La transformación de Russafa no pasa desapercibida para nadie. La conversión de este barrio del Ensanche, con amplia tradición histórica, en una suerte de mini Londres en pleno corazón de Valencia ya es una realidad y los vecinos y los hosteleros han aprendido a convivir, más o menos. Pero a ese acuerdo al que han llegado los habitantes de Russafa se han sumado este verano unas invitadas necesarias, según los distintos agentes sociales del barrio, pero indeseadas: las obras. Tanto vecinos como hosteleros miran con esperanza las zanjas que tienen las calles más importantes de Russafa patas arriba: los unos, por las comodidades que supondrá la reurbanización del barrio, y los otros, porque aumentarán las aceras y los chaflanes donde instalar terrazas.

Un paseo por Russafa estos días es lo más parecido a una carrera de obstáculos que se puede encontrar en la ciudad. Calles como Denia están totalmente bloqueadas por las obras, mientras que otras arterias importantes de la zona tienen la mitad de la calzada ocupadas por las zanjas, lo que da terrazas junto a enormes agujeros en el suelo, con las canalizaciones subterráneas a la vista o entradas a los comercios y locales de algunas calles a través de pasarelas de metal que cruzan esa especie de fosos medievales que son los trabajos que lleva a cabo la Conselleria de Infraestructuras. Algunos locales o garajes particulares han tenido que cerrar por la imposibilidad de acceder a ellos y las plataformas de metal para salvar las zanjas han causado problemas a personas mayores o con movilidad reducida.

El total de las obras durará un año —de enero de 2013 a enero de 2014—. La previsión es que cada una de las cinco fases se desarrollara en el peor de los casos entre cuatro y seis meses. El perímetro de la intervención queda delimitado por las calles de Russafa, la Avenida del Antiguo Reino, Peris y Valero, Filipinas, Gibraltar, Alicante y Játiva, con una superficie total de 745.291 m2.

La urbanización dará, en cualquier caso, una Russafa nueva, muy distinta a la actual, que se ha convertido en un crisol de culturas que al caer la noche se convierte en la zona de moda de Valencia. Decenas de nuevos —o no tan buenos— bares y locales de ocio han hecho de Russafa la meca de la fiesta por la noche para un público con poder adquisitivo que acude al barrio para sentarse en sus bares con sillas de distintas formas o tamaños o para degustar una copa en las terrazas de las confluencia de las calles Sueca y Puerto Rico.

Los vecinos, mientras, esperan resignados. Saben, o quieren pensar, que tras las obras aparecerá un barrio más cómodo y más agradable. Giovani Donini, presidente de la asociación de vecinos de Russafa-Gran Vía, asegura que la relación con los hosteleros «es buena». «La asociación de vecinos y la de hostelería compartimos local y vamos juntos a todas las reuniones, no tenemos diferencias importantes», indica Donini, que señala que, en realidad, «todos quieren que el barrio sea mejor en todos los aspectos».

Donini cree que, aunque puede haber «opiniones individuales pueden entrar en contradicción con las asociaciones», la opinión general es que las molestias que se están causando a los vecinos «están siendo las menores posibles». Una de esas mejoras será la zona naranja, que delimitará las plazas de garaje para los residentes en Russafa, y la zona azul, que solucionará, en parte, el «grave» problema del barrio.

La reforma también aumentará la acera disponible, lo que permitirá separar las terrazas y tener más espacio para las mesas y sillas. Donini explica que a muchos locales «les han quitado la acera y cuando acaba el horario de trabajo de las obras aprovechan el espacio que les queda dentro de la calzada aunque esté en obras». El presidente de la Asociación de Hostelería y Ocio de Russafa, Diego Infante, que regenta un local en el barrio, considera que aunque la reforma conlleva molestias «de ruidos, de polvo, de falta de aparcamiento...», las obras serán positivas a largo plazo: «Se va a salir ganando porque es una reforma integral que durará 30 años». Según Infante, en la entidad que preside por lo general «la gente está contenta e ilusionada».

El otro gran problema del barrio es la proliferación de terrazas. El Ayuntamiento de Valencia no quiere verse en la obligación de hacer a Russafa zona acústicamente saturada (ZAS), y para ello ha comenzado a limitar la cantidad de licencias que otorga en Russafa. «Hay algunos hosteleros fastidiados, principalmente, los nuevos», comenta Infante, que señala que considera la medida correcta «para evitar masificaciones en el barrio».

«Hace años pedimos que se tomaran medidas para que se redujera el crecimiento y poner freno a las nuevas licencias», indica, por su parte, Donini, que celebra que en este momento «se esté trabajando en ese aspecto». Ello, unido a la futura zona naranja, «cambiará la cara del barrio».

Respecto a la convivencia con los vecinos, Infante la valora positivamente. «Hay puntos en el barrio que están dando problemas, esquinas muy masificadas y hay puntos en los que es culpa del ayuntamiento», señala, y destaca que en algunas zonas «hay problemas con el paso de carritos».