Alexandre Alapont es natural de l´Alcúdia. Ha dedicado 51 años de su vida a ser misionero en Zimbabue y ha editado un diccionario con conceptos de lengua, cultura, historia y literatura del pueblo Nambya, una tribu agrícola y ganadera de uno de los países más septentrionales del continente africano.

51 años en Zimbabue darán para mucho, ¿no?

Yo llegué allí en el mes de enero del 1957. En 51 años allí he visto la transformación del país. La gente ha ido cambiando y mejorando, he vivido la guerra de la independencia, he visto el cambio de un gobierno de blancos a un gobierno africano y desde el punto de vista de misionero he visto que la gente se ha interesado por la fe cristiana.

¿Cómo se viven esos conflictos cuando uno intenta ayudar a la gente y no le dejan?

Fue muy duro porque la guerra duró 7 años. Los guerrilleros entraron por Zambia y no me conocían. Veían un blanco allí en la tribu „Nambya„ y preguntaban quién era yo. Una noche llegué a un poblado donde solía dormir siempre y el dueño del poblado me dijo que no me quedara allí esa noche porque me iban a matar. Era de noche oscura y había dejado el coche lejos, por un camino pequeño a través de la selva. Tuve que volver dos o tres kilómetros en medio de la selva.

¿Qué fue lo que le llamó a irse de misionero y dejarlo todo?

Siempre fue una vocación. Igual que una persona quiere ser médico o abogado, yo le decía a mi padre que quería ser misionero. Él me decía que me conformara con ser sacerdote aquí. Con 18 años me dio permiso y decidí irme. La gente de la tribu donde yo estaba era muy amable y acogedora; no eran guerreros, maleducados, ni primitivos. Tenían sus costumbres ancestrales pero me acogieron muy bien. Me gustó desde el principio.

Habla usted de la transformación del país en 50 años, ¿cómo se siente de haber formado parte de ese proceso?

Pues sí, he sido parte de ello, sobre todo la cuestión alimenticia. En los años de la guerra la gente no tenía comida y no podían cultivar los campos porque las milicias no les dejaban. Yo fui el camino para que tuvieran acceso a algo de comida y empecé a llevarles sacos de harina de maíz. Cada día llevaba el coche lleno hasta arriba. Era tiempo de mucha hambre. En la parte cultural he codificado la lengua de la tribu en la que estaba. La hablaban pero no la escribían. Les enseñé a poner los sonidos en grafías. Además traduje la Biblia entera en su idioma.

Estará muy bien considerado allí, ¿no?

Me consideran como la gran ayuda que tuvieron ellos. Yo siempre me he visto como un extranjero, nunca he querido ser el mandamás, sino que siempre he querido escucharles en cuestiones lingüísticas y culturales. Ellos eran los dueños de la lengua y la cultura y yo el que les ayudaba.

¿Por qué a veces hay cierta hostilidad con los misioneros?

Hay quien piensa que el misionero va allí a avasallar o a dominar y eso crea enemistad. El misionero ni siquiera va a predicar, sino a compartir la fe cristiana. En la tribu en la que yo estaba conocían mucho a Dios pero no a Jesucristo. Yo les hablaba de él de forma muy blanda, si querían lo aceptaban y sino no.

¿Volvería a ser misionero?

Por supuesto. Estoy lleno, muy contento de mi vida, si volviera a nacer volvería ser misionero.

Ha estado muchos años fuera. Desde esa óptica, ¿cómo ve el país actualmente?

Hay cosas muy buenas, como por ejemplo la sanidad que es estupenda. La gente ha tenido un nivel de vida muy alto aunque ahora se viven momentos complicados. He encontrado Europa en general muy avanzada. Cuando yo me fui aún estábamos muy atrasados, muy detrás del resto de Europa y creo que ya estamos al nivel del continente.

Dice usted que la sanidad es magnífica pero la gente está protestando porque la quieren privatizar.

No entiendo mucho del cambio del que se habla pero las manifestaciones y las protestas son buenas porque son gente que está padeciendo y no tenemos que conformarnos con decir a todo que sí. No se cuál seria la solución, no soy político, pero sí que puedo decir que los recortes están haciendo daño a la gente.

¿Cómo ve la Iglesia como institución actualmente?

Hay un sector que realmente está abierto a cambios. Queremos una iglesia más progresista y abierta. Una iglesia de menos riqueza y poder. Hay algunos que están en ese camino y otros que aún conservan las antiguas formas. Creo que la iglesia cambiará para bien, hay fallos, pero cambiará para bien. Los sacerdotes deben ser menos prepotentes, avanzar cada día y no estar anclados en el pasado.