Extremeña de 67 años y residente en Ibiza isla desde hace 40, Tina Valle niega que no hubiera superviviente del vuelo que hacía el trayecto Valencia-Ibiza el 7 de enero de 1972, un accidente en el que murieron 104 personas, 26 de ellas de Algemesí y dos de Manuel. La misma Valle y su hija tenían dos butacas compradas en aquel fatídico vuelo. Por cuestión de segundos, perdieron el autobús que debía llevarlas al aeropuerto de Manises para coger el vuelo que acabaría estrellándose en las Roques Altes, cerca de su destino. Valle relata su experiencia, cuarenta años después, y recuerda aquel día en que estuvo muy cerca de la muerte.

Nos trasladamos al 7 de enero de 1972. ¿Qué pasó aquel día, según sus recuerdos?

Nos trasladábamos, con mi marido y mi hija, que tenía cuatro años, a vivir a Mallorca desde Asturias. Mi marido se fue en barco directamente hasta Mallorca porque conducía una furgoneta con nuestros muebles en el interior. Mi hija y yo teníamos que volar desde Valencia hasta Ibiza, donde hacíamos escala antes de llegar a Mallorca.

Evidentemente, no llegaron a subir al avión. ¿Por qué?

Pasamos la noche en un hostal de Valencia y a primera hora de la mañana teníamos que coger un autobús para partir hacia el aeropuerto. Pero nos quedamos un poco dormidas. Cuando bajamos del hostal, vimos que el autobús del aeropuerto salía en ese momento y que no llegábamos a tiempo para subir al avión. Hice señales al conductor, pero no me vio y perdimos el bus. Todavía era de noche porque era muy pronto, y por eso el conductor no vio que hacía señales para que parara. Creo que esto nos salvó, porque si llegamos a subir a ese autobús también hubiéramos subido al avión que finalmente se estrelló.

¿Qué pasó después?

Recuerdo que hacía mucho frío. Tuvimos que esperar otro bus para que nos llevara al aeropuerto. Yo ya sabía que habíamos perdido el avión que teníamos contratado, por lo que íbamos al aeropuerto con la idea de conseguir otro vuelo hacia Eivissa o Mallorca. Finalmente pudimos llegar al aeropuerto, y allí me enteré de que algo había pasado porque empezaban a llegar familiares de la gente que iba en aquel avión. Vi a mucha gente llorando, pero nadie decía nada.

¿Y qué ocurrió entonces?

Lo primero que pensé es que mi marido, que ya estaba en Mallorca, ya debía saber que el avión que iba de Valencia a Ibiza en el que debíamos volar mi hija y yo se había estrellado, sin supervivientes. Y entonces no había móviles para hablar con él. Justo en aquel momento, en la megafonía del aeropuerto, llamaron a los que tuvieran un billete con destino a Palma porque había un avión de Spantax que estaba a punto de salir. No me lo pensé ni un momento, fuimos a coger aquel avión.

¿Se reencontraron con su marido en Palma?

Al llegar al aeropuerto de Palma vi a mi marido, desesperado, convencido de que mi hija y yo habíamos muerto en aquel avión. Lo recuerdo ahora y se me pone la piel de gallina. Él pensaba que se había quedado sin su familia. Cuando nos vimos, estuvimos casi una hora abrazados los tres, llorando y riendo a la vez. Sentimos una emoción muy fuerte.

En el vuelo murieron 104 personas. ¿Se considera usted una superviviente de aquella tragedia?

Totalmente. Mi hija y yo somos supervivientes de aquel accidente. Fue por casualidad. Por unos pocos segundos no subimos al vuelo. El 40 aniversario de la tragedia me ha hecho pensar, y quiero que se sepa que, al menos, hubo dos supervivientes.