­Ya no es lo que era, y aunque mantiene su esencia, la Ciudad Fallera está cambiando a pasos agigantados. Es un polígono industrial de 24.000 metros cuadrados, pero no lo parece. Calles tranquilas, alguna furgoneta de reparto y ningún camión de paso. El silencio en las calles llama la atención. En cada puerta de la naves industriales un panel cerámico rinde homenaje a un artista fallero de antaño, de aquellos que compraron estas mismas naves en su día, cuando se construyó la Ciudad Fallera allá por 1965 y se puso la primera piedra tras la cesión de los terrenos por parte de la Marquesa Paterna del Campo. Ahora bien, la aristócrata cedió su tierra para que se destinara, única y exclusivamente, a la actividad fallera, algo difícil de mantener en estos tiempos, por diversos motivos. En primer lugar porque las naves industriales de la Ciudad Fallera se han quedado pequeñas para los volúmenes actuales con los que trabajan los artistas que, además, pagan un alquiler que ronda los 1.000 euros al mes. «Muchos artistas han trasladado sus talleres, y otros se lo están pensando porque, por la mitad de precio (unos 500 euros) tenemos naves el doble de grandes en poblaciones cercanas, como Bétera», explica el artista fallero Jordi Palanca. En la nave de al lado, de 400 metros cuadrados (el máximo espacio de trabajo en la Ciudad Fallera) trabaja el equipo de Carlos Carsí. No cabe un alfiler. «Este año hacemos ocho fallas y cuando llega diciembre tenemos que alquiler otra nave entre varios artistas porque las piezas no nos caben», afirma el joven artesano. Y es que la Ciudad Fallera resiste pendiente de una ampliación, prometida y esperada —en unas parcelas de la ronda Norte, que están pendiente de la permuta de terrenos del Valencia C.F.— que no llega.

Por ello, tras las puertas de las naves industriales, existen actividades diferentes a la del gremio de artistas falleros. Cada vez son más, aunque viven, casi, en la clandestinidad. Es más, de las 62 naves que conforman el polígono industrial de la Ciudad Fallera, solo 28 se dedican única y exclusivamente a los monumentos falleros. Ahora bien, la crisis ha hecho que otras empresas ubicadas en el polígono y dedicadas a otras actividades también hagan, de forma puntual, alguna actividad relacionada con el mundo fallero. Mención aparte tienen las naves destinadas a las tradicionales carrozas de la Ferial de Julio. Muchas otras no cuentan con un uso específico o están vacías.

Las nuevas actividades proliferan en la Ciudad Fallera al encontrar en este espacio una ubicación perfecta para sus empresas. Buenas comunicaciones sin salir de la capital. Ahora bien, parecen escondidas. Ni un cartel identificador ni la mínima muestra de que allí dentro no existe relación alguna con las fallas. La discreción es absoluta, sabedores de que, en algunos casos y en el mundo de las fallas, son muchos los que piensan que ese espacio no es para ellos. Algunas de estas empresas abren sus puertas a Levante-EMV, otras, no.

Los que no se esconden

El almacén eléctrico de la Ciudad Fallera es el único que muestra un discreto cartel en la puerta de la nave, en la calle Vicente Canet, y tal vez por ello, es el más conocido, a priori. Gregorio Ochoa es el director técnico de Juan Palacio S.L. y explica que el polígono de la Ciudad Fallera es ideal para empresas como la suya. Se instalaron en la Ciudad Fallera en 2006.

«Nosotros teníamos el almacén cerca de aquí y hace seis años compramos la nave y nos trasladamos. Está en la capital, es muy tranquilo y tiene buenas comunicaciones. Son tiempos difíciles y todos nos buscamos la vida. Fuimos de las primeras empresas ajenas al gremio de artistas falleras en venir aquí, pero la convivencia es buena y estamos muy contentos», explica el gerente de la empresa.

