, infantiles, ni le indultarán la de este año. Como tampoco se salvará del fuego la figura de Convento Jerusalén, una magnifica abstracción de partículas solares creadas por David Moreno, dando un nuevo giro a su desbordada imaginación.

El indulto se lo deberían jugar dos figuras que buscan expresamente el premio. Los vigentes campeones, Reino de Valencia-Duque de Calabria y Na Jordana.

En Russafa, Pedro Rodríguez ha dado con la formula que equilibra, dentro de lo que cabe, la emotividad ñoña con la expresión perfecta. Este año no tiene un mensaje tan didáctico como el de la escena africana, pero lo compensa con la sonrisa que se debe esbozar al ver a una madre cómo cambia el pañal a su tercer hijo, ante la mirada resignada de los hermanos. No falta ni el "pastelito" marrón.

Joan Blanch saca la artillería emocional para conmover y que el público deposite el voto haciendo pucheros. No se puede hacer unas figuras más perfectas estéticamente como ese grupo de falleros derramando lágrimas en plena ofrenda. Tampoco se puede ser más "coent", algo que ni casa con el artista ni casa con la comisión, pero un indulto vale lo suficiente como para echar mano de estos recursos. Con todo, Paco López Albert ya indultó una maredeueta no hace tanto tiempo en mayores con mucho menos margen de votos de lo que se presuponía. Pero el indulto, tanto mayor como infantil, tiene mucho de chantaje a la sensiblidad.