Técnicos, biólogos y veterinarios del Oceanogràfic tienen estos días una cita obligada. Se trata de un punto de la dársena deportiva de la Marina Real Juan Carlos I, donde desde el pasado viernes vive una cría de calderón gris, una especie grande de delfín, que quedó atrapada en un rincón del puerto sin que nadie sepa cómo ha llegado allí. Aunque la intención de los veterinarios era liberarlo ayer por la mañana, el mal estado del animal -crítico, según dijeron- y la "casi total seguridad", como explicaron, de que el calderón ha perdido a su madre motivaron a los expertos a mantener a la cría, de un año de edad y entre 90 y 100 kilos de peso, en esa zona acotada, a la espera de ver cómo evoluciona la salud del cetáceo, que ayer comió por primera vez desde que llegó al puerto. Sea como fuere, el calderón permanecerá en la dársena deportiva al menos una semana.

Los veterinarios encargados del cuidado del calderón, a quien no quieren poner nombre porque "eso trae mala suerte", dijeron, pasaron ayer de un pesimismo que recordaba al vivido en el parque tras el primer parto de Yulka, la beluga que en 2007 dio a luz una cría que murió meses más tarde, a un moderado optimismo. Durante toda la noche, varios veterinarios hicieron guardia junto al improvisado tanque -un cercado con una red submarina-para ver la evolución del animal. Constataron, en una noche fría y ventosa junto al mar, que el calderón gris no comía. Al amanecer, la situación no había mejorado y todo eran caras largas durante el afianzamiento de la red al fondo del mar, situado a unos cinco metros de profundidad.

En torno a las 11.30 horas, al comprobar que el estado del animal no mejoraba, el equipo de veterinarios, capitaneado por el técnico del Oceanogràfic José Luis Crespo, decidió intentar sacar sangre al cetáceo. Para ello, una decena de profesionales se enfundaron trajes de neopreno y saltaron a las frías aguas para cercar al calderón. Sin embargo, el animal se escapaba con facilidad de los expertos, escurriéndose por debajo de las piernas de los veterinarios y biólogos.

Dos semanas sin comer

Fallado ese intento, el equipo del Oceanogràfic se centró en nutrirlo. El calderón, según explicó Crespo a este diario, llevaba "una o dos semanas sin comer", lo que había reducido su peso a entre 90 y 100 kilos. "La musculatura del lomo, junto a la aleta dorsal, está muy deprimida y se nota que le falta mucho", comentó el veterinario. Los intentos de alimentar al calderón, presumiblemente muy estresado tras el ajetreo del pasado viernes, habían sido infructuosos durante todo el día. De hecho, durante los trabajos de cerco al cetáceo un buceador recuperó del fondo un calamar que habían lanzado al agua para que sirviera como alimento, sin éxito.

Por todo ello, la prioridad ayer era que la cría comiera, lo que se consiguió cuando tras lanzar varios ejemplares de calamar al agua, el animal detectó uno y, a partir de ahí, se comió todos los que le lanzó el equipo técnico del Oceanogràfic. En ese momento, el carácter del calderón cambió: de salir a respirar varias veces en pocos minutos y nadar en círculos pasó a juguetear con algas y a acercarse a los curiosos que se agolpaban en el borde de la dársena. Una vez conseguido esto, además, se le pudieron administrar medicamentos, escondidos dentro de los calamares. Por la mañana devoró un kilo de cefalópodos a buen ritmo, lo que alegró sobremanera a los veterinarios. "Más que sorpresa, es alegría. Es una gran noticia", decía Crespo. El animal llegó a comer de mano de los veterinarios.

Por todo ello, a primera hora de la tarde de ayer los biólogos eran más optimistas. Instalados todavía en la prudencia, los veterinarios especializados aseguraban que la semana que pasará en observación la cría será clave para descubrir qué pasará con el futuro del calderón. Crespo se mostró muy pesimista, sin embargo, sobre la posibilidad de que el animal pueda volver a mar abierto. "Lo más seguro es que su madre haya muerto y su grupo haya seguido adelante sin él, por lo que la puesta en libertad será muy difícil", explicó Crespo.

En cualquier caso, aunque la prioridad es que el calderón supere esta semana que pasará de observación en el puerto, hay que mirar al futuro y ver dónde podría alojarse el animal. En el Oceanogràfic, la opción más obvia, son reacios a asegurarle un espacio. "Habrá que ver", dijo Crespo, "qué se puede hacer con él, se tendría que formar un grupo de expertos y ver qué sería lo mejor para él".

El calderón es un animal común en los mares de medio mundo, pero no se suele encontrar en cautividad. Ello se debe a su gran tamaño: este cetáceo puede llegar a los cuatro metros y medio de longitud, unas dimensiones parecidas a las de las ballenas belugas.