Justo en la calle de atrás, en la del Foc, está la carpintería y ebanistería La Serranía S.L., que regenta Abel en una nave de 400 metros cuadrados por la que empezó pagando 1.500 euros al mes hace ocho años. La crisis ha reducido su alquiler en 500 euros y por el momento, le compensa. «Nosotros estábamos en el camino de Moncada, y nos vinimos aquí porque el polígono es muy tranquilo y se adapta a nuestras necesidades», explica el responsable del centro entre puertas, tablones y herramientas varias.

En esta misma calle se ubica una segunda fábrica de muebles, que ha cerrado recientemente debido al fallecimiento del sueño.

Los primeros en llegar

La empresa familiar de Guitarras Hermanos Sanchis llegó al polígono hace más de 40 años. Bueno, más que llegar, pagó, incluso, la urbanización de la calle del Foc que, por aquel entonces, era un campo de naranjos. Sin embargo, y a pesar de llevar ya cuatro generaciones en el polígono de la Ciudad Fallera, se muestran críticos con el gremio de artistas. «Nosotros también somos artesanos, pero no nos quieren aquí y esto —en relación a la calle del Foc— lo pagamos nosotros. Es tan suyo como nuestro», afirma el propietario, sin más explicación.

Y es que el silencio se adueña de aquellas empresas destinadas a un uso diferente al del mundo fallero. La empresa de publicidad VDV cuenta con una página web de calidad, pero la única referencia de su ubicación en el polígono son las siglas de al empresa pintadas con un spray en la puerta. «Nosotros también tenemos relación con el mundo de las fallas». Esas fueron las únicas declaraciones de una empresa en auge que prefiere guardar silencio.

Almacenes e iglesias

Nada indica que en una de las naves industriales de la calle Marquesa Paterna del Campos existe una cerrajería. Sin embargo, los artistas falleros que trabajan en la zona aseguran que los empleados «van y vienen a cargar material. No trabajan de forma continuada allí, pero llegaron hace tiempo». Lo mismo ocurre con el almacén agrícola de la calle del Foc, archiconocido en la zona y cerrado a cal y canto.

Sin embargo, si algo llama la atención a los diversos empleados que ocupan el polígono de la Ciudad Fallera es la proliferación de centros religiosos. La propia cooperativa de artistas alquiló, hace 3 años, parte de un local de sus antiguas instalaciones para que se emplazara una iglesia evangélica. Desde el pasado verano, dos santuarios más se han sumado a esta iniciativa que permite conseguir plaza de aparcamiento con facilidad y no molestar a los vecinos. La tranquilidad y discreción en estas naves es máxima, algo que cambia, sobre todo, los domingos.

Las empresas se reinventan por la crisis

La empresa que regenta Vicente Vendrell es la muestra de la proliferación de empresas que, de forma puntual y debido a la crisis, han decidido ampliar sus competencias y colaborar con el mundo fallero. De las 62 naves del polígono industrial de la Ciudad fallera, cinco se dedican este año, de forma puntual a hacer «algo de falla»; además de las empresas dedicadas a carrozas, que también hacen lo propio ya que «todos somos artistas».

La empresa de Vicente Vendrell lleva más de 18 años dedicada a trabajar con la madera para construir expositores para ferias, exposiciones y museos. Este año, sin embargo, ha decidido volver a realizar un monumento para una comisión, concretamente, para Félix Pizcueta-Cirilo Amorós. «Con esta crisis o te reinventas o estás perdido. Nosotros trabajamos mucho con las fallas y les proporcionamos lo necesario en carpintería. Pero este año, además, vamos a hacer una falla y el trabajo se duplica. Sin embargo, la empresa se centra en expositores para museos y feria. Llevamos 18 años colaborando con el Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM), pero hay que hacer más cosas», afirma Vicente Ventrell. El artista ocupa una nave en alquiler por la que paga entre 800 y 1.00 euros, dependiendo de si se incluye o no el IVA. «Cuando a los artistas les falta espacio yo cedo parte de mis instalaciones», afirma. m. ros valencia