La alegría que Jesús propone no es como la del mundo. Es una alegría que brota de la acogida del amor que Dios nos tiene y del amor que transmitimos a los hermanos. No puede confundirse con el placer del que todo lo centra en uno mismo y todo lo quiere para sí. No nace de la búsqueda egoísta del propio bienestar, sino del gozo que produce el contemplar con gratitud y sin envidia el bien de los demás. Solo el que trabaja por el bien de los demás, trabaja por su propia felicidad», escribía en su blog personal el P. Martín Gelabert, justo la víspera del día en que iba a ser elegido Prior Provincial el gobernador de los Padres Dominicos de la Comunidad Valenciana, Aragón y Baleares.

Martín Gelabert está considerado como uno de los mejores teólogos de España. Ser teólogo es difícil. Escrutar la Palabra de Dios contenida en la Biblia y actualizarla, interpretarla, aclararla y ponerla ante el ser humano como pautas de referencia en su diario vivir es algo muy complejo y para el que se necesita un don especial, unas cualidades excepcionales, de ahí que sobre las cosas de Dios casi siempre se nos habla con palabras ñoñas, clichés prebafricados a los que se agarran muchos curas para decir cosas que no entiende nadie, además que aburren.

Al conocer la noticia, con alegrarme, pues ha sido profesor mío y he asistido a sus clases y leído sus interesantes libros de antropología teológica, he sentido un cierto temor de que ganando la Orden un hombre clarividente, perdamos, al menos durante cuatro años, un gran teólogo dedicado ahora a los menesteres de la burocracia religiosa. Quiera Dios que ello no ocurra.

Martín Gelabert es arrollador en su ciencia y exposiciones, preciso, claro lo raro es encontrar un teólogo que sea claro y atractivo a la hora de hablar a la gente de Dios es un pozo de ciencia, pedagogo, didáctico, se le entiende todo. Es una locomotora que todo lo arrasa, un tractor que transforma el más duro pedregal, que araña la tierra y la prepara para el rocío, a la manera de Isaías.

Cuando uno recorre la geografía valenciana y se encuentra en los pueblos más importantes antiguos conventos de Dominicos, se percata de la grandeza y el esplendor que tuvo la Orden, la primera que se instaló en Valencia de la mano de Jaime I, todo lo cual le fue siendo robado y saqueado. Hasta en el Museo de l'Ermitage de San Petersburgo hay lienzos de Ribera y Ribalta de su propiedad que les robaron los franceses durante la Guerra de la Independencia de su convento en Algemesí.

Imagino, conociéndole, que la gobernanza de Martín Gelabert va a ser impulsora y dinámica como lo es su teología, animosa, vitalista, potente, de verdadera renovación interior, despojada y desprovista de adherencias, perjuicios y accidentes inservibles, de los que tanto anidan en la Iglesia. De seguro que con él va a comenzar una etapa atípica en los andares de la Orden en Valencia, más ceñida a la cintura del Evangelio, del que tiene una visión escrutante y penetradora por los carismas que le caracterizan.