Muchos han pasado delante de ellos. De hecho, los niños que visitan el Jardín de Monforte disfrutan con los dos leones de piedra, obra de José Bellver, que hacen guardia ante una de las puertas del parque. Tienen un aspecto infantil, casi aniñado. No dan miedo a nadie. Quizá sea culpa de los ojos redondeados. Sea lo que sea, pocos saben que esa parece ser la razón por la cual, en la década de 1850, los madrileños rechazaron los leones, que habían sido colocados en la escalinata del Congreso de los Diputados. Ocupaban, así, el lugar en que ahora se yerguen orgullosos dos felinos de bronce, de mayor tamaño, obra del escultor Ponciano Ponzano, que pese a su aspecto fiero no son tan masculinos como pretenden aparentar: A uno de ellos le faltan los testículos, tal como descubrió el Canal Historia, que se ha ofrecido a restaurar la virilidad del animal.

Los de Valencia, esos que los madrileños rechazaron por parecer «perros rabiosos» y no un animal tan elegante y con tanta clase como el felino africano, sí tienen testículos. Más pequeños que los de su homólogo del Congreso, cierto, pero tienen. Fueron obra de Bellver, a quien se le encargó una segunda pareja de leones después de que los primeros, que también fueron obra de Ponzano, se estropearan rápidamente. El escultor aragonés los hizo de yeso y los pintó de bronce, pero al cabo de un año de su colocación, en 1852, la influyente prensa de la época y los vecinos de la ciudad obligaron a que fueran retirados porque presentaban un aspecto deplorable debido a las inclemencias del tiempo.

Segunda opción

Tras un segundo encargo a Ponzano, que pedía mucho dinero, el proyecto llegó a Bellver, nacido en Ávila pero procedente de una reconocida familia de escultores valencianos. El artista esculpió los dos leones, con una de las patas colocada sobre una bola y la cabeza girada hacia la derecha o la izquierda, dependiendo de dónde fueran a ser colocados en la escalinata del Congreso „cabe destacar que en ese punto el proyecto primigenio había cambiado, porque estaba previsto que junto a los escalones se instalaran farolas„. Ese es el aspecto que tienen los que se encuentran ahora en las escaleras.

Todo parece indicar que los leones llegaron a presidir la entrada al Congreso de los Diputados, aunque no daban miedo a nadie. Las crónicas hablan de que parecían «perros rabiosos» más que leones, así que de nuevo tanto la prensa como los madrileños hicieron fuerza y los dos felinos abandonaron su ubicación en la capital y viajaron a Valencia, donde custodian desde el siglo XIX el Jardín de Monforte.

Los de Madrid y los de Londres son igual de fieros y elegantes

La idea que tenían en el Congreso de los Diputados era que los leones representaran ciertas cualidades: elegancia, fortaleza, fiereza... Tenían que imponer, algo que no hacían los de Bellver. El modelo elegido, los que se conocen comunmente en Madrid como Daoíz y Velarde, se fabricó con cañones provenientes de la batalla de Wad-Ras, donde el ejército español consiguió una gran victoria en marzo de 1860. Las armas se fundieron en la Maestranza de Sevilla y llegaron al Congreso en 1866. Esos, finalmente, sí fueron aprobados por la exigente opinión pública madrileña y presiden desde hace más de 150 años el Congreso de los Diputados.

Apenas un año después vio la luz en Londres un proyecto que llevaba muchos años en desarrollo. El escultor británico sir Edwin Lanseer instaló en la plaza de Trafalgar cuatro leones de bronce, que según dice la tradición se esculpieron con metal procedente de cañones franceses o incluso españoles „la plaza en la que están rememora la derrota francoespañola de 1805„. Él fue la segunda opción, pues Londres rechazó antes unos realizados en piedra por Thomas Milnes. Á. S. valencia