Trajes de valenciana, de fallera, de época (del siglo XVIII), de torrentí, de saragüell... La fiesta de Sant Vicent Ferrer, patrón de la Comunitat Valenciana, fue ayer el grito vivo del orgullo valenciano, con un público activo en la participación de los actos programados para la ocasión, que no eran pocos. Sin embargo, tres eran los eventos que el público esperaba ayer con impaciencia: la ofrenda floral de la mañana, la procesión general vespertina y la interpretación de los "miracles" en los ocho altares (de once) instalados en la ciudad. Y los devotos a Sant Vicent Ferrer no se perdieron ninguno de los tres. O, al menos, lo intentaron.

Mª Amparo Arenas intentaba ayer, con esfuerzo, que sus dos hijos posaran sonrientes con su marido ante el tapiz floral que apenas dos horas después luciría lleno de flores a su alrededor, tras la celebración de la tradicional ofrenda. Y es que la mujer recordaba a la perfección cuando, con la edad de su hija María (cinco años) su padre la llevaba a ese mismo acto para enseñarle, desde edad bien temprana, una de las tradiciones más antiguas en Valencia. "Siempre me ha encantado este día. Gracias a mi padre. Él me inculcó esta tradición y yo intento hacer lo mismo con mi familia", explicó la joven. La familia Monedero Arenas intenta ir siempre a todos los actos previstos. Sin embargo, ayer se "saltaron" la misa en la Catedral. ¿El motivo? El pequeño Ángel, de tan solo un año, que los lleva de cráneo.

Si les hubiera dado tiempo a acudir a la Seo, hubieran escuchado al arzobispo Carlos Osoro oficiando la misa, aunque la homilía fue en valenciano, gracias a la intervención del fraile dominico Vicente Benedito, de la misma orden que Sant Vicent Ferrer. Tanto Osoro como Benedito quisieron dejar claro una mensaje a los fieles: que esta crisis es económica, pero también "de esperanza", como también pasaba en tiempos de Sant Vicent Ferrer, "por las convulsiones sociales y por la peste negra". Por ello, ambos echaron en falta la "altura de miras" del patrón de los valencianos en esta sociedad.

Tras la eucaristía en la Catedral -a la que asistieron numerosas personalidades, como la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, el presidente de les Corts Valencianes, Juan Cotino, el vicealcalde Alfonso Grau y miembros del equipo de Gobierno del Ayuntamiento, el teniente general del cuartel general terrestre de Alta Disponibilidad, Rafael Comas, y la clavariesa de las fiestas vicentinas, Carmen Lapuente Pla, entre otros- tuvo lugar la Ofrenda floral con la participación de los once altares vicentinos de la ciudad, con sus clavariesas ataviadas de riguroso negro y con mantilla. Los ramos de flores daban el toque de color a una procesión donde el traje regional también cobró fuerza gracias a la presencia de numerosas comisiones falleras. El desfile, más organizado que en años anteriores, concluyó con la tradicional "mascletà" en la plaza Tetuán, y con la corona de laurel depositada ante la estatua del santo.

La tarde arrancó con un público expectante ante la representación de los "miracles" en los ocho altares instalados en la ciudad - los de El Carmen, Tossal, Mercat, Pila Bautismal, Pilar, Russafa, Playa y el Mar- en los que participaron más de 200 niños. Y es que el 20 y 21 de abril será el turno de los altares del Ángel Custodio, Mercado de Colón y Mocadoret. Mientras , el altar de los Niños de la calle de San Vicente celebrará sus actos vicentinos los días 2 y 3 de junio.

Con todos los honores

Sin embargo, tras la celebración de los "miracles" no hubo tiempo para mucho más ya que los alrededores de la Catedral se convirtieron en un hervidero de gente dispuesta a rendirle honores a Sant Vicent Ferrer, en la procesión general de la tarde donde la ausencia más notable fue la de la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá. La comitiva salió puntual desde la puerta de los Hierros, con la imagen del santo y su reliquia, donada al Colegio Imperial Niños Huérfanos de San Vicente y portada ayer por los integrantes del Altar del Mar.

Los trajes de valenciana quedaron a un lado para mostrar la sobriedad de los vestidos de las vicentinas y vicentinos, ataviados con sus correspondientes medallas y de riguroso negro. El sonido del "tabal" y la "dolçaina" acompañó la imagen del santo durante el itinerario.