El casino del Americano, un palacete de propiedad municipal ubicado entre la avenida Burjassot y la ronda norte, acaba de ser redescubierto por la historiadora valenciana Ana Mª Reig Ferrer, que en una investigación de inminente publicación revela los orígenes de este edificio vinculado a una importante familia de indianos. La investigadora reivindica el valor histórico de esta singular y única villa indiana de Valencia.

El edificio, destinado hace más de dos décadas a servicio público y expropiado por el Ayuntamiento de Valencia en 2011 por 3,5 millones de euros, fue destinado a sede de la universidad popular, sin embargo recientemente ha quedado sin uso por falta de dinero para rehabilitarlo.

El Casino del Americano fue construido en 1869 por encargo de Joaquín Megía, un militar de origen granadino destinado en Cuba y casado con Mercedes González-Larrinaga, una potentada habanera cuya familia hizo fortuna con el negocio de la caña de azúcar. Posiblemente por motivos políticos, el matrimonio dejó Cuba y se afincó en Valencia donde Megía compró 30.000 metros cuadrados de huerta a las afueras de la ciudad. Allí se hizo construir una casa de recreo con un gran jardín donde intentó que su mujer se sintiera como en su tierra natal. En la fachada principal todavía se aprecia la marca circular del rosetón donde estaba inscrito el año de construcción, 1869.

La finca se bautizó como Quinta de Nuestra Señora de las Mercedes en homenaje a la esposa de Megía, aunque pronto pasaría a conocerse como Casino [en su acepción como finca de recreo] del Americano. Esta denominación, de hecho, es la que con el paso de los años ha prevalecido incluso en documentos oficiales. Con este nombre aparece en el primer catálogo de patrimonio histórico del ayuntamiento donde se protegió con nivel 2. Una reciente revisión del catálogo rebaja a ambiental la protección del palacete, cada vez más degradado.

El maestro de obras del Casino del Americano fue Manuel Piñón, con quien el propietario estableció una relación de amistad que les llevó a embarcarse juntos en reflotar el negocio de una fábrica de mosaicos, La Alcudiana.

Tras la muerte de Mercedes González-Larrinaga, tanto la fábrica como el casino fueron adjudicados a Joaquín Megía, que en 1880 decidió volver a su Granada natal. El indiano vendió sus propiedades: La fábrica de mosaicos pasó a manos de su amigo Manuel Piñon y la villa de Benicalap la vendió a su hijastro Jacinto Gil de Avalle, fruto del primer matrimonio de su esposa con Martín Gil de Avalle.

La propiedad pasó años después a Angeles Gil Avalle y Grau, nieta de Mercedes y emparentada con los marqueses de Pescara, que en octubre de 1941 la vendió al industrial valenciano Plácido Navarro Pérez. Esta familia fue la última que habitó el palacete.

Tras ser grafiado como servicio público en el PGOU el palacete ha pasado numerosas vicisitudes. En los años 80 funcionó como colegio privado y más tarde como local de ocio (Saudí Park). En una intervención policial durante este última época el palacete fue precintado. Pese a que la mayoría de ventanas y puertas están en la actualidad tapiadas, el palacete ha sido ocupado en reiteradas ocasiones. También ha sufrido incendios y robos. La escalera central dividida en dos tramos laterales y rematada con bolas de bronce fue uno de los primeros elementos que se expolió.

Santiago Navarro, nieto de Plácido Navarro, recuerda que la casa estaba rematada por cuatro figuras de Buda orientadas a los cuatro vientos. La entrada principal daba a un gran vestíbulo con salida al jardín trasero. A la izquierda del recibidor estaban los salones y a la derecha el despacho, la escalera y la cocina. En la segunda planta, estaban las habitaciones con baño y en la planta tercera, por la que se accedía al torreón, las estancias del servicio. Santiago Navarro pasó muchos veranos en el Casino del Americano. Recuerda que en Benicalap incluso circulaban historias de fantasmas relacionadas con la casa.

El huerto de Burriel

Joaquín Megía también vendió en 1880 a Facundo Burriel una parte de las huertas de la finca, en concreto, la parte norte, donde éste construyó su propio chalé.

El Casino del Americano estuvo rodeado en su día de espléndidos jardines que en la actualidad apenas son un recuerdo, como puede apreciarse en las fotos de distintas épocas que ilustran esta información. El corredor de palmeras de gran porte de la entrada principal ha sido arrasado por la plaga de picudo rojo, sin que aparentemente el Ayuntamiento de Valencia haya hecho nada por evitarlo.

Los burgueses adinerados valencianos se hicieron construir a finales del siglo XIX residencias de veraneo en las afueras de la ciudad, en poblaciones como Benicalap y Godella. Las construcciones adoptaron varias morfologías según su emplazamiento o la riqueza de los propietarios. Solían estar un poco separadas de los núcleos de la población, aunque el crecimiento urbano las ha absorbido.