La fotografía tiene el poder de atrapar un instante y conservarlo envasado al vacío para los restos. Una sonrisa, un gol, una muerte, pero también una ciudad entera. Y adherida a la foto, la nostalgia por lo que no volverá. La conciencia de los efectos irreversibles del paso del tiempo sobre la orografía urbana y una forma de vida. Iglesias que ya no existen, teatros que han dejado paso a tiendas de ropa a la última, calles peatonales engullidas por la junga de asfalto.

De eso sabe mucho Ángel Martínez, un apasionado de la ciudad y de la fotografía que en el último año se ha recorrido cientos de veces Valencia en bicicleta armado con su cámara para ubicar la posición exacta desde donde fotógrafos de otro tiempo retrataron espacios de la ciudad. Estampas de cada barrio en diferentes épocas que Martínez compara con la realidad del siglo XXI.

Su trabajo se concentra en un blog: «La Valencia desaparecida». Un relato de la ciudad que fue y que va construyendo cada día desde abril de 2011, a razón de un 'clic' casi diario. Las más de 130.000 visitas acumuladas atestiguan su éxito.

En esencia, Martínez coge una foto de coleccionista del siglo XIX, de 1939 o de los años 80, y la confronta con ese mismo espacio en nuestros días, desde el mismo ángulo y con el mismo encuadre.

El blog mueve al romanticismo y la nostalgia, pero, según explica, esa es una decisión que delega en el espectador. «Pretendo dar vida a la imagen antigua, ya que la comparativa con la actual provoca una reflexión, positiva o negativa. Eso lo incorporará cada uno. Yo no adjetivo nada», apunta Martínez, extrabajador de Telefónica de 61 años, ahora jubiliado.

El efecto, en realidad, es tremendamente sugestivo. En las más de 400 escenas comparadas que ya acumula el blog -catalogadas por décadas, desde 1860, y de medio centenar de barrios- pueden verse alquerías desparecidas de Campanar, la añorada huerta de Benimaclet o decenas de apeaderos del viejo trenet de vía estrecha que pespuntaba las calles de Valencia. En definitiva, transformaciones arquitectónicas, económicas y culturales.

Un excelente «ubicador»

Lógicamente, Martínez se ha encontrado con estampas que ya no existen y con elementos urbanos que ahora ocupan el espacio desde el que fotografiaron otras personas en el pasado. «Si explicas lo que pretendes hacer no suele haber ningún problema», explica el fotógrafo, que ha 'disparado' desde el Rialto, Telefónica, el San Pío V, el colegio del Pilar u otros espacios públicos de la ciudad. Y es que Ángel Martínez, a juicio de coleccionistas y aficionados, es un excelente «ubicador», lo que ha permitido descubrir el emplazamiento exacto (y hasta ahora desconocido) de muchas imágenes. Muchos coleccionistas como José Huguet, Rafael Solaz o Andrés Giménez le ceden su material para este fin.

Tras este trabajo paciente y artesanal se esconde un afecto desmedido por la ciudad, que asoma al preguntar por el sentido último de este proyecto: «Quiero mucho a Valencia, disfruto con ella. Algún día ya no estaré aquí, pero Valencia seguirá viviendo, porque tiene vida mientras los que la habitamos no la abandonemos a la suerte de los que tienen el poder de transformarla por el único y exclusivo interés económico».

Calles de ayer y hoy retratadas desde el mismo lugar

El fotógrafo Ángel Martínez cuenta para su proyecto con la colaboración de coleccionistas y amigos con archivos particulares. En las imágenes, Torres de Serranos y plaza dels Furs (Rafael Solaz); la Alameda durante la riada de 1897 con el cuartel de San Juan de la Ribera (Andrés Giménez); la calle Guillem de Castro, en una instantánea de 1950 (José Huguet); tranvia a su paso por las Torres de Serranos; fuente de las cuatro estaciones en 1888, con el palacio de Ripalda al findo (Colección: Díaz Prósper).