La concejalía de Parques y Jardines persigue que los árboles plantados en la ciudad dejen de dar fruto, y expertos en botánica consultados por Levante-EMV aplauden, sin dudarlo, una medida que es viable tanto por motivos económicos como medioambientales ya que, por una parte, evitar la fructificación «implicará una reducción de los costes de limpieza viaria» y por la otra, «no existe peligro ni toxicidad alguna en unos productos inocuos que no dejan residuos». Además, añaden que el equipo que se encarga del arbolado de la ciudad «es un referente en la arboricultura europea».

Al catedrático de paisajismo en la Universidad Politécnica de Valencia, José Ballester Olmos, la medida que persigue el ayuntamiento le parece «muy bien», sobre todo en aquellas especies (como la morera) «donde el objetivo se puede conseguir. De hecho existen las moreras fruitless, es decir, sin fruto. El ayuntamiento llevan plantándolas años. Cosa diferente son los naranjos. Sinceramente creo que la única solución para el naranjo sería sustituir este árbol por otro», explica.

Ahora bien, el profesor universitario defiende, al instante, al árbol típico valenciano. «El naranjo caracteriza a esta tierra y tiene que ver mucho con su idiosincrasia. Es más, el visitante foráneo quiere ver plantas que tengan algo que ver con el lugar que recorren. Por ejemplo, el tilo es un árbol que no da fruto y podría ser una alternativa perfecta al naranjo porque tiene unas dimensiones de copa muy cómodas (hay que pensar también en los trabajos de conservación y mantenimiento) y es de una tamaño mediano, perfecto para muchas calles. Ahora bien, el visitante europeo se sentirá despagado porque es el típico árbol de alineación en Francia y aquí no tiene nada de especial», explica el catedrático de la Universidad Politécnica.

Para el conservador del Jardín Botánico, Jaime Güemes, conseguir que los árboles que ornamentan las calles no fructifiquen sería «positivo» porque «en el caso de las moreras, la flor no es atractiva y el fruto ensucia mucho las calles». «Realmente los productos fitorreguladores no dañan el medio ambiente, no dejan residuos y hay que tener en cuenta que todos los árboles de la ciudad tiene restricciones en su crecimiento. Con la poda, sin ir más lejos», afirma el conservador del Botánico.

Por último, los expertos concluyen que las hormonas vegetales que se emplean para regular o modificar el crecimiento y desarrollo de la plantas «se utilizan en la agricultura común así que no existe peligro alguno».