Hace dos meses que el médico le recomendó dejar aparcada la silla de ruedas y caminar, poco a poco, con ayuda de un andador. Se llama Matilde C. Fernández y tiene una minusvalía reconocida del 34 % agravada por osteopatía, artrosis y un accidente del que se está recuperando. Sin embargo, fue dejar la silla de rueda y comenzar los problemas para poder viajar en los autobuses de la Empresa Municipal de Transportes (EMT).

De hecho, el pasado 12 de agosto, un conductor de la línea 70 de la EMT dejó a esta mujer en tierra tras negarle la rampa de acceso prevista para personas con movilidad reducida. "No me dio explicación alguna. Cerró las puertas y se fue. Sin embargo, cogí la matrícula del vehículo y he puesto la pertinente reclamación. El siguiente paso será realizar una denuncia en el juzgado porque me he sentido discriminada. Yo soy una mujer que vive sola y lucha por su independencia. Me muevo con dificultad, pero me muevo. Sola. Y lo que la EMT debe hacer el facilitarme el acceso, no negármelo", explica la mujer, de 69 años y con una pensión de poco más de 360 euros. Por ello, y tras la confirmación de varios conductores que le explicaron que "no están obligados a extender la rampa" y que al hacerlo, además, "podían meterse en un problema", Matilde contactó con la EMT, donde le confirmaron, al igual que a este diario, que la política de la empresa solo marca la obligatoriedad de extender la rampa en "el caso de usuarios en sillas de ruedas o carritos gemelares de bebés".

"Los autobuses de la EMT cuentan con un sistema que se denomina de arrodillamiento, que inclina todo el autobús para facilitar el acceso a personas con movilidad reducida, como el caso de esta usuaria. Sin embargo, la empresa estudiará la queja de la mujer por si el conductor no hubiera actuado de forma correcta", confirmaron desde la EMT.