­Las iglesias y las catedrales guardan símbolos, lenguajes, secretos y numerosos misteriosos que han cautivado a historiadores e investigadores en todas las épocas. Al misticismo medieval que desprenden sus muros hay que sumarle que muchos guardaron los secretos de franciscanos y, sobre todo, templarios.

Estos últimos perviven en la memoria de los países de tradición cristiana envueltos en un halo de misterio aumentado por su poder, sus hazañas y por su tortuoso final: la hoguera. Sus edificios acogen a numerosos visitantes, curiosos y estudiosos de lo esotérico, muchos impulsados por el fenómeno mediático del Código Da Vinci, dispuestos a dejarse llevar por la mística del medievo.

En la Comunitat Valenciana, los templarios ayudaron a Jaume I a conquistar la ciudad y su huella perdura en forma de castillos, monasterios e iglesias, entre las que destaca la de San Juan del Hospital, en plena Ciutat Vella. Su aura de atracción se ve reforzada por el hecho de que no está abierta a la calle sino que está precedida por un patio medieval coronado por varias cruces rojas y por un gran rosetón con la cruz patada que retrotrae a las túnicas blancas y a las espadas. Pero lo verdaderamente singular de esta iglesia, es que, según los expertos, se encuentra situada «en un anillo telúrico que conecta con otros muchos puntos de energía mágica como el del también famoso monasterio del Puig».

Y es que el huevo en una mano de la Virgen de los Estudiantes, a la que está consagrada el templo, símbolo del conocimiento, y el libro abierto en la otra, símbolo de lo esotérico, es para muchos un claro mensaje de que los templarios no hacían nada por casualidad.

Otro de los enclaves más estudiados de Valencia es el monasterio de San Miguel de los Reyes. «Cada 29 de septiembre entre las 9.30 y las 10.00 de la mañana, un rayo de sol entra en la cripta y forma una cruz sobre el lugar donde están enterrados Germana de Foix y Fernando de Aragón, duque de Calabria», cuenta Francisco Fons, experto gnomonista —estudioso de la ciencia encargada de elaborar teorías y reunir conocimiento sobre la trayectoria del sol sobre el horizonte mediante el empleo de proyecciones sobre superficies— e investigador de la Seo quien ha vivido este y otros fenómenos de primera mano. «La luz del sol entra por una de las ventanas del monasterio y se cuela por una pequeña ventana saetera hasta la cripta», señala Fons e indica que esto ocurre durante muy poco tiempo y que es fácil no reparar en ello pero «al ser algo que pasa todos los años a una hora concreta y en el día de la onomástica del santo, llama la atención y se puede considerar como un homenaje, desterrando a la casualidad».

Los estudios de Fons le han llevado a descubrir multitud de cosas. «Yo presento hechos probados pero no los interpreto, cada uno que piense lo que quiera», afirma el investigador ya que es un tema «delicado, aunque apasionante y muy absorbente». «Uno de los fenómenos que más llama la atención de curiosos y aficionados es el que se produce en la ermita de San Antonio en Bocairent», apunta. Y es que en el día de la onomástica del santo, un halo de luz se cuela por una ventana y dibuja un círculo sobre su cara de manera que queda iluminado «como si se tratara de la gracia de Dios». «Es impresionante», dice.

Y para los amantes de las sociedades secretas, de lo oculto y de la masonería, recomienda la iglesia de Santo Tomás y San Felipe Neri, también en Ciutat Vella. «En uno de los rosetones están dibujados la escuadra y el compás, que forman el símbolo universal de la masonería, pero hay que saberlo buscar», apostilla divertido y señala que si hay un signo, debe haber más porque este tipo de cosas «no son casualidad», aunque todavía no ha podido estudiarlo en profundidad.

«Además también hay un reloj de sol que data aproximadamente del 1700 y que pudo ser construido por el mismo padre Vicente Tosca», asevera.

La ventana extraña y el misterio del cristal

Formando un ángulo de 180 grados con la ventana que ilumina la famosa sala de la «Prisión» del Micalet, se descuelga una pequeña ventana saetera que da a la casa del relojero por la que el 27 de junio, día del solsticio de verano, entra el sol. «Llama la atención que a pesar de dar a la escalera de caracol, no la ilumina pues para este propósito ya hay otras» ventanas, explica Francisco Fons quien señala que por la inclinación que tiene la ventana sospecha que pudo colocarse algún espejo para dirigir la luz. «Además, trabajadores de la catedral hablan de que en el techo hay un agujero con un cristal que podría haberse utilizado para proyectar la luz y es lo que voy a empezar a investigar ya que edificios colindantes impiden que sea el sol quien nos descubra el secreto». m. g. valencia