El equipo que dirige el arquitecto Guillermo Vázquez Consuegra está ultimando los detalles del jardín arqueológico del Museo de la Ilustración, un espacio de 17.000 m2 que representará la mayor superficie verde de Ciutat Vella y cuya inauguración se ha anunciado para septiembre. Aunque el jardín está cerrado con vallas, los resultados ya son visibles.

El 16 de junio de 2009 se puso la primera piedra. Más de tres años después y tras varios parones, el proyecto, que ha costado 3,7 millones de euros, verá la luz en breve. Por el camino, se han quedado elementos destacados del proyecto inicial como el estanque de forma alargada diseñado por Consuegra al sur del jardín.

La lámina de agua, de nueve metros de largo, casi cinco de ancho y un metro de profundidad, ha sido descartada porque el Ayuntamiento de Valencia no garantizaba el correcto mantenimiento de la misma. Ante las reticencias del ayuntamiento y para evitar que el estanque acabara siendo un foco de basura y suciedad, los elementos de agua se descartaron. La lámina de agua de la Almoina sería un precedente en este sentido.

El estanque frustrado se suma a una lista larga de desencuentros del arquitecto con el ayuntamiento —que será el encargado de mantener el jardín una vez recepcione la obra—. El concejal de alumbrado, Juan Vicente Jurado, también obligó a Consuegra a cambiar las farolas del jardín, diseñadas en consonancia con el edificio del Muvim, que también lleva el sello del arquitecto sevillano. El ayuntamiento descartó el modelo del arquitecto alegando que no estaban en el catálogo municipal.

Más árboles

La intervención ha permitido duplicar el número de árboles que había, según detallan fuentes del despacho de Vázquez Consuegra. De 120 árboles se ha pasado a casi 300, entre los que destacan especies mediterráneas como palmeras —que llegaron tratadas contra el picudo—, moreras y jacarandas, y otras más exóticas como el árbol botella y el árbol del ámbar, elegidos por el colorido de sus flores y hojas.

El propósito, explican fuentes próximas al arquitecto,es que el jardín tenga color todo el año. Además de los árboles, al juego cromático contribuyen elementos como la rosaleda ubicada frente a la entrada del Muvim, los parterres y las plantas tapizantes, como hiedras, vincas y parras.

Uno de los peros que se han puesto al proyecto del arquitecto sevillano es el exceso de zonas pavimentadas. Vázquez Consuegra asegura que las zonas verdes no son demasiado abundantes por la existencia de restos arqueológicos, aún así, dos terceras partes del jardín son espacios verdes. La proporción, no obstante, se verá alterada con la construcción de un talud de nueve metros de ancho perimetral a la ermita de Santa Lucía.

Se trata de una obra promovida por el Arzobispado que representa la enésima polémica del jardín y que ha sido criticada sin ambages por Consuegra, que la califica de «agresiva», «innecesaria» y contraria a las recomendaciones de la Diputación de Valencia. La cofradía responde que la obra tiene todos los permisos y es necesaria.

La zona más «dura» del jardín es la denominada «plaza de la memoria», donde se han dispuesto en estanterías los numerosos restos procedentes del derribo del antiguo hospital. Treinta naranjos amargos suavizan la plaza.

La intervención dignifica el entorno del Muvim y pone orden en los jardines del antiguo hospital, derribado en los años 70 y del que sólo quedó en pie el crucero, hoy biblioteca pública.