Bajo la deteriorada cúpula de 28 metros de diámetro y 48 de altura de la iglesia del colegio de los PP. Escolapios de la calle Carniceros de nuestra ciudad, en su época el mejor que tuvieron en España y que este 2013 cumple 275 años de su inauguración, descansan los restos del más ilustre escolapio que ha tenido la orden calasancia, el P. Felipe Scio de San Miguel (1738-96). Una negra lápida de mármol grabada latín con encabezamiento griego, en el centro del templo, da testimonio de la repercusión universal de su obra. Nada menos que ser autor de la primera traducción española de la Biblia, editada en Valencia en la imprenta de los hermanos Orga (1793).

Diez años empleó en esta labor el "sabio escolapio", como era denominado en su tiempo. Muy importante, si se tiene en cuenta que las traducciones que circulaban por el mundo entonces contenían graves errores hasta el punto de prohibir su lectura el Concilio de Trento. Benedicto XIV (1740-58) tuvo que introducir una norma ratificada después por Pío VI, el papa de la época de nuestro escolapio P. Scio, según la cual se autorizaba las versiones de la Biblia en los idiomas de cada país, siempre que las traducciones fueran hechas por personas doctas católicas y añadiendo notas tomadas de los Santos Padres de la Iglesia.

Y así lo hizo Felipe Scio en su magnífica y perfecta Biblia en seis volúmenes, gracias a sus profundos conocimientos de las lenguas latina, griega, hebrea y siríaca, de los Santos Padres y de arqueología sagrada. Sin olvido de la ayuda que le prestaron insignes escolapios de su tiempo escogidos por él. Con razón esta Biblia fue denominada en su tiempo "la Biblia escolapia", alcanzando gran prestigio internacional hasta ser adoptada en todos los centros religiosos como libro necesario de consulta, por su riqueza de notas, profusión de valiosas citas y una importante colección de 390 grabados dibujados por renombrados autores valencianos.

Los gastos de su edición corrieron por cuenta del rey Carlos IV, según testimonio del propio escolapio en la "introducción" de su Biblia. Rey que le tenía en tan alta consideración, que consiguió del papa Pío VI que le preconizara obispo de Segovia en marzo de 1796; si bien no llegó a ocupar la sede episcopal porque antes le sobrevino la muerte. Aunque también contó con el aprecio de monarcas anteriores, como Felipe V, que le apadrinó en su bautizo; Carlos III que le nombró maestro de sus hijos; y el mismo Carlos IV que hizo lo propio con el suyo que luego reinaría como Fernando VII. El P. Felipe Scio no era valenciano; pero en el clima templado de nuestra tierra y en el calor de su gente le gustó vivir porque, nacido en septiembre de 1738 en La Granja (Ávila) aunque de origen griego -de la isla de Scio, de donde se había trasladado su familia para afincarse en España a comienzos del siglo XVIII- aquí había encontrado alivio a una enfermedad que sufría.

En estos días los medios de comunicación vienen ocupándose de la preocupación de los Rectores Escolapios por el grave deterioro de esta iglesia que es también parroquial, especialmente de su cúpula. Sin que la Generalitat haya procedido a su restauración dados los recortes presupuestarios que le impone la actual crisis, pese a tratarse de un importante patrimonio artístico valenciano calificado Monumento Histórico, representativo del momento arquitectónico valenciano del último tercio del siglo XVIII.

En estas circunstancias, no debería sentirse ajeno a la solución del problema el arzobispado a través de su Comisión Diocesana para la restauración y promoción de nuevos templos, ni la propia Asociación de Antiguos Alumnos del Colegio.