Dos fracasos reconoce el ex alcalde de Valencia, Ricard Pérez Casado, en sus memorias políticas publicadas por la Universitat de Valencia, cuyo contenido principal fue adelantado ayer por Levante-EMV: no haber logrado la transformación de Aguas de Valencia en una sociedad semipública y no haber conseguido frenar la ocupación de la huerta, cuestión sobre la que lamenta la falta de respuesta de las universidades, ampliadas en Vera, y critica la permisividad que el Gobierno de Lerma con otros alcaldes.

"La historia de Aguas de Valencia es la de un fracaso involuntario por mi parte", afirma Pérez Casado, "puesto que dimití cuando el acuerdo estaba a falta de la firma con el entrañable presidente Simó Aynat , y al parecer voluntario por quien me sucedió en la alcaldía, Clementina Ródenas. La misteriosa desaparición de un dossier a punto de concluir no me ha podido ser explicada de modo razonable". El contrato de abastecimiento de agua a la capital estaba en 1988 próximo a su conclusión después de 90 años de vigencia y por impulso de exalcalde se iban a constituir dos sociedades, una para el suministro de agua en alta presión, a la que se podrían sumar otros municipios, con el 51 % de las acciones para el ayuntamiento y el 49 % para Aguas; y otro para la distribución a los hogares, con los porcentajes invertidos.

Señala el autor de las memorias que aquella "fue la gran ocasión de valencianizar la compañía" y que ese mismo término se ha acabado utilizando "en el sentido de abandonar el principio de bien público del agua a favor del expolio de unos pocos valencianos en detrimento de la inmensa mayoría, además de perder las oportunidades que suponía una empresa rentable para el conjunto metropolitano, para el país", concluye.

"Salvemos lo nuestro"

El "fracaso de la perspectiva metropolitana", en palabras de Pérez Casado, está muy presente en sus memorias, en las que subraya, respecto al urbanismo: "La tutela autonómica socialista se limitó a apoyar y estimular en todos sus efectos a caciques locales, como Leonardo Margareto, de Montcada, acérrimo enemigo del área metropolitana, o José Morales, de Mislata, que amenazaba con la ruptura de relaciones con Valencia". A los dos alcaldes, destacados "lermistas", añade el de Alboraia, Joan Barres, a quien señala como responsable del "estropicio" de que el paseo marítimo de Valencia no continuara en su término y de haber dado luz verde a "una nueva urbanización, a mayor gloria y beneficio de especuladores" en alusión a la colmatación de la Patacona.

"A la voz de 'Salvemos lo nuestro', los municipios metropolitanos, los más, con tonos arrebatados, devoraron en forma de urbanizaciones, viviendas o polígonos industriales, más espacio de entrañable identidad del que había consumido en el último siglo la ciudad central", escribe Pérez Casado, aunque reparte responssabilidades de la excesiva ocupación de huerta con los rectores de las universidades, a quienes propuso instalar sedes en Ciutat Vella y en la prologación de la Alameda: "El rector Ramón Lapiedra no respondió a ninguna de estas propuestas. Sí se acogió la estela de la Politécnica en la avenida dels Tarongers y se admitió la operación de Burjassot, con el resultado de tres campus ausentes del centro de la ciudad. Solo la UIMP se estableció en el Palau de Pineda, en El Carmen, estratégico para la recuperación del centtro histórico".

"Entrenamientos para quemar la Senyera"

Sólo 4 días después de tomar posesión como alcalde, Pérez Casado presidía la procesión cívica del 9 d'Octubre que ha pasado a la triste historia como la de la agresión a los miembros de la comitiva, con lanzamiento de piedras, huevos y hasta un tiro de ballesta a la enseña, ambiente de 'la batalla de Valencia' que el exalcalde atribuye directamente a "Fernando Abril Martorell y sobre todo Emilio Attard y su escudero José R. Pin Arboledas". "Me confesó en público Juan Carlos Gómez-Pantoja y Noguera en 2009, que hubo entrenamientos para incendiar la Senyera que había adoptado el Consejo Preautonómico, para mayor escarnio en la casa de Lluís Guarner en Faura, y al parecer con demanda de consejo al general Caruana", según relata en su obra.

"Expolio en las cajas valencianas"

"Las últimas lágrimas derramadas por los empresarios y sus organizaciones de Valencia, Alicante o Castellón contrastan con el alborozo con que saludaron tener dos cajas a las que acudir para hinchar hasta la desmesura la burbuja inmobiliaria en los años 90 y el 2000", señala Pérez en referencia a Bancaja y la CAM. Para el exalcalde, que trabajó en el ámbito político de las cajas en 1993 por encargo de Joan Ballester y después en la Fundación Bancaja, la desaparición del Banco de Valencia y todas las cajas valencianas menos la de Ontinyent es "un expolio de los ahorradores valencianos a manos de valencianos" tras una "carrera acelerada de inversiones públicas sin retornos económicos ni sociales" entre las que cita Terra Mítica y Mundo Ilusión.

"La renovación fallera quedó aplazada"

Presume el exalcalde de un reloj con los nombres de las falleras mayores de sus 10 años, regalo de ellas, y afirma con pesar que tras la falla de la réplica de la Casa Consistorial, en 1987, y la pérdida de la mayoría absoluta, "la renovación argumental y estética quedaba aplazada 'sine die' y sin que nadie las reclamara, y menos llorara". Según Pérez Casado, su ayuntamiento heredó como fallas "un producto dictatorial plagado de ordenancismo de cuartel hasta en sus desfiles, condecoraciones..." y añade que "la derecha franquista y la reconvertida se apresuraron a reorganizarla en su provecho" por temor a la izquierda, que "se encogió".