Tenía que pasar y ha pasado. El muro histórico que rodea la huerta de San Miguel de los Reyes se ha venido abajo después de años esperando a que la Conselleria de Infraestructuras lo rehabilitara. Un enorme montón de escombros ha tapado prácticamente la acera que lo separa de la calzada, aunque afortunadamente no ha causado daños a ninguna de las cientos de personas que cada día pasan al lado.

Este muro, de origen medieval, es anterior al propio monasterio de San Miguel de los Reyes, edificio diseñado por Alonso de Covarrubias en 1546. Su función era rodear toda la huerta que sembraban los monjes y ha sobrevivido todos estos siglos gracias a la mezcla de piedra y argamasa utilizada en su construcción.

En la actualidad, sin embargo, la pared que aún queda en pie, de unos 150 metros de longitud, está en muy mal estado, vencida hacia la acera en algunos de sus tramos y con grandes agujeros que la atraviesan de lado a lado. Este periódico y también los vecinos de Torrefiel denunciaron su abandono y, precisamente, el peligro que suponía para los viandantes.

Su oportunidad llegó primero con la rehabilitación del monasterio y luego con el plan urbano de 2001 que revisaba todo el entorno, pero la primera lo dejó al margen y la segunda ni tan siquiera se ha ejecutado.

Todas sus esperanzas, por tanto, estaban ahora, curiosamente, en la construcción del colector Vera-Palmaret, una gran tubería que debía recoger las aguas pluviales del norte de la ciudad y que lo cortaba en uno de su tramos.

Al parecer, la Conselleria de Infraestructuras se comprometió con la de Cultura a rehabilitar el muro a cambio de su supuesta benevolencia respecto a las catas arqueológicas que debía realizar, catas en las que se encontraron y documentaron, por ejemplo, acequias de la época.

El problema es que el colector ha sido paralizado este verano y el compromiso de la Conselleria de Infraestructuras, que nunca ha sido oficial, ha quedado más en el aire que nunca, tanto que el muro no ha aguantado más.

La semana pasada se derrumbaron aproximadamente siete metros del tramo más deteriorado, a unos 30 metros de la nueva valla que protege al monasterio. La masa de escombros cayó a un lado y a otro de la tapia, pero fundamentalmente sobre la estrecha acera, de aproximadamente un metro y medio, que lo separa de la calzada. Milagrosamente no hay que lamentar daños personales, pero el daño patrimonial es muy importante. A día de hoy ni siquiera se han recogido los escombros ni se han apuntalado los extremos, por lo que se mantiene el peligro de nuevos desprendimientos